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Estopín la mascota del buque


Esa tarde de enero de 1957, el Patrullero se estaba largando del muelle sur de Punta Arenas cuando llegó la información al puente de mando que Estopín no se encontraba a bordo. El Comandante ordenó detener el zarpe, el Segundo Comandante envió a dos marineros que fueran a buscarlo al Sobenes, Escampavía que solía acogerlo cuando se encontraban en el puerto.

A los pocos minutos casi se pudo sentir un suspiro de alivio general al verlo aparecer delante de los dos marineros; con su color de fondo blanco y sus manchas negras características, pues Estopín era la querida mascota del buque, un fox-terrier con mezcla de quizás qué quiltro puntarenense, pero que era el compañero fiel e inseparable de la dotación del Patrullero Lientur. Vivaz, valiente, independiente, transmitía alegría y energía.

El Patrullero navegó por el Estrecho de Magallanes en dirección hacia el Oeste en demanda de los Islotes Evangelistas. Su tarea, como de costumbre, era reabastecer el faro y efectuar el relevo de uno de los cuatro fareros de dotación en ese aislado lugar. Estopín, durante la navegación recorría los 44 metros de eslora del buque; se paraba en toldilla a juguetear con los marineros o bien iba al castillo a ladrarle a las toninas que cortaban veloces una y otra vez la proa del buque.

Luego de una tranquila navegación por el Estrecho comenzó a sentirse el efecto de la mar boba del Océano Pacífico, típica mar de fondo que queda después de un temporal y que entraba por la boca Occidental del Estrecho de Magallanes, pero afortunadamente ese día el faro “se podría hacer”, como decían los marinos del Lientur. El viento era suave y la mar estaba tranquila. En el radar aparecieron por la proa los islotes Evangelistas; después de una hora de navegación ya se pudo ver el faro, que desde su construcción en 1896, bajo la dirección del ingeniero inglés George Slight, se convirtió para las dotaciones de los buques de la Armada que debían aprovisionarlo en un símbolo de esfuerzo y proeza.

Evangelistas tiene fama de ser el faro de más difícil acceso en el mundo, un murallón de 12 metros de altura, donde el nivel del mar asciende y desciende varios metros; sólo la pericia de las dotaciones de las chalupas balleneras permite efectuar el desembarco de las provisiones mediante una pluma con un aparejo y de los hombres que deben lanzarse a una malla de cabo desplegada contra la pared de roca y trepar rápidamente para alcanzar la cima antes de que la chalupa los aprisione contra ella.

En el buque había gran actividad. Colocaron los deslizadores al costado, a la altura de la toldilla, arriaron la primera de las dos chalupas balleneras, la cargaron con víveres para el faro y, finalmente, se embarcaron los hombres que trabajarían en tierra. Estopín se notaba nervioso e inquieto, pues presentía que esta vez no sería de la partida. A continuación arriaron y embarcaron más víveres en la segunda ballenera; Estopín tampoco pudo embarcarse en esta oportunidad y así continuó durante todo el día. En todos los faros que hay desde el Golfo de Penas hasta la Antártica, Estopín acompañaba a los marinos del Lientur menos en Evangelistas y esto se notaba que lo intranquilizaba pues cada vez que trataba de saltar del buque a la chalupa alguien se lo impedía y así fueron pasando las horas hasta que llegaron las últimas luces del día que por la época del año sucedía bastante tarde, pero en la cara de los marinos se notaba que se encontraban contentos a pesar del cansancio, ya que en esta oportunidad la carga y el relevo de personal se habían efectuado sin contratiempos.

El buque levó anclas y zarpó nuevamente, navegando el Estrecho de Magallanes en demanda de Punta Arenas. El Comandante se encontraba tendido en su litera descansando después de un día de tensión permanente, cuando sintió una voz que decía: “Permiso, mi Comandante”, se levantó de la litera, encendió la luz del camarote y vió que era su Segundo Comandante.

—Sí, ¿qué pasa Campitos?

—Mi Comandante, tenemos un problema grave. Estopín no aparece por ninguna parte, lo hemos buscado por todo el buque y no hay señales de él. —El Comandante se despertó completamente, miró el reloj ubicado en el mamparo, eran las tres de la mañana, hacía 5 horas que habían zarpado de Evangelistas.

—Juntémonos en la cámara, que también asistan el Contra y el Suboficial Arroyo

Nadie a bordo pudo dormir a pesar del cansancio que tenían, la información de la desaparición de Estopín se había propagado rápidamente y el ambiente de consternación era palpable.

Después de la reunión en la cámara, habían contactado al Faro Evangelistas por radio y preguntado por Estopín, la respuesta negativa sólo confirmó lo que muchos predecían; seguramente Estopín había caído a las frías aguas del Estrecho durante las horas de faena y nadie se había percatado de ello.

Durante la navegación la gente del Lientur pensaba en lo sucedido: “por suerte no debe haber sufrido, uno se congela en menos de 1 minuto al caer al agua en estas latitudes”. Otros se sentían culpables, los que se habían quedado a bordo durante la faena, que eran muy pocos pues la mayoría bajaba al faro. Algunos recordaban esa vez que zarparon de Punta Arenas de noche, en medio de un fuerte temporal y sólo al día siguiente se dieron cuenta que Estopín estaba falto al zarpe; habían solicitado al Escampavía Sobenes, que se encontraba en puerto, que lo ubicara, lo embarcara y lo llevara con ellos cuando zarparan en su próxima comisión hacia el norte; en un rendez-vous recuperaron a Estopín con gran algarabía de todos.

El Patrullero recaló en Punta Arenas, pero lo que normalmente era ocasión de alegría, ahora era de tristeza. Se acercaban al muelle, cuando a lo lejos muchos empezaron a divisar un perro que les ladraba desde la punta del muelle, su silueta se recortaba nítida contra el límpido cielo puntarenense; se le veía con su color blanco con manchas negras, pero a medida que estuvieron más cerca, la silueta y los ladridos se esfumaron.

JORVAL (2)
280804

Texto agregado el 28-08-2004, y leído por 981 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
25-12-2007 hijo de puta... anciano de mierda...activa mi cuenta Ciberbaco
22-06-2006 Excelente!! Un relato que deja pegado a cualquier lector, aparte que dominas el vocablo de ese ramo. Lo felicito maestro. Desde caracas, un gran abrazo. bohemio5
17-02-2006 Muchos lo harab dicho , yo tambien me tranporte hacia el buque y me imagine a Estopin tambien , ladrando vivaz y jubilosamente , conozco poco de las playas de Chile pues solo fui una vez a Santiago pero me parece (al juzgar con respeto su relato) que la vida marina en su litoral y tiene historias maravillosas como la que acabo de leer o mejor dicho imaginar. Excelente. alvan
18-11-2005 Gracias por este paseo al faro de los Islotes Evangelistas, porque es un texto tan profuso que te transporta en él, te conviertes en un marinero dentro de ese buque y navegas en él en ese mar de palabras tan bien hiladas. Y es tal el sentimiento que transmite por el perro, que entristece hondamente al llegar al final. Un abrazo Ikalinen
02-08-2005 Estrellas fúnebres para Estopín... Amo a los perros y este relato, a pesar de lo bueno que es, me dejó triste. (Siempre me atrajo la idea de trabajar en el Faro Evangelista, en esa soledad helada, en ese abandono a uno mismo...) Extraño, ¿no? Felicitaciones, a pesar de lo triste, es un hermoso relato. duckfeet
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