TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Gatocteles / Sócrates y su no-discípulo

[C:534861]

Ocurrió la muerte por cicuta de su maestro Sócrates, y el tímido Enístocles también desafió a los arcontes atenienses, pero a él no se le siguió un juicio en forma ni se le dio la opción del arrepentimiento: fue aprehendido y se le obligó a ingerir un líquido amargo al interior de un calabozo donde nada más estaban el esclavo-verdugo persa Thaaj y cuatro ratas triponas alertas en las oquedades de las paredes enmohecidas.

Así que Enístocles asumió en última instancia lo que creyó una muerte sin gloria, que ninguno de los discípulos dilectos de Sócrates se tomaría la molestia de registrar.

Parecía que llegaba a su fin una vida ordinaria sólo ennoblecida por el aura del maestro, aquel con quien Enístocles coincidiera varias ocasiones en el ágora años atrás, mientras observaba el despliegue magistral de la mayéutica: la técnica interrogatorio con la que Sócrates hacía que las Psiques de las personas “parieran” ideas buenas, bellas y verdaderas.

Con todo, si algo había admirable en Enístocles era su andar persistente tras Sócrates, quien semanas antes le aclaró que no lo rechazaba como alumno por animadversión, sino debido al dictamen tajante de su daimon, quien recomendaba que mejor se le enseñara a otros atenienses de mente más despierta.

Esos recuerdos transitaban con morosidad de tortugas por la cabeza aturdida de Enístocles, quien también evocaba los años parasitarios a la sombra de su padre, un rico comerciante de Acragas dueño de veinte esclavos nubios, que un buen día determinara que su primogénito estaba listo para cultivar su espíritu con el pensador más grande de la Hélade.

Así había sido como Enístocles fue enviado hacia Atenas en el viaje tortuoso de un trirreme donde los galeotes bárbaros blasfemaron en diez lenguas contra Poseidón en mitad de una tormenta, cual si anhelaran el naufragio.

El primer encuentro cabal de Enístocles con Sócrates no tendría el resplandor mirífico que mucho después le atribuyó el muchacho; más bien fue patético.

Aconteció que Enístocles sufrió una decepción, pues antes de ver por primera vez a Sócrates ya había atestiguado un ejercicio retórico del príncipe sofista Protágoras, cuya estampa noble estaba acorde con la profundidad de su pensamiento respecto a la relatividad de las cosas y acerca del único rasero real: el propio juicio de cada uno, pues justo sobre eso divagaba al afirmar sonriente que “el hombre es la medida de todas las cosas”.

Lo que ya no había comprendido Enístocles era la referencia a “las cosas que son en tanto que son, y las que no son, en tanto que no son”. Pero no importaba, pues era suficiente con participar del entusiasmo general ante aquel hombre de modales elegantes y rostro que recordaba las facciones enérgicas de Apolo al atravesar con sus flechas puras a los gigantes que marchaban sudorosos y enojados rumbo al Olimpo.

De manera que Enístocles se llevaría la desilusión de su vida cuando preguntó por Sócrates a unas mujeres que estallaron en risas burlonas; y sobre todo al distinguir la figura de cuervo viejo del pensador al pie de la Acrópolis.

Pero lo peor fue el momento en que Enístocles se detuvo a unos pasos de Sócrates, quien se hallaba absorto en cuestionar a un porquero de rostro atormentado por la estupidez sobre la naturaleza de la virtud, sin preocuparse por los perrillos flacos que husmeaban sus pies chatos cubiertos de polvo, o de los niños que hacían gestos estirando las bocas cual pellejos de toros medos.

Sin embargo Enístocles desvaneció la sonrisa dispuesta para presentarse cuando una descarga de energía como brotada del meñique de Zeus recorrió sus vértebras y cada uno de sus cabellos: Sócrates volteaba a verlo de golpe ventilando su boca maltrecha de dientes disciplinados cual guerreros de Esparta.

Y después fue el impacto final: el maestro le dirigió una mirada que parecía contener el fuego sagrado de Hefesto y le murmuró con lentitud: “Sólo puede saber quien sea capaz de quitar los velos torpes de las cosas. Eso es Aletheia, la Verdad nacida en el intelecto oceánico del dios”.

Así fue como Enístocles contactó al pensador más grande del reino de Pericles, cuya fama resplandecería como faro, atrayendo a los hombres más cultos del Egeo…

Pero todo eso era pasado, pensó Enístocles cuando ingirió hasta la última gota la pócima viscosa que Thaaj vaciara en un tosco cuenco de madera.

Enístocles creía tener las tripas repletas de cicuta, pero su rostro de filósofo fallido se contorsionó en un rictus doloroso: no eran esos los efectos que esperaba del veneno que debía haberle adormecido las piernas, los brazos, el tronco y al final el cuello y la cabeza señorial.

Unos retortijones como los que asolaban a los hecatónquiros al defecar hicieron de las suyas en cada reducto de la panza de Enístocles. Thaaj estalló en unas groseras carcajadas que hasta lo arquearon, mientras en la puerta de la celda aparecía un noble que igual se rió como si presenciara los despropósitos de las moiras, para luego articular con dificultad una explicación con la cual Enístocles arrostró la realidad:

No era cicuta lo que había bebido con el aplomo de un héroe acadio, sino un vil purgante que lo hizo levantarse como pudo para dirigirse a un hoyo inmundo en la celda, donde vació los intestinos maldiciendo a las ratas que escapaban raudas, a los dioses del Hades, y a cada uno de los dáimones atenienses, que no lo consideraban digno ni para encarar siquiera los míseros laberintos de Aracné.

Texto agregado el 30-12-2013, y leído por 248 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
19-01-2014 Estilo fluido, con ingeniosas métaforas que se acoplan al tema. En fin, Sócrates, sólo hubo uno..Aprender de él, vale y, enterderlo, aún mejor..Pero imitarlo, sería en sí ridículo, como Enístocles, que recibio su justo premio...Buen relato, se disfrutó la lectura. pielfria
11-01-2014 UN AGRADO, COMO SIEMPRE. VASTO CONOCIMIENTO DEL MUNDO VIVIDO Y DEL MUNDO HISTORIADO.- fafner
30-12-2013 Me gustó tu narrativa. Tus conocimientos filosóficos, estilo, forma, ritmo, todo es hermoso. !Feliz 2014! ***** NINI
30-12-2013 Mucho contenido para decirnos que el discípulo de Sócrates fue víctima de un laxante. Una lectura que requiere concentración, no mirar a los lados. Rentass
30-12-2013 Me impresiona como hilvanas la fantasía con tus conocimientos de filosofía. El estilo literario producto de mezclar palabras de poco uso: cultas con campiranas. Eso podría atentar contra el rítmo, sin embargo, tu talento sobresale para dotar tus cuentos de fluidez y magia. Sin duda el estilo más logrado de la página. Un abrazo. umbrio
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]