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Evaristo
Vie, 18/11/2011 - 03:28.

Solo se le crispo ligeramente el rostro, mientras escuchaba con mucha paciencia todos los insultos e improperios que le lanzaba su vecino. Estaba sentado en su escritorio y su empleada había dejado entrar a este energúmeno que le hacía un escándalo porque su árbol de Ponciana había crecido demasiado y sus ramas invadían ligeramente el jardín de al lado y llenaban su piscina con las hojas que caían. Se mantuvo calmado y al final, le ofreció las disculpas del caso y le dijo que no se preocupara, que hoy mismo llamaba a su jardinero para que solucionara el problema. El tipo lo miró aún rojo de ira, pero la serenidad y firmeza del hombre viejo, canoso y enjuto lo impresionó y bajando el tono de voz, alcanzó a decirle antes de retirarse que si no lo solucionaba el problema el mismo vendría a cortar su árbol. Evaristo, como se llamaba el hombre viejo, respiro hondo, mientras con una mano cerraba el cajón de su escritorio. Y tuvo que soportar todavía el portazo que dio su vecino al dejar su casa.
Amaba sus plantas, les prodigaba un cuidado extremo. No tenía hijos ni mujer. Y la jardinería le proporcionaba un enorme placer. El placer de sembrar, acodar, injertar, podar y ver crecer a sus plantas. Con el tiempo descubrió que cada planta requiere una exposición a la luz y un terreno adecuado. Incluso llego a conocer las fases propicias de la luna. Y producto de ese esmerado trabajo consiguió tener un bellísimo jardín poblado de rosas, claveles, margaritas, alhelíes, julianas y por supuesto su árbol de Ponciana.
El vecino de al lado, miro con orgullo y satisfacción como el jardinero del viejo Evaristo, había llegado en menos de una hora y encaramado en una escalera de tijera se esmeraba de cortar esa rama intrusa. Bien vale un buen carajo de vez en cuando, ya vez se dijo a sí mismo, siempre le había dado resultado el de atacar sin dar cuartel. La gente se doblegaba ante sus casi 2 metros de estatura y su aspecto imponente. Al otro día en la oficina, le contaba a su colega del departamento legal de la empresa lo acontecido y como en menos de lo que canta un gallo le habían resuelto el problema. Joaquín lo escucho con paciencia y buen humor, ya conocía las bravatas de su gigantón amigo. Pero, fue sólo cuando le refirió que el mequetrefe –como así se refería Mario de su vecino- era Don Evaristo Fuentes. Le cambió la expresión del rostro y solo alcanzó a balbucear:
-Mario, ten mucho cuidado. No tienes la menor idea con quien te has metido.
Mario se sintió intrigado y trató de que Joaquín se explayara sobre el tema. Pero solo atinó a dejar rápidamente su oficina sin decir más palabra.
Evaristo, sentado frente a su jardín trató de alejar de su memoria recuerdos lejanos que lo asaltaban veces como molestos mosquitos. Hacía ya mucho tiempo, que no recordaba nada, ensimismado como estaba en sus tareas cotidianas. Pero la insolencia del tipo que gritó en su casa, quejándose de su preciosa Ponciana lo enervaba. Cómo era posible, que no apreciara la belleza de ese hermoso árbol. Y además su piscina siempre estaba con el agua sucia y estancada. Solo lo hizo para imponer su tamaño y su arrogancia. Tal vez sería necesario darle una lección…..pero termino por alejar de sí esos pensamientos y se concentró en el nuevo injerto que intentaba hacer desde hace varias semanas atrás. Ya se estaba terminando el otoño, era la fecha ideal para hacerlo. No podía perder más tiempo. Había seguido al pie de la letra el consejo de su viejo jardinero. Escogió una rama de rosa macho, la que tenía más madera y estaba sazona. Le hizo un corte parejito de arriba hacia abajo en forma de T. Luego hizo coincidir el tamaño de la yema con el corte hecho en la rosa macho y luego realizo el amarre desde la parte de abajo y sin nudo. Y tal como le recomendó lo hizo un día antes de la luna llena. Ahora solo cabía esperar.
Mario estaba muy intrigado por la actitud de su amigo Joaquín. No le quedo otra que encargarle a su amigo del archivo del Poder Judicial. Le dio el nombre completo: Evaristo Fuentes Dávila. Tuvo que darle su “alita” a su amigo y le dijo que no se preocupara, que para la próxima semana le tendría resultados.
Le entrego un sobre Manila cerrado y le recomendó que lo abriera de preferencia en su casa. Mario no podía esperar la hora de salida en el estudio de abogados donde laboraba y cuando estuvo en su casa, se encerró en su despacho, abrió el sobre y empezó a leer con mucha atención.
Evaristo registraba 3 ingresos a la cárcel de máxima seguridad de la ciudad. A los 19 años ya era un asesino consumado. Según constaba en su declaración inicial, manifestó que nació en Barrios Altos y que nunca supo quién fue su padre. Su madre era una prostituta chalaca famosa tanto por su belleza como por su conducta violenta. Registraba un ingreso a la cárcel de mujeres por haber dejado media muerta a otra prostituta al inferirle profundos cortes en el rostro con un botella rota. Según el perfil sicológico que aparecía en su expediente se mencionaba que desde niño disfrutaba matando animales tales como gatos y perros. Se sospecha que fue violado por un vecino a la edad de 9 años. Y precisamente su primera víctima fue ese vecino. Lo asesinó cuando tenía 14 años. Junto con sus amigos lo esperaron a la vuelta del callejón una noche que regresaba borracho como una cuba, lo atacaron con verduguillos y luego de tumbarlo al suelo, le destrozaron el cráneo con un macetero que había en el lugar.
Un rasgo que mencionaba el informe era que Evaristo mostraba el perfil de un asesino en serie, sus siguientes asesinatos no los había cometido impulsado por dinero, venganza o furia. Simplemente por el placer de ver sufrir a sus víctimas. A pesar de tener un arma de fuego, disfrutaba usando un cuchillo, el cual usaba con una habilidad y una sangre fría que impresionaba incluso al policía más curtido. Se le probó que había asesinado a 2 personas, pero se sospechaba que había matado a muchos más. Cuando cayó preso se encontró en su cuarto, varias pedazos de piel tatuadas arrancadas a sus víctimas, dijo que eran sus “trofeos” de guerra.
Fue condenado la última vez que lo tomaron preso a 35 años, pero aprovechando el sistema del 2 X 1 y habiendo mostrado buena conducta. Al punto que se puso a estudiar leyes durante su encierro, fue liberado después de 20 años. Salió de prisión cuando tenía 51 años de edad. De esto ya había pasado 8 años. Mario se quedó atónito al leer todo el expediente.
Evaristo permanecía sentado en su escritorio, mientras contemplaba su hermoso jardín desde su ubicación. Acariciaba guardado en su cajón su fiel compañero: su kukri, cuchillo usado por los Gurkas, una de las armas blancas más famosas y renombradas del mundo. La afiladísima hoja de acero de la mejor calidad lo había sacado de muchos apuros. Y ahora, le picaba la mano cuando recordaba al grandullón de su vecino. Aquella tarde cuando vino a gritarle, quejándose de su amada Ponciana, poco le falto para saltarle encima y de un solo tajo cortarle la yugular. Por menos que eso, otros habían caído bajo su acero. La idea le iba rondando como un molesto abejorro sobre su cabeza.
Mario decidió después de pensarlo durante varios días, visitar a Evaristo. La verdad de que se arrepentía de haber actuado como una bestia. Pero lo que lo impulsaba a pedirle disculpas no era otra cosa que el miedo. Y eso no lo dejaba dormir tranquilo. Ahora recordaba claramente, cuando gritaba aquella tarde a Evaristo, percibió un destello asesino en su mirada y eso le produjo un escalofrío por toda su humanidad. Bueno estaba decidido, le llevaría una botella de Pisco acholado de la mejor calidad y tomaría el toro por las astas, le pediría disculpas de frente, le diría que se había excedido y que deseaba que quedaran como buenos amigos.
Decidido se dirigió a la casa de Evaristo, la empleada lo dejo pasar y encontró a Evaristo sentado en su escritorio, tal cual como aquella tarde en que lo gritó.
Evaristo lo vio y sonrió burlón. No le dejo pronunciar palabra, le choco escucharlo hablar con esa voz gruesa y ronca de los achorados. Se lo dijo muy despacio, disfrutando del momento:
- Ya averiguaste quien soy ¿verdad?
Mario se dio cuenta que Evaristo había descubierto su jugada, empalideció súbitamente y asintió en silencio.
Evaristo lo calmo y le dijo simplemente:
- No te preocupes Mario, estos días lo único que me causa muy, pero muy mal humor es que no salga bien el injerto que he hecho. Otra cosa me tiene sin cuidado, como por ejemplo tu estúpida matonería. Ruega no más que me ligue el injerto porque si no voy a estar de muy mal carácter. Ahora lárgate de aquí blanquiñoso de mierda, que tu miedo se huele a una cuadra de distancia.

Texto agregado el 30-01-2014, y leído por 130 visitantes. (0 votos)


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