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Lena era, un alma en proceso de rebelión, a sus cuarenta y tantos (no le gustaba decirlo, su rebelión no daba para tanto) era más que una dama, un barril de polvora en vestidos floreados, su esposo Julio, un tipo mayor a ella por lustro y medio, era de esas bolsas de piel y carne que hace ya mucho perdieron las ganas de vivir, y que por tradición se les dice "Don" de frente y "patán" por la espalda. Él mantenía una afición por las motocicletas que quizás, eran lo único que lo mantenía respirando o le causaba algún remoto interés, aparte de su ingesta de alcohol que, a palabras de él "No era ningún problema, de hecho, el único problema era que la vieja se estuviera quejando". Lena, "la vieja", fue críada para ser "Doña Lena" y servir a su amoroso jovencito (que no tardó en convertirse en un ogro) se apagaba junto la apatía de un Julio cada vez menos abril.
Yo, por otra parte, conocí esto de Lena cuando me lo contó en persona, mientras le servía café, llegó al negocio con una moto "vendí todo, y me fui, el tipo me dijo 'esta casa es mia, ¿qué vas a hacer? ¿irte sin nada?' así que vendí todos los muebles y le dejé la casa vacía, tomé una de sus motos y me vine, tuvo razón, la propiedad es de él, y se la dejé limpiecita... ¿La moto? Pues bueno, un interés a cambio del regalito que me dio nuestra última noche" Me comenta Lena, mientras me muestra una herida de un golpe en la cara, camuflado un poco con una gruesa capa de maquillaje "ojo por moto, simple". Era una tarde tranquila de pocos clientes, y yo me sentía más bonita que de costumbre, dentro de lo que el delantal me permitía, la curiosidad me empujó, "¿Ahora cual es tu plan?", dije calmada, "¡Ometepe!" me respondió con cierta ilusión, "siempre he querido viajar, y una isla tan bella me parece un buen inicio, Julio nunca me sacaba sino era para algún mandado al supermercado, estoy harta de servir, quiero vivir... Por otro lado, vos sirviendo café, en un local tan pequeñito, ¿Has ido a Nicaragua?", mientras me hablaba noté esa mirada que solo tiene la gente que está tan segura de sí misma, que no la detiene nada sino es la muerte, "Una vez, hace poco, pero no fui a Ometepe", Lena me interrumpió de un beso y fue clara "¿Te venís conmigo?", no tomó mucha conversación para cerrar el local, en una hora habíamos pasado la frontera, "Ay nena" me comentaba conduciendo su moto conmigo atrás "desperdicié varios años posponiendo cosas, mirá que perfectamente, podrías ser mi hija, pero bueno, un rato más y llegaremos al ferry que va a la isla". Debo admitir que nunca dudé, ni tuve miedo, no tenía nada que perder, pero si me dio mucha pena cuando me dijo lo de ser su hija, aunque no se ven bien dos mujeres como pareja para la gente, menos aún con cierta diferencia de edad, así que, supongo no era tan mal camuflaje, al menos en situaciones que involucren algún protocolo social. Cuando llegamos al ferry, el encargado nos miró, y al parecer notó el anillo de casada de Lena, me supuso como la hija, después preguntó si veniamos como familia los tres con la mirada buscando la figura paterna, hasta que le interrumpí "Sí, Lena, la moto y yo"

Texto agregado el 05-06-2015, y leído por 135 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
01-07-2015 Final magistral!!! jdp
19-06-2015 Muy, muy ingenioso. Tu talento te traiciona. -ZEPOL
06-06-2015 tiene sentido seroma
05-06-2015 Un relato agradable y fresco.Me gusto.Un Abrazo. Gafer
05-06-2015 Sencillamente perfecto . Y casualidades de la vida recientemente leí un comic basado en relatos de la isla y titulado como ella , y la verdad dan ganas de conocerla e incluso sería divertido encontrarse con Lena , su amiga y la moto . autumn_cedar
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