Los peces globo son parte de los “Cuatro Dientes” Tetraodontiae. Miden hasta medio metro y deambulan por las profundidades del mar cerca de los arrecifes de coral, donde se alimentan de gusanos y caracoles cuyas conchas les ayudan a desgastar las dentaduras.

Se defienden inflándose como globos escamosos al tragar agua o sorber aire cuando son arrancados de sus reductos por ociosos sin escafandra.

La joya de la corona es el Torafugu, que sirve para preparar sushi de tres mil euros la ración. Pero los japoneses han doblegado sus corazones ante los Takifugu, cuyo nombre alude a la buena suerte de quienes los ingieren sin morir por la tetrodotoxina que les exuda de los hígados y genitales.

El veneno de estos animales designados Fuku o “Felicidad” puede llevar al paraíso sin escala a treinta personas, pues resulta más poderoso que el de las cobras o las tristes viudas negras.

La tetradotoxina “infiere en la conductividad neuromuscular de las neuronas”. Es decir: quien la ingiere untada en un pedazo de pez globo queda como zombi en menos de lo que se aparea una tortuga, y muere por asfixia sin terminar la digestión del sushi Maki de arroz envuelto en algas Nori, o de las albóndigas Nigiri y el Nerezushi fermentado.

Por eso la preparación de Fuku sólo es asequible a cocineros que hayan dedicado tres años de su vida a la comprensión de la anatomía del pez globo, para ser capaces de trocearlo aún vivo, evitando que tenga tiempo de esparcir la letalidad de su veneno.

Se ha descubierto que el pez globo no produce la Tetradotoxina, pues la absorbe de otros bichos a los que traga en los lechos marinos; y hasta se rumora que el efluvio macabro del Fuku sirve para disminuir el dolor en los enfermos de cáncer terminal.

El Fuku se empezó a criar en los sesenta en Shimonoseki, un puerto en la isla de Onchú enquistada en el archipiélago japonés de Boto, donde los pescadores requieren de los servicios depredadores de gatos gordos para cuidar que las ratas no roan las redes de nylon en las que ponen las sardinas congeladas que servirán de cebos para atrapar en el palangre a toneladas de Fuku durante cualquier mañana primaveral.

A las pelotas de Fukus recién capturados se les cortan los hocicos para que no se devoren entre sí, y se les conduce al mercado Edomari donde se despacharán vivos en bolsas infladas de aire.

Un video de National Geographic registra la pelea absurda entre una nutria y un pez globo que nadaba apacible en el fondo de un lago. Todo comenzó cuando el predador llegó al agua con brinquitos rápidos y la espalda comba.

Después de zambullirse emergió con una perfecta pelota con los ojos y boca como tumores, a la que no pudo morder por ninguna parte luego de sondearla con los bigotes inciertos como un físico ante un enigma cuántico.

Todo terminó cuando la nutria reculó al recibir el veneno untado en la piel erizada de púas del pez globo, que una vez a salvo se desinfló soltando flujos de espuma, y escapó con su potencialidad pneumática indemne, girando como periscopios sus ojos de perfecto alienígena.