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Inicio / Cuenteros Locales / atolonypico / Conjurando la soledad a golpe de ratón.

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Cuando despertó era hora de regresarse a la cama. Trató de recordar algo en su vida que valiera la pena para izarse de las sábanas, pero no lo encontró. Puso la radio de un manotazo en un despertador que tenía sobre la mesita. Era domingo y a la mañana siguiente tenía que regresar al trabajo. Recordó que sobre la mesa de la cocina había media raya de cocaína del sábado. Ya tenía una razón para moverse. Pero la había lamido el gato- la raya- que estaba agazapado en un rincón de la sala con mirada brillante y alerta. Se volvió a la cama, pero cuando pasó por el baño, al verlo extrañamente limpio, reunió voluntad para meterse debajo de la ducha.
Faltaban ocho horas para la de entrada en el Instituto de enseñanza donde trabajaba. Era bedel. Pese a ser Licenciado no había podido ser profesor. Posiblemente supìera más de la vida que todos aquellos empleados del grupo A, que le trataban con cierta condescendencia, aunque ellos pensaran que él no lo notaba.
No sabía qué hacer durante aquellas ocho horas. Necesitaba una ocupación que lo sustrajera de aquel impass. Se metió en el Facebook y metió en el buscador el nombre de la única mujer que había frecuentado. Y la encontró. Cuando abrió el perfil, aunque no tenía fotografía, se apercibió de que era ella. Hacía muchos años que no la veía.
Dedujo que se trataba de Elena por las amistades que tenía. Pero quiso indagar más y abrió un apartado que ponía fotos. Y allí estaba, con la mirada un poco más apagada pero indudablemente ella. En la siguiente foto que abrió aparecía la torre de Pisa. Copió la fotografía para reconocer su cara, pues aparecía desdibujada junto a la de otra chica. Minimizó el Facebook y abrió sus imágenes. A golpe de ratón tenía la resolución de aquel enigma. Bastaba con darle al aumento para comprobar si su amor de otro tiempo había estado en aquella villa.
Y efectivamente, era ella, inequívocamente, con su cabello rubio y su incisiva mirada. La chica de al lado pensó que podría ser una amiga. Cuando vio aquel importante lunar sobre la mejilla izquierda de la muchacha quiso no haberse metido a detective cibernético. Se miró al espejo y comprobó que aquel rasgo genético no había desaparecido durante la última noche. Allí estaba, acusador, proclamando paternidades ignoradas. Al poco del descubrimiento se alegró recónditamente de no estar solo en el mundo, de contar con una hija.

Texto agregado el 27-02-2014, y leído por 160 visitantes. (2 votos)


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