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Rayo que has caído sobre la tierra:
tu soberbia me ha partido la vida,
tu energía me ha dejado en vela,
he quedado muerto y lleno de ira.

Rayo que has caido sobre mi cabeza:
el conocimiento ha borrado mis ojos,
caminos del ciego mi sombra atraviesa,
la locura del loco es el brillo del oro.

De mi no hables antigua compañera,
de mi no hables a diestra y siniestra.

A ti ya no te deberé más nada,
no esperes de mi aquello del que ama.

Que te borre la brisa más fría del invierno,
que te lleve el olvido de la arena en el recuerdo,
muere tu memoria en mi mente como engendro
y la lluvia se encargará de limpiar aquellos restos,
los que mi mente ya prescinde para dar un nuevo vuelo,
los que mi mente aún llora por sufrir un nuevo duelo,
¡y vaya que que mi cuerpo resiente vuestro duelo
porque la muerte no es nunca motivo de algún juego!,
pero los lirios en mi mano no reposarán nunca por eso,
mejor un adios, quizá un beso, y sin duda un "hasta luego".

¡Há! me río en la cara desta siniestra muerte
que con su mano toca el rostro de un antiguo amor,
y lloro por la muerte, y lloro a esta entente
porque con su rabia me quitó lo que mi lealtad le dio.

Rayo que con ira has caido sobre mi tierra:
maldito sea tu juicio, maldita tu existencia,
maldito el momento, maldito todo el tiempo,
y maldito todo aquello que descendió en tu pensamiento.

La lealtad del perro debe morir con el perro,
el perro traicionado muerde la mano del dueño,
y yo seré perro: te la arrancaré a pedazos
porque sn duda aquí yo he sido traicionado
en toda mi confianza y en todos mis recuerdos,
y ya no te pertenezco, yo ya no soy tu perro.
ecce homo muerto, ecce homo nuevo.
yo ya no soy nada que en ti haya visto sueños
porque la sangre del rayo ha bañado mis recuerdos.

Maldigo al rayo que ha caído en mis recuerdos,
maldito sea el momento en que dio vida al duelo,
mil veces maldito aquél demonio venido del infierno,
¡y bendito sea el orgullo que a la cara del momento
aplasta como al gusano más vil del excremento
coprolaico infestado de aquél amor siniestro!.

Se abrieron nuevas puertas siniestradas del sendero,
se abrieron nuevas páginas amarillentas en silencio,
intentaré escribir mis nuevos pasos en su momento,
en sus blancos manchados por lágrimas de mis muertos,
intentaré escribir mis nuevos pasos en su momento,
si es que antes la cuerda no cae desde el techo.

He aquí al perro
He aquí al hombre

Texto agregado el 20-04-2014, y leído por 113 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-04-2014 cae con la furia de una espada cercenándole de un zarpazo los dedos a un árbol soñoliento en un cuadro... saludos atanasio
 
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