PESADILLA

Desde la noche que conocí a Nadia, la muchacha de ojos azules, mirada dulce, lánguida y penetrante; no he vuelto a tener pesadillas por las noches.

La veo entrar en mi sueño, jovial, con su faldita corta anudada a su cintura de avispa, dejando a la vista sus hermosos muslos, casi…casi… al inicio de los glúteos de su trasero maravilloso. Desaparece la desazón que de un tiempo a esta parte experimento en mis sueños. Mi pensamiento desde entonces busca estar con ella, haciendo mis sueños plácidos.

Hace cinco noches que se mudó al lado de mi casa. En ese corto tiempo nació entre nosotros una bella relación visual que armoniza muy bien, poniendo a vibrar en secreto mi corazón.

Siempre está acompañada de un niño que, al mimarlo parece ser su hijo. Es un niño especial, de apenas tres años. Su mirada perdida, habla muy claro de la desesperanza. Siento en él, un vacío que no complementa su existencia, dejándome en qué pensar.

La vida de la joven mujer y el niño es triste. Da espacio a pensar que fueron abandonados. Cosa que me pone a suspirar, abriendo en mí un ciclo de esperanza, que pone a trotar mi corazón.

Cuando cierro mis ojos, la veo venir con su bella sonrisa poniéndome a suspirar y a soñar con ella metida entre mis brazos. La observo desde mi ventana. Ella me mira, tomas mis manos, las acaricias. Abre su fina blusa azul y deja salir las bellas palomas blancas que guardas libremente sobre su hermoso pecho.

Abro los ojos y me doy cuenta que todo es una ilusión que vaga por mi cerebro. Vuelvo a cerrarlos, entonces veo un fantasma que se interpone entre nosotros. Es un hombre aparente y bien vestido que entra a la casa, carga el niño y le da un cálido beso en la mejilla. Luego lo deposita en el suelo y va donde está la mujer, la abraza y besa apasionadamente sus bellos labios. Ella ríe feliz, pegada al cuerpo varonil del hombre. Charlan entretenidos agarrados de las manos. Una y otra vez se abrazan, besan sus labios; se acarician como dos seres que se aman y disfrutan de su anhelado encuentro.

Abro nuevamente mis ojos y me doy cuenta que no es un sueño, ni la pesadilla que vivo por la noche. Los veo tirados desnudos, tendidos sobre la cama haciendo el amor con desesperación, recobrando el tiempo perdido desde su separación.

JOSE NICANOR DE LA ROSA.