Leo hoy domingo, en el baño (siempre me gusta leer algo allí), un artículo donde le realizan una entrevista a un prestigioso escritor y periodista radicado en New Jersey, Tomás Eloy Martínez, director del programa de Estudios latinoamericanos de la Universidad de Rutgers, sobre la realidad argentina actual.

Termino de leer, y me pregunto: ¿Qué dijo de nuevo? ¿Qué dijo que no conociéramos? ¿Qué dijo que no hubiéramos escuchado hasta la saciedad? Diagnósticos sobran, generalidades abundan, propuestas concretas escasean.

Hablan de la corrupción, de las irritantes diferencias en la distribución de la riqueza, de la falta de educación (o de su estado agónico), ni qué hablar de la salud, etcétera, etcétera.

¿Acaso no hay leyes y disposiciones para tomar en concreto y enfocar el camino necesario? ¿Acaso no podemos reformar las Constituciones, tanto Nacional como Provinciales y terminar con las reelecciones? ¿Acaso no podemos tener leyes electorales que eliminen las listas sábana? ¿Acaso no podemos tener un “juicio de residencia” para los funcionarios salientes y que den cuenta de lo que hicieron, de lo que no hicieron y de la evolución del patrimonio individual? ¿Acaso no podemos jerarquizar el sistema educativo, incluyendo las Universidades con medidas simples y concretas?
¿Acaso no podemos cambiar la exasperante distribución de la riqueza con leyes impositivas serias que comprometan a los que más tienen, y que la industria en negro deje de ser un deporte nacional? ¿Acaso no podemos implementar un sistema de ayuda social “despolitizado” con Organizaciones No Gubernamentales donde todos los estamentos sociales estén representados, y con control efectivo del estado y la Justicia? ¿Acaso no podemos poner en práctica un Sistema de Salud que establezca las prioridades de la población en cada área, y que, sin superponer esfuerzos y recursos, llegue donde se lo requiere en tiempo y forma, priorizando la atención primaria de la salud con planes y programas serios de prevención y promoción?

¿Acaso es tan difícil ordenarnos en la convivencia cotidiana, comenzando por respetar al otro en todos los ordenes que se dan diariamente en la vida comunitaria?

¿Acaso es tan difícil hacer lo que hay que hacer, sin anticiparlo con eternas declamaciones? ¿Acaso es tan difícil, cuando se habla por hablar, por salir en los medios, callarse?

Ahora mejor me callo. Quizá sea un buen ejemplo.