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LA SENDA DE LA FELICIDAD

Zimeón Moreta, hombre de poca fe, no conforme con lo que la vida le había proporcionado, una bonita familia compuesta por su hermosa mujer y tres maravillosos hijos, en salud y un mundo por delante para educarlo como Dios manda, como se dice. Un día, malhumorado ensilló su caballo y partió en busca de lo que llamaban « La felicidad»

En esta afanada búsqueda visitó varios poblados sin dar con lo que anhelaba encontrar. Donde preguntaba por ella le decían que no la conocían, nunca la habían visto; pero que siguiera su camino que quizás viviera mas adelante.

Cansado de caminar y caminar, un buen día se encontró con un humilde hombre que cargaba sobre su hombro un pequeño macuto.

-¡Buen día, señor! –Le saludó montado sobre el caballo- Puedes decirme donde vive «La felicidad»
El hombre desanimado le respondió.


-¡Vengo del lugar donde hace muchos años…. me dijeron que la vieron! La busqué por todo el poblado y no pude dar con ella, defraudado al no encontrarla, regreso cansado y frustrado a mi pueblo.

-Si quieres, lléguese hasta allí, ¡Quizás tengas más suerte que yo!- Continuó diciendo el desafortunado hombre continuando su camino de regreso.

El cielo en ese instante se encapotó presagiando tormenta. El hombre de repente se perdió de vista y Zimeón continuó su viaje en busca del lugar donde vieron por última vez «La felicidad» Anhelada por todos los hombres del mundo.

Aquella tarde plomiza, cuando la luz del día comenzaba a morir y las primeras estrellas hacían su aparición por el oriente. El jinete, montado en su caballo alazán, desde lo alto de una colina divisó muy cerca un pequeño poblado. Se estrujó sus ojos estropeados por los candentes rayos de sol del mes de mayo, el viento y la polvareda del camino durante su cabalgata. Aparentemente sin proponerselo, había llegado al destino ansiado y orientado por aquel señor, después de galopar por espacio de siete semanas sin descanso, probando bocado escasamente.

Clavó las espuelas en los flancos del animal para acelerar la marcha. De repente una fuerte ráfaga de luz amarillenta como un relámpago le cortó el paso.

El caballo relinchando levantó sus patas delanteras, emprendiendo velozmente la retaguardia como jonda que lleva el Diablo.

El hombre como pudo se sostuvo sobre el lomo del corcel, logrando con mucho esfuerzo controlarlo. El animal resoplaba furioso e inquieto, permitiendo que el hombre se desmontara y caminara con él sosteniéndolo de la brida.

Miró para todo lado sin ver nada. Quiso montarse de nuevo sobre el animal, pero éste no se lo permitió. Entonces pudo ver desde allí una gran luz que se elevaba sobre el poblado. El aura llegaba cerca de donde se encontraba. Se estrujó los ojos y se pellizcó un cachete de su cara para ver si estaba durmiendo, dándose cuenta en seguida que estaba bien despierto.

Se tumbó de rodillas sin quererlo, cuando la inmensa luz se proponía pasar sobre de él. El caballo hizo lo mismo, sus patas pareció que se quebraban quedando en posición de hinojos sobre el empinado terreno sin emitir ningún sonido.

Entonces, la luz tocó el cuerpo del hombre y del animal, transformándolos allende, convirtiéndolos en estatuas de granito. El cielo pareció abrirse, tragándose el manto lumínico. Al desaparecer la radiante luz, el hombre y el animal volvieron repentinamente a la vida. Todo había ocurrido en fracción de segundos, pensó el hombre. Solo recordaba de ese lapso de tiempo, un parpadear de ojos podía decirse, parado frente de él, un espectro luminoso con largas barbas doradas que casi rozaban el suelo. Unos ojos inmensos, melosos y penetrantes que los desalmaba por completo. Sus labios pronunciados se abrieron escasamente para susurrarle «La felicidad que buscáis está dentro de ti… sed cauto y la obtendrás… Sacad toda ambición que habita dentro de ti… Regad amor y verás como la felicidad te llegarás del cielo como recompensa por tus buenas acciones» Luego palpando su cabeza, le dijo: « Regresa a tu casa y pon en marcha lo que te digo y… ya verás, la felicidad y el amor serán tus recompensas» Luego la imagen se desvaneció en el aire.

El hombre se enderezó sin pronunciar una palabra. Se tocó incrédulo. Tomó el animal de la brida, dando un gran salto se subió sobre él. El animal no puso resistencia esta vez, emprendiendo velozmente el camino de regreso a su hogar, muy relajado; como si nada hubiera pasado.

A partir de entonces, el hombre fue muy feliz regando amor a cambio de nada.

JOSE NICANOR DE LA ROSA.




Texto agregado el 21-07-2014, y leído por 435 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
23-07-2014 Magnífico cuento!!! Se sacan conclusiones al leerlo. Bello, muy bello. Salud2 Sharmila
23-07-2014 La felicidad está en las pequeñas cosas... (El Principito, de A. de Saint Exupéry) Lindo tu relato. Clorinda
22-07-2014 Buscaba la felicidad porque no se dio cuenta que la tenía al lado.Que la componían sus hijos y su bella mujer de los que huyó . Me encantó,muchas veces somos desdichados por ignorancia. Me encantan estos textos que nos llevan a analizarnos y cambiar***** Victoria 6236013
22-07-2014 Gran escrito me recordó a la historia de un Rey, un rey que también buscaba la felicidad, al cual le dijeron que si vestía con la playera del hombre mas feliz del mundo el se convertiría en el hombre mas feliz del mundo. Sin embargo al encontrarlo se dio cuenta de que el no usaba playera. Saludos. Legendario
21-07-2014 Espléndida tu historia, amigo!***** MujerDiosa
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