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Raúl se quedó mirando el volante, pegado en un poste de luz cerca a la panadería, como si fuera un aviso importante que cambiaría su vida. Era aviso de perro desaparecido. Estaba escrito un enorme “ME PERDÍ”, más abajo se podían ver dos fotos: la primera foto se mostraba a una joven de unos 15 años abrazando al perro perdido con todas sus fuerzas como si quisiera estrangularlo, en la segunda foto, que estaba al lado, se veía al perro solo frente a su plato. Debajo de las fotos se estaba escrito el nombre del perro (se llamaba Jessie) y la dirección y número de teléfono para contactar con la dueña en caso de encontrar al animal. También estaba escrito, aunque con la letra más pequeña, que había una recompensa.

Raúl le dio otro mordisco a su hamburguesa mientras veía el cartel. Hasta que un ladrido lo quitó de su trance. Miró hacia abajo y vio a un perro que estaba suplicando por un poco de comida mientras le miraba con los ojos más tiernos que pudo hacer. Raúl partió en dos lo que quedaba de su hamburguesa y lo tiró al suelo, el perro se comió el pedazo de un solo bocado. Después de comer el perro se dio la vuelta para seguir con su vida callejera. Raúl volteó y se dio cuenta (recién) de que ambos perros se parecían mucho. Ambos eran blancos, con una mancha negra en el ojo derecho (como un pirata) y una enorme mancha negra en la espalda. Y luego la imagen de la recompensa, que debe de ser más de 100 soles, pasó por su mente. Con ese dinero podría pagar el préstamo del banco.

Raúl se acercó más y más al perro que estaba inmóvil mirándolo fijamente, cuando estaba demasiado cerca el perro comenzó a correr lo más rápido que pudo. Raúl lo siguió pero el animal corría como si diablo fuera el que lo estaba persiguiendo y no un tipo delgado que solo vestía unos jeans gastados y rotos y un polo que le quedaba demasiado grande. Ambos corrieron por todo el mercado hasta que, gracias al salto más alto que Raúl pudo saltar, atrapo al perro que estaba acorralado entre tantos puestos que estaban ajustados por todo el mercado.

Raúl lo cargo y dijo:

- Por poco te me escapas perrito.

Ambos volvieron hasta donde estaba pegado el cartel y Raúl que con una mano cargaba al pequeño animal y con la otra arrancaba el volante del poste. Total ya había encontrado al perro.

Resulta que la dirección no estaba tan lejos de donde estaba parado así que fue caminado hasta la casa de la joven dueña, cargando al perro porque no quería que se volviera a escapar. Luego de treinta minutos de caminata por fin llegó a la casa de la dueña. Era una casa de dos pisos pintada de verde. Raúl no le importaba si la dueña vivía en una mansión o en una casa de esteras, lo único que le importaba era la recompensa los quizá más de 100 soles que podrían pagarle por solo entregar al perro que tenía entre manos.

Como estaba del todo seguro de que el perro que tenía era el correcto tocó el timbre con toda seguridad.

- ¿Quién es?- dijo una voz juvenil dentro de la casa.

- Vengo por el aviso del perro desaparecido, aquí tengo a su mascota perdida- dijo Raúl.

- Espera un momento ahorita bajo- dijo la dueña.

La joven abrió la puerta. No tenía más de 15 años, llevaba vestido unos pantalones azules y una blusa blanca. Raul le mostró el perro y esta emocionada abrió los brazos mientras una sonrisa de felicidad irradiaba su rostro.

- Jessie, estoy tan feliz de verte- dijo mientras abrazaba al perro.

La joven miró al animal por un momento y se dio cuenta de su error, solo con verle a los ojos.

- Un momento- dijo la joven.

Miró al perro un par de veces y, estando completamente segura, devolvió al animal a Raúl. Este no sabía que decir. Parecía que se había olvidado leer el guion para esta escena.

- Este no es mi perro- dijo la joven muy enojada.

- Pero son iguales- dijo Raul mientras sacaba el cartel de su bolsillo y al comprarlos, si, eran iguales.

- Pero mi perra es hembra, este es macho. Además la mancha de su ojo derecho es más pequeña- dijo la joven.

Raúl se le quedó mirando por unos segundos, sin decir nada. La joven, harta de verle la cara, cerró la puerta. A pesar de eso Raúl se quedó parado unos minutos frente a la puerta cargando al perro.

- SI no te vas en este momento, llamaré a la policía- dijo la dueña desde el segundo piso.

Raul se fue de la casa. Miró al animal y este también le echó un ojo. Raúl estaba furioso, pero se dio cuenta que el perro no tenía la culpa, ya que era solo una víctima de las circunstancias, así que se limitó a decir.

- ¿Quieres una hamburguesa?

Sin esperar una respuesta dejó al perro en el suelo y este lo siguió hasta la hamburguesería más cercana y esta vez después de comer no iba a huir. Raúl había perdido un aproximado de 100 soles pero había ganado un amigo.

Jessie apareció dos días después. Estaba muy bien y sana. La recompensa era el eterno agradecimiento de la joven, eso y 15 soles que tenía ahorrado.

Texto agregado el 14-01-2015, y leído por 123 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
28-01-2015 Gran historia. Hay grandes principios humanos contenidos en el relato. La narración es muy pulcra. Felicitaciones. Un abrazo. SOFIAMA
15-01-2015 Linda historia y por suerte entre gente bien nacida siempre priman los sentimientos. ***** suedith
15-01-2015 Es un cuento lleno de vida real, lo que parece ser un acto de interés, se convierte en un acto de amor. Legnais
15-01-2015 Tu cuento guarda una gran metáfora de la vida. Las circunstancias hacen que el interés primero devenga en el encuentro de una amistad fortuita. Una curiosidad, yo tengo perro y precisamente se llama Raúl. Un saludo. -VIGIA-
 
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