Era una broma. Sí pues, no podía ser otra cosa que una broma. Le había dedicado toda su vida a su negocio, comprar y vender antigüedades. Había amansado una considerable fortuna. Y nunca fue dado al gasto exagerado ni al dispendio. Frugal como pocos y ahorrativo al extremo. Nunca se había casado ni había tenido hijos. Eran lujos que no podía permitirse –le confesaba al único amigo que tenía-Su vida transcurría entre su tienda y su pequeña casa. Sin sobresaltos y con la seguridad de que la pequeña fortuna que había logrado amansar después de más de treinta años de privaciones le iba a permitir gozar de una vejez placida y sin sobresaltos.
Todos sus ahorros, absolutamente todos habían sido retirados –supuestamente por alguien que lo suplanto-el viernes pasado. No comprendía la pasividad de las personas que lo rodeaban. El les gritaba desesperadamente que hagan algo, que iniciarán de inmediato su búsqueda y captura. Pero no le hacían caso, simplemente sonreían entre sí mientras trataban de colocarle la camisa de fuerza.