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Con este relato no pretendo que mis ideas se finquen en su mente, tampoco que sus creencias cambien a mi favor, solo quiero ser él que termine con esta fila de sucesos que me tiene al borde del suicidio, y de eso depende que usted me lea atentamente.

Mi nombre es Byron Philips Codwell, soy un ser maldito por culpa de una desventura, mi desgracia comenzó hace más de tres años en que mi esposa Lady Madeline falleció en un trágico accidente vehicular, para mí fue una perdida demasiado dolorosa, no podía superar mi depresión, no me fue posible aceptar los hechos que me dejaban viudo, a lo largo de un año lloré incesantemente su partida, abandoné mi trabajo y me autoexilié de la sociedad, solo los amigos más cercanos eran los que permanecían en constantes visitas para velar por mi salud.

Psicólogos y doctores desfilaban en mi alcoba, parecían todos fracasar pese a la gran inversión en mi salud, el dinero no fue problema siendo yo el último heredero de una familia bien acomodada en el norte del país; esta vieja casa también me ha sido heredada, cumpliendo con la tradición de nuestra estirpe de traspasar el inmueble hacia los descendientes, la mayoría de mis antecesores murieron de forma misteriosa, una extraña enfermedad degenerativa les cobraba su existencia sin explicación médica alguna, profesionales en la materia simplemente se limitaban a mencionar esta rareza como “el Síndrome Codwell”, el resto del pueblo decía que la familia y la casa estaban malditas, que el diablo habitaba en ella. Nadie comprendía que mi único mal era Lady Madeline, deseaba de vuelta su aroma sobre mis sabanas, su calor sobre mi piel, todo el conjunto de pequeños detalles que hacían de mi vida algo especial.

Solo una persona parecía entender mis padecimientos, mi viejo y entrañable amigo Donald Fellingway, siempre acudía a mis llamados cuando el dolor de la ausencia se agudizaba, estaba al pendiente de mí en todo momento, mi mejor amigo en este infierno.

Donald era un hombre exitoso en los negocios, un empresario famoso quien compartía conmigo su dolor, hace cinco años perdió a su hijo a causa de la polio, fue un momento traumático para él y su ahora ex mujer, me relató haberse sentido como yo, en un estado completo de desánimo, pero encontró alivio en la familia de ella. Estos tenían creencias muy distintas a las protestantes de nuestra zona, la tía de su ex esposa era una mujer rara y solitaria, acostumbraba a vestir de blanco en todo momento y a articular palabras extrañas que pocos entendían, la señora en cuestión se ganaba la vida realizando lecturas de manos y predicciones futuras, y entre otros dones, se encontraba el de hablar con los muertos.

Me contó su experiencia. Mediante una sesión espiritista había logrado comunicarse con su hijo, este puente entre vivo y difunto dio paz a sus agotadas almas; el saber que se encontraba bien le trajo bienestar a sus corazones. Cito textualmente sus palabras –“Una vez que te visitan, los dejas ir Byron”

Así que sin dudar exigí a mi amigo fijar día y hora para realizar una sesión espiritista, la cura a mis males era volver a comunicarme con mi Lady, asumo que Donald vio cierta enfermedad y locura en mis ojos desorbitados, tal vez solo deseó que dejara de arrugar el cuello de su camisa, accedió después de tomar mis manos con suavidad para retirarlas de su prenda maltratada.

Al cabo de una semana obtuve noticias positivas de su parte, tendría una visita de la extraña dama en mi domicilio; se imaginara mi algarabía, sentí que mis males desaparecían, todo rastro de depresión se transformaba en alegría, ahora había que preparar la llegada de la denominada “espiritista”

Aunque sé que mucho se ha hablado acerca de estas actividades y sus fraudulentos resultados, debo remarcar que los ocurridos la noche del quince de noviembre, son reales, y en mi persona y vida se han reflejado funestos y horripilantes hechos.

Madame Lucylle (nombre de la mentada espiritista) se presentó en mi hogar en medio de una noche amenazante, nubes cargadas de lluvia ocultaban las estrellas y luna en el cielo. Su presencia en la sala de mi casa me hizo estremecer, era una mujer adulta, vestía de blanco completamente, su rostro estaba cubierto por un velo del mismo color, de su cuello colgaban diversas imágenes, algunas de religiones que desconozco, iba acompañada por Donald y una persona más, ayudante de Madame Lucylle.

Mi introducción con la anciana fue innecesaria, parecía ser que mi fiel amigo le había dado todos los detalles de mi existencia y padecimientos, sin mayores reparos, decidimos empezar con la actividad.

Ocupamos la sala - comedor, allí se encuentra una mesa circular idónea para llevar a cabo la sesión, nos sentamos alrededor de ella, la anciana sacó de su bolso un artículo el cual nos serviría para entablar dialogo con el espíritu de mi amada, un pequeño péndulo de acero con base de madera que se colocó sobre la mesa. Nos explicó que este se movería cuando el espíritu se manifestara con nosotros.

Después de apagar las luces y alumbrarnos con una vela colocada en medio de nosotros, nos ubicamos en nuestras posiciones alrededor de la mesa, la silla en ese momento me resultó tan incómoda, un temor se mezclaba con emoción, la espiritista nos daba las últimas recomendaciones, nos pedía fe, tranquilidad y mucho valor. Es pertinente aclarar que lo que menos sentí fue tranquilidad, un miedo subía como enredadera por mi columna, ya no estaba tan seguro de mis peticiones.

Esporádicamente la sala se alumbraba completamente con las luces de los relámpagos, pequeñas explosiones de luz daban sombra a los muebles, dibujando sobre la pared figuras espectrales. Madame Lucylle dio la orden de tomarnos de las manos; me sentí apenado con ella y mi amigo Donald, mis manos estaban empapadas de sudor, aun así ninguno de ellos hizo expresión de desagrado al sentir la textura húmeda de mis palmas. A continuación se dio la orden de cerrar los ojos; tuve pavor de hacerlo, sentí que estaría a merced de lo desconocido por el simple hecho de permanecer en tinieblas totales. Al ver que todos habían cumplido el requerimiento, cerré mis parpados, no sin antes escuchar otra orden de la anciana -“Por nada del mundo, los vayan a abrir”.

Dicho lo anterior, mi oído se agudizó, solo escuchaba el golpear del aire sobre las ramas de los árboles y las primeras gotas de lluvia sobre el cristal de la ventana, la espiritista empezó a rezar en un idioma que no pude descifrar, aunado a que lo hacía muy quedo; empecé a sentir que la temperatura del lugar descendía dramáticamente, era frío lo que empezaba a experimentar. Madame Lucylle levantaba la voz, preguntó de manera pausada y clara –“Lady Madelline, si estás entre nosotros, manifiéstate con una señal contundente”-. Después de un silencio breve, escuché crujir los goznes de la puerta vieja que va al sotano. La piel de mi nuca se erizaba a la vez que me sentí tentado en abrir los ojos, me contuve obedientemente para no viciar la actividad de la anciana.

Una gota de sudor frío recorría mi espalda, Madame Lucylle preguntaba ahora si mi mujer venía sola, un mutismo completo se hizo en la sala, mis pulmones se llenaron de un olor nauseabundo, un fuerte aroma a cloaca se colaba por mis fosas nasales, sentí como la anciana me apretaba la mano fuertemente, no pude resistir más la presión y los nervios, abrí los ojos desobedeciendo las normas de la sesión; lo que observé fue terrorífico, mis dudas acerca de cuentos de fantasmas se disipaban ante tremenda prueba.

La débil luz amarillenta de la vela alumbraba a muchos entes alrededor de la mesa, todos ellos vestían ropas tan sucias y viejas como esta casa, el rostro de todos estos espectros estaba distorsionado, tampoco me atrevía a mirarles a los ojos, pero sentía sus miradas penetrantes. Uno de ellos tenía puesta su deforme mano sobre el hombro de Donald Fellingway que permanecía con los parpados cerrados, observaba como su quijada titiritaba de frío, la mano de Madame Lucylle me apretaba ahora más fuerte, en el viaje de mi mirada hacia ella observé como el péndulo se movía con toda fuerza de un lado hacía otro, una vez que fijé mis ojos sobre la anciana, aprecié debajo del velo blanco, el rostro descarnado de mi amada Lady Madelline, no sentí amor ni emoción de volverle a ver, todo lo contrario, sentí un horror inenarrable, sus ojos cubiertos por lechosas cataratas me miraban con odio, esa no era mi esposa, algo en esta casa pudrió su alma. Una fuerte corriente de aire helado dentro de la sala apagaba la luz de la vela, nos hundimos en completa obscuridad.

La sesión espiritista fracasó esa noche, los otros tres integrantes del circulo fallecieron desde su lugar, no los he movido de sus asientos desde ese momento, me duele mucho por mi amigo Donald, él solo quería ayudarme, sus facciones quedaron petrificadas, una mueca de pavor se congeló en su rostro, sus ojos ahora secos están desorbitados, su boca está abierta exageradamente, que terrible impresión se debió haber llevado.

Yo por mi parte, poco después de que la breve luz de la vela se apagó, rompí el circulo e intenté salir corriendo de esta casa maldita y heredada por la dinastía Codwell, me fue imposible, todos las cerraduras de las puertas y seguros de las ventanas parecían estar sellados, romperlas era aún imposible, una extraña fuerza mantenía al vidrío inquebrantable, quedé prisionero en mi propia morada, los entes malignos me atormentan cada noche, me golpean e impiden mi descanso.

No obstante aun, por si pensaba que mis pesares eran mayúsculos, le comentó que el “Sindrome Codwell” ha empezado a trabajar en mí, con la poca luz matutina que entra por las ventanas, puedo ver mis facciones descarnadas, día a día la carne de mi cuerpo y rostro me abandona, me estoy pudriendo en vida, me convierto en un cadáver viviente.

No crean que no he intentado pedir ayuda a los viejos amigos que me visitaban, cuando se acercaban a mi casa e intentaban abrir la puerta principal, estos advertían que se encontraba cerrada, por ende se aproximaban a la ventana de la sala, pegaban su cara sobre el cristal para observar adentro y lo único que veían era mi rostro espectral emerger desde las sombras, obviamente daban pasos en reversa mientras emitían gritos de horror, salían corriendo despavoridos sin devolver la vista.

Asumo que las leyendas que se contaban acerca de mi casa, han tomado más popularidad y generado zozobra entre los habitantes del lugar, escuchaba a mis antiguos vecinos decir que mi casa estaba embrujada, que lo mejor era mantenerse alejados; todos ellos se han ido mudando paulatinamente, dejando a mi domicilio aislado y en el deterioro. Ya nadie se acerca a visitarme, la valiente policía, al no presentarse denuncia sobre nuestras desapariciones, prefieren evitar comprobar si los macabros cuentos de terror que se dicen sobre mi hogar son ciertos. La gente cruza la acera para eludir pasar en frente de mi espeluznante morada, a veces me ven asomándome por la ventana, esto los hace huir como alma que lleva el diablo.

Como le he narrado, vivo prisionero de la casa Codwell, soy víctima de los constantes tormentos inducidos por los espectros que se alojaron después de la fallida sesión espiritista. Muero lentamente, el suicidio lo he contemplado, pero cada vez que lo intento, uno de estos demonios se me presenta para evitarlo, pareciera que me quieren mantener con vida, soy su diversión.

Mi última esperanza es que la ex esposa de Donald intenté venir a buscarlo, su pútrido cadáver se encuentra sentado en la mesa circular junto con la tía de esta y el asistente, dejaré estos escritos debajo de la ranura de la entrada principal, tal vez ella o usted, puedan dar con mis letras, y liberarme de este infierno en el que deambulo, dentro de la maldita casa Codwell.

Texto agregado el 09-10-2014, y leído por 78 visitantes. (0 votos)


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