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Siempre me han gustado estos pedazos de tiempo suspendido. Voy en un bus que se dirige a tu encuentro y me acerca a donde tú estás. El bus no lo sabe, que te persigue. Que me lleva en su barriga, que yo soy un pasajero pensando en ti. Las calles de mi ciudad en su eterna primavera son una lluvia de flores amarillas. El bus pisa las flores que tapizan el camino a tu encuentro y yo no lo veo como una señal, me gustan los momentos en que la vida es la calle y los árboles que pasan corriendo por la ventana.

Entro al centro comercial y te encuentro sentada y arropada entre tu cuerpo. Tus manos atravesadas sobre tus pies cruzados te hacen parecer un refugio de tus nervios. Me siento y te saludo con un roce de mis labios en los tuyos, tu mirada se abre nerviosa y parece mirarme como si fuera la última vez. Las palabras son comunes y repetidas y se escapan cortas de tu garganta que parece intentar retenerlas: dices: amor, lo siento mucho, necesito un tiempo. Esas cosas tan de siempre. Yo te escucho y no te creo, sonrío: todavía pienso que el amor es un rayo que te fulmina de una vez y para siempre.

Me paro y me despido, el tiempo se ha ido rápido entre los temblores de tu voz y mi incredulidad. Me dices que me admiras por tomarlo todo de buena manera. Me paro, te abrazo, te intento asustar, despertarte en tu cariño hacia mí, te digo que es probable que nunca nos volvamos a ver. Dices que esperas que lo que yo diga no sea cierto. Y no es cierto. Todavía no lo sé pero tendré tiempo de verte a las dos semanas de la mano de ese otro hombre con un pene en el cerebro, verte al mes con un novio que te cubre y te besa y te monta al frente de mi vista como si yo no te sintiera todavía un poco mía. Podré verte todavía seis meses después besando a una mujer y alterada casi todo el tiempo, como desconocida. Cuando te pregunte por lo nuestro dirás que menos mal ya no y que ojalá yo lo olvide, lo supere. Me va a doler enterarme de que también el amor es mentira. Pero yo todavía no sé nada de esto.

Camino solo hacia al bus de regreso. El tiempo ni siquiera es lento, corre a saltos, se detiene para que pueda memorizar instantes. Voy en un bus que se dirige a mi casa y tú no estás. El bus no lo sabe, que tú no estás. Que me lleva en su barriga, que yo soy un pasajero pensando en ti. Las calles en las noches de mi ciudad son el humo negro de los buses que se comen las flores amarillas. Un hilo rojo de agua se mete en una cuneta y llega a la alcantarilla. Pero yo no me doy cuenta.

Texto agregado el 08-02-2015, y leído por 128 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-05-2015 que buen cuento! me gustó mucho el luego entre proceso interno-proceso externo. siento que Logras un bella y precisa precisa, con ritmos claros, imagenes con potencia y con ese juego entre los tiempos, el ahora que lo sabe todo de ese futuro desconocido. que bueno que tropecé con tu cuento saludos itzamna
 
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