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A veces ocurre que todo va mal; alguna misteriosa confabulación de casualidades nos sumerge en días oscuros.
Mi adolescencia se caracterizó por hechos traumáticos. Fui hijo único, circunstancia que me llevó a una niñez solitaria debido al marcado gusto de mis padres por vivir aislados en el campo.
La "mala suerte" comenzó a los diecisiete años cuando me transladé a la gran ciudad.
Tal vez ese evento desencadenó la psicosis de mi madre que terminó sus días en un hospital psiquiátrico, luego de varios intentos de suicidio. Mi padre murió de tristeza unos meses después.
Solo en el mundo, traté de encontrar amigos, pero no lograba relacionarme con las personas adecuadas. Mi vida transcurría de casa al trabajo, y viceversa.
Al poco tiempo comencé a evidenciar síntomas de la misma enfermedad que había padecido mi madre. Supuse que acabaría como ella.

Un día la conocí. Marta era la mujer ideal: dulce, cariñosa, compañera y bella. Nos enamoramos; volví a vivir.

Entonces apareció él.
Marta salía casi todas las tardes con excusas diferentes. Una vez la escuché mientras hablaba por teléfono con otro.

Confieso que los celos comenzaron a torturarme, y lo peor era que no me atrevía a enfrentarla. Prefería tragar mi veneno en silencio.

Cuando recibí un correo de su amante enloquecí. A medida que lo leía mi desesperación crecía. Él me detallaba sus sentimientos hacia mi mujer. Hasta rogó que lo comprendiera.
No pude terminar de leer; ciego de ira salí en busca de la culpable que nos había hechizado a ambos.

La encontré justo cuando salía de su trabajo. Observé ese rostro angelical y experimenté la angustia que me provocaba su engaño. Avancé hacia ella tratando de contener mis emociones. De pronto lo vi; se acercó y la besó en los labios.

Volví sobre mis pasos con una agobiante sensación de derrota.
Al llegar a casa, intuí su presencia y no me equivoqué. Estaba sentado en la sala; la oscuridad apenas me permitía distinguir sus facciones, pero pude ver un arma en sus manos. Luchamos por el amor de la traidora. Recuerdo la desesperación que se adueñó de ambos. También recuerdo el disparo.
Entonces cayó sobre la alfombra gris. En ese instante surgió en mí la idea de ayudarlo. Me incliné para descubrir un rostro idéntico al mío, y mientras llegaba la comprensión, supe que era tarde para salvarme.

Texto agregado el 12-08-2015, y leído por 272 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
03-01-2016 A mi entender, la estructura es perfecta: concisa, clara, descriptiva. El final, sin embargo, el final... Depresión no es lo mismo que psicósis; tal vez allí se desconecto la trama. Tu personaje es psicótico, no depresivo. No obstante, gran, gran narración. Pato-Guacalas
29-08-2015 Realmente traumático y con un final imprevisible, como beben ser los buenos cuentos. Muy bien! Clorinda
18-08-2015 Muy bien narrado con un final excelente***** jordifont
14-08-2015 Excelente relato, así de simple. Felicitaciones! TuNorte
13-08-2015 *****Excelente. (Me encantaría verlo en una película.) Solo_Agua
12-08-2015 Pues si, el demonio de lo celos es tan terrible, se regodea con saña. Cinco aullidos idénticos yar
12-08-2015 muy bueno, me gusto. carlosb
12-08-2015 Impresionante historia. Condensa con muy buen poder de síntesis el tipo de relatos de las buenas películas. Fue muy grato leerte Godiva. Gracias. MarceloE51
12-08-2015 brillante... Carloscaro me ha quitado las palabras... seroma
12-08-2015 Aunque sucinto muy bien narrado y nos prepara con la "depresión" dela madre para la esquizofrenia del personaje. Excelente el final mirado con la doble personalidad. Un beso. Carloscaro
 
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