¡Ven amor!, me dijo y, fui.


—Ven, amor. —Me dijo.

—Fui con los brazos abiertos… trompiqué y caí de bruces. ¡No volveré a embriagarme me prometí. Puesto en pie contemplé su desnudez mientras me decía otra vez desde el borde de la cama: —Ven, amor.

Acudí con andar esquivo por el bulto que iba en aumento entre mis piernas… perdí el paso y volví a caer. —Ven, amor. Repitió con voz sensual.

Al levantarme erotizado apresuré el paso extendiendo los brazos, a punto de alcanzarla oí a mi espalda que me decía: —¡Cuidado amor con el espejo! — ¡Demasiado tarde!, caí de breces y me estrellé contra el gran espejo de su dormitorio. Luego con el cuerpo adolorido y ensangrentado a punto del desmayo escuche que me decía: —Ven, amor. Te llevaré a un hospital.