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Inicio / Cuenteros Locales / Heraclitus / Tribulaciones de un asesino a sueldo

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Hola amigos:
Les cuento que soy una persona sencilla, nada ostentosa, desde que inicie mi labor de eliminar gente molesta, por dinero desde luego, he procurado siempre pasar desapercibido.
No me considero sicario, aunque muchos pensarán que si lo soy. No, desde luego que no, yo tengo mis reglas muy precisas, nunca elimino niños, ni mujeres en edad de merecer. Escojo a mis futuras víctimas: mujeres viejas y con mal genio, como suegras latosas, viejos que se dedican al agiotaje, los “agiotes” desalmados, abuelos dueños de fábricas con pensamientos obsoletos y que sólo están gastando oxígeno sin necesidad, ahora que está tan escaso y en general personas así que estorban a la felicidad de futuros herederos. Claro que soy caro, pero lo bueno cuesta y mi trabajo es discreto y sin riesgos para mis clientes.

Me llevé una desagradable sorpresa cuando un supuesto cliente me abordó con una pretensión fuera de tono. Les platicaré nuestra conversación:
—Nosotros somos hombres de negocios y lo que le ofrecemos es un “seguro de trabajo”, además tenga presente de que usted invade nuestro territorio —me dijo el hombre que se miraba distinguido, elegantemente vestido y muy seguro de sí mismo.
Cuál sería mi desconcierto, cuando yo lo que esperaba era una oferta de empleo. Por cierto mi interlocutor venía bien recomendado por un cliente que yo consideraba seguro y al que le había ayudado al suprimirle un suegro, cuya desaparición lo había hecho gerente de un negocio multimillonario.
— ¿Y cuáles son las condiciones de su seguro? —pregunté con serenidad— ¿y cómo se llama su empresa?
Con cara de aburrimiento me contestó:
—No sea ingenuo, nosotros al igual que usted trabajamos en la sombra. Llame a mi empresa X y las condiciones son del 50% de sus ingresos en sus trabajos particulares, y además le diremos de objetivos que tiene que eliminar, desde luego estos serán sin costo para nosotros.

¡Vaya descaro del tipo! Ya no los aburriré con detalles superfluos. Por varios días no pasó nada, sino que le di vueltas a mi problema existencial y llegué a varias conclusiones. Primero que nada pensé que yo tenía como se dice vulgarmente un “talón de Aquiles”, pues había un número telefónico que me hacía vulnerable, pero en descargo de esta debilidad de mi seguridad era que es la forma de comunicarse conmigo. Disculpé a mi cliente, pues de seguro a él también lo cobran “impuesto de piso” y para que le saliera más barato les dio el pitazo de mi persona. Cosas de negocios.
Volvió el fulano a comunicarse conmigo y me dio el nombre y la dirección de un sujeto. Al investigar a este individuo por medio de un colaborador mío supe que era un cantinero español, dueño del bar “La Numancia”. Con el pretexto de tomar una copa acudí temprano a dicha cantina, con la suerte de que el hispano estaba solo. Como en mi trabajo impera la sencillez, simplemente le descerrajé dos tiros, uno en el pecho y otro en la cabeza, dejé el arma empleada sobre el mostrador. Entre paréntesis debo decirles que nunca empleo una arma dos veces, las consigo sin registro y las abandono, así, o se las roban y el ladrón al emplearlas puede cargar con el crimen anterior o bien la policía se hace “bolas” al indagarlas.
En cuanto al investigador, don Tommy, que me ayuda es un señor anciano que trabajó en una oficina policiaca, por lo que tiene muchos contactos. Nunca fue del servicio activo, sino era simplemente un archivista pagado a destajo sin prestaciones laborales, que lo dieron de baja al saber que tenía cáncer. Lo conocí gracias a su nieta, una hermosa hetaira, que yo empleaba para satisfacer mis anhelos eróticos. Ella me contó de la pobreza del abuelo, su único pariente y que por eso tenía la bella dama que dedicarse al oficio más antiguo del mundo. Me hice amigo del abuelo, y una cosa llevó a otra, desde hace tiempo es mi magnífico colaborador, salió de la pobreza y ya está controlado del carcinoma. La nieta se ha casado con un rico prospecto y es un ama de casa muy decente. ¡Lo que hace el dinero!

Debo decirles que yo soy existencialista, por fortuna no tengo remordimientos y otras zarandajas por el estilo de las que nos hablan los curas. Sin embargo no me gusta trabajar de “oquis”, se pierde la ilusión del trabajo bien hecho. ¡Diablos, que problema existencial tenía! ¿Qué hacer? ¿Matar al cabrón emisario de la empresa X? ¿Matar al cliente chismoso? ¿Y luego? Probablemente mandarían a otro jijo de la chingada, o me darían “en la madre.”
Vueltas y más vueltas daba en la cama sin poder dormir, no le encontraba “cuadratura al círculo”. Con razón tiene tanto dinero el crimen organizado. Si pendejos no son. Al contrario si algo tienen es que son muy listos, por eso es tan difícil combatirlos. Y yo, un sólo individuo, ¿Qué podría hacer contra ellos? ¿Aguantarme y seguirles su juego? Ya de madrugada llegué a la conclusión de que eso era lo más lógico sobre todo por mi seguridad. Ni modo ¡Ya me chingaron! O debo armarme de paciencia y descubrir al que de verdad mangonea a estos hijos de puta.

Te mirarás en el espejo, contento contigo mismo, el Subsecretario de Estrategia e Inteligencia Policial a los 40 años, el funcionario más joven en ocupar este puesto de la Secretaria de la Seguridad Pública del País.
Pasarás de tinterillo de juzgado a uno de los puestos más importantes que un abogado puede aspirar. Gracias darás de haberte casado con la hija más fea del Secretario de Gobernación. Éste para compensarte te dio un empuje en tu carrera política. La vida es de los audaces, pensarás. Para revolcarte con hermosas prostitutas hasta te faltará el tiempo.
Repasarás el discurso que pronunciarás en la cena que te darán tus compañeros de generación de la Escuela Libre de Derecho, deberás mostrarte humilde, aunque en el fondo desprecies a la bola de lambiscones que acudirán al agasajo. Desde luego no les dirás de la cantidad tan grande de transas que tienes. De lo inteligente que eres. No sólo cobrarás impuestos especiales a las grandes empresas a través de tus testaferros, sino que se te abrirá un gran abanico de negocios.
Sonreirás con alegría al saber que has conseguido gratis al mejor sicario de la nación. Pobre pendejo tendrá que despachar a todos tus enemigos y nunca se imaginará quién es su verdadero jefe. Por lo pronto ya se escabechó a tu molesto ex suegro, el pinche español que te iba a acusar del asesinato de su hija con la que te casaste a lo pendejo cuando estudiante.
Pensarás que cuando deje de ser útil el cabrón matarife fácilmente lo desaparecerás. ¡Qué bella es la vida!

El dueño del salón de fiestas más elegante de la capital está feliz. El festejo en honor del Subsecretario está resultando un éxito, son más de cien los invitados al festejo, incluso ha acudido el Secretario de Gobernación, suegro del festejado. Sólo hubo un pequeño detalle, el mesero de más experiencia se ha reportado enfermo, pero el que lo sustituye es excelente. Es una suerte, pues el sindicato de los meseros es un verdadero problema. A lo mejor por quedar bien con los políticos es que mandaron al personal adecuado.
Es mucho el trabajo, pero la ganancia es enorme, viandas selectas, los vinos más caros y desde luego el show que se presenta es de lo mejor. Al apagarse las luces, salen las coristas e inmediatamente después la voz de seda y terciopelo de la cantante de moda. Los meseros muy activos escancian el vino, las copas siempre llenas y los comensales con deleite liban los brebajes que llevan al paraíso.
Con alegría el licenciado brinda con su suegro y bebe de su copa, de inmediato un mesero se acerca para servirle más licor, después de hacerlo, con diligencia y tranquilidad se retira.
La canción es romántica, le trae recuerdos al Secretario de Gobernación y voltea a comunicárselo a su yerno. Éste se encuentra recostado sobre la mesa, al moverlo se aprecia una mancha carmesí en su alba camisa y a manera de adorno el pomo dorado de un estilete a manera de adorno en el sitio del corazón.

—Ya le digo don Tommy, fue un verdadero desmadre, de inmediato sacaron al Secretario de Gobernación —comenzó a decirle el detective de la Novena Delegación de Policía—, “guaruras” iban y venían sin respetar “La Escena del Crimen”. Se perdió pues la gran cantidad de evidencias que se hubiera podido recoger mandando a la chingada la investigación criminalística.
— ¿Nadie se hizo responsable? —preguntó don Tommy, amigo del detective.
—Sí, pero “después de atole”. Con tanta gente sabrá Dios quién fue, y lo peor es que había un chingo de meseros y nadie supo quién atendió la mesa del difunto.
Desde luego don Tommy no le comentó a su amigo, que el Secretario General de Meseros de la CTM fue cliente de su jefe y benefactor.


Texto agregado el 27-12-2014, y leído por 215 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
27-12-2014 Te felicito. Sabes captar la atención del lector desde el comienzo y discurres por la calle de tu historia con suavidad, sin baches ni esquinazos. En lo personal me parece que desde la frase “Te mirarás en el espejo, contento contigo mismo” el voltaje del interés decae porque te empantanas en una elucubración un tanto larga y quizá no tan necesaria. Me agradó mucho leerte. Felicitaciones. ZEPOL
27-12-2014 El manejo que das a la trama,lo hace mas atractivo y misterioso.Me gusta.Un Abrazo y un 2.015 venturoso. gafer
27-12-2014 No cabe duda que planteas con fina ironía este fenómeno social de los delincuentes de cuello almidonado, blanco y de corbatas de fina seda italiana. Destaco, además de la historia tan bien llevada, tu pulcra narrativa y el excelente manejo del lenguaje. Se nota que eres una persona de gran cultura. Un abrazo, buen Heraclitus, como te llama Terryloki. SOFIAMA
27-12-2014 Mi buen Heraclitus: Tu cuento de clásico humor negro es sólo para diletantes. Las buenas conciencias se hacen los desatendidos. Nada como dijo Quincey: "El asesinato como una de las bellas artes". Felicidades. Terryloki
 
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