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LA 2ª PARTE DE DON QUIJOTE

En 1615, diez años después de la primera, aparece la segunda parte del Quijote. Un año después, el 27 de abril, tendría lugar el fallecimiento de este insigne escritor, que dejó en el último periodo de su vida una lista admirable de obras inmortales:
–la 2ª parte del Quijote;
–la mayoría de las novelas ejemplares (Rinconete y Cortadillo; El licenciado vidriera; El celoso extremeño; El coloquio de los perros; La gitanilla...);
–los ocho entremeses;
–y la novela bizantina, acabada muy al final, Los trabajos de Persiles y Segismunda.
Voy a ocuparme en este estudio de la segunda parte del Quijote, menos conocida que la primera, menos estimada también. Sin embargo, gracias a ella suele decirse: "segundas partes nunca fueron buenas, salvo la del Quijote". Y con razón se dice, pues no solo es buena, sino que supera a la primera.
Pero vayamos por partes...
Cervantes no solo era un excelente escritor, además sabía escuchar, era un magnífico oyente; lo cual representa la base para poder rectificar. El que no escucha, desde luego que nunca modificará nada. Cervantes, atentísimo lo mismo a los escritos que circulaban impresos por ahí que a los decires que igualmente circulaban por ahí, no perdió la ocasión de apreciar en su conjunto la valoración que había tenido la lectura de la primera parte del Quijote. El éxito fue rotundo, algo que no se había conocido hasta entonces. Los ancianos y los muchachos se arrancaban el tomo de las manos, o bien pedían a gritos que alguien leyera en voz alta los capítulos. Las traducciones en otras lenguas empezaron a sucederse como cuentas de rosario. El pasmo fue general; incluso autores consagrados de la Corte, que habían saboreado largos años ha las mieles del triunfo, como es el caso de Félix Lope de Vega, sintieron en sus carnes los alfilerazos de la envidia.
Pero junto a los parabienes, que fueron innumerables, recibió nuestro autor quejas y lamentos. Y era que, le dijeron, las novelas intercaladas interrumpían la gracia de la narración de las aventuras de DQ y Sancho; distraían al lector; fastidiaban más que amenizaban; etc. Cervantes tomó nota de todo ello, y, en efecto, prescindió de las tales novelas intercaladas en la redacción de su segunda parte (a excepción de una historia de cautivos que aparece hacia el final, pero que por suerte no perturba en demasía el hilo de la narración principal).
Y aún hay otro hecho más importante, que es consecuencia de la publicación y consiguiente éxito de la primera parte; me refiero a la aparición del Quijote apócrifo, el Quijote de Avellaneda, escritor desconocido hasta la fecha y natural de Tordesillas. Cervantes le debe mucho a este libro, su segunda parte no hubiera sido la que fue sin la decisiva aportación que supuso el trabajo de Avellaneda.
En primer lugar, se dio cuenta de lo que no tenía que ser su libro. Advirtió bien a las claras, al leer las páginas de su rival, cuáles eran los peligros en ciernes tanto para la historia en sí como para la caracterización de los personajes. Al mismo tiempo, comprendió los méritos de su primera parte, que en el autor de Tordesillas faltaban de forma notoria. DQ y Sancho hacen reír, y su gracia ilimitada convierte toda la obra en una novela de humor. Esta fue quizá la causa principal de su éxito inmediato. Amo y escudero son graciosos, el uno por su locura real, el otro por su simplicidad y disparates dialécticos. En sus ardides se las ingenia siempre para guiar él, no ser guiado por los designios estrafalarios de un loco. La primera parte desarrolla el encuentro, jamás visto en la historia de la literatura, de dos mundos aparentemente contrarios: el mundo rústico, llano y vulgar de Sancho, y el mundo de altos propósitos y elevados pensamientos de DQ, un hidalgo venido a menos en su lugar. Esta es la materia prima con la que trabaja Cervantes, de sus manos saldrá el portento de la primera parte. Pero en las manos de Alonso de Avellaneda, el esfuerzo se malogra, la argamasa con la que fabricar su obra se echa a perder. ¿Por qué? Porque no ha sabido caracterizar a los personajes. Sancho adquiere con él rasgos vulgares, en el peor sentido de la palabra; es un glotón, malicioso a secas, sin chispa de gracia. Y DQ ya no es el valiente esforzado, o el esforzado valiente, sino que pasa a ser de la mano de Avellaneda un truhán, un obstinado, un loco simplísimo que comete locuras que causan espanto y enojo, además de sonrojo o bochorno ajeno. La gracia expresiva ha desaparecido como por ensalmo. Cervantes asimilará la lección. Un año antes de dar a la luz su estupenda segunda parte, sabe bien lo que esta no tiene que ser, lo que debe evitar si quiere que el conjunto de la creación no se malogre.
Así, reforzará la sicología de los personajes. Y es aquí donde comienzan los cambios importantes con relación a su primera parte.
Sancho había sido en las dos primeras salidas un contrapeso de la figura de DQ. La gracia de aquel emanaba por oposición, o contraste, con las gracias, o locuras, de este. Formaban un adecuado contrapunto: cuando el uno callaba, el otro hablaba, cuando el uno celebraba la situación, el otro aborrecía para sus adentros, y abominaba de los mil encantadores que en el mundo han sido.
En la 2ª parte esto cambia de forma radical. Sancho adquiere total autonomía, llega a emanciparse de su amo. Los chistes y simplezas del rústico labrador lo son ahora por sí mismos, no por contraste de lo que dijera poco antes su señor don DQ.
Conforme iba leyendo los capítulos del tomo segundo, advertía que cuando se anunciaba un diálogo mi espíritu se regocijaba por adelantado. Las conversaciones entre Sancho y DQ son un bálsamo para el alma. En mi modesta opinión constituyen, junto con las creaciones de Shakespeare, el mayor logro de la Literatura. Lo que da un valor inconmensurable a la obra de Cervantes es la elaboración de estos asombrosos diálogos. Representan el anticipo de lo que más tarde sería el género novelístico. Es necesario, pues, señalar sus cualidades más notables:
1) Reflejo fiel del habla popular. El realismo de Sancho contrasta con el idealismo de DQ; pero esto lo vemos, sobre todo, en la distinta manera de expresarse de cada uno. Sancho enriquece continuamente su discurso con un repertorio de refranes (los cuales proceden del acervo popular). Se equivoca a menudo y tropieza con las palabras. ¿No hace en ocasiones un uso aproximativo con el significado de tal o cual término? ¿Y no altera la morfología, pronuncia, por ejemplo, una vocal "i" donde debería decirse "e"...? Todo esto da un sabor auténtico a su forma de hablar; la hace creíble, más aún, la aproxima al lector, que se identificará con ella. Sancho sirve, de este modo, de anzuelo para atraer al vulgo-lector, quien por sincronía se sentirá enganchado al libro. Las historias que allí aparezcan le parecerán próximas solo por el hecho de que son referidas en castellano vulgar, en el castellano llano de todos los días, el que se expresa en casa o el que suena en la calle, nada más poner los pies afuera.
2) Caracterización de los personajes a través de su manera de hablar. Uno se define a sí mismo tanto por sus palabras como por sus hechos, y también el aspecto físico revela lo que somos. Estos tres elementos son utilizados por la novela; constituyen tres recursos diferenciados entre sí. A saber, el diálogo o el monólogo; la narración; y la descripción. El diálogo no es más que la acción o narración del pensamiento, es el pensamiento en movimiento. Por ello, es capaz de caracterizar la sicología de cualquier personaje. Cervantes buscaba ante todo la coherencia (que es la clave para hacer una obra creíble, verosímil). Y para lograr esto era necesario que un rústico hablase como un rústico y un cortesano como un cortesano. Un ejemplo de la fidelidad con el lenguaje propio de cada rango social lo encontramos en el episodio del vizcaíno, al principio de la obra, cuando este se expresa en un malísimo castellano, que lo hace difícil de entender

Texto agregado el 17-09-2015, y leído por 274 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
18-09-2015 Muy interesante tu ensayo, me gustó mucho en forma y fondo. Mis felicitaciones. gsap
18-09-2015 Agradecido, siempre es bueno aprender... achachila
17-09-2015 2 Admirable el capítulo en el que Sancho en su función de juez de la ínsula emite una sentencia que es exactamente uno de los juicios de Salomón. Esto reafirma la erudición de Cervanres. Gracias por compartir. ninive
17-09-2015 Tu ensayo ha tenido la virtud de tomar otra vez en mano al Quijote y saltando capítulos recordé muchas cosas. Lo releeré con placer sabiendo que en la relectura a esta edad encontraré otro sabor en las palabras del hidalgo y su escudero. Notable la transformación de Sancho gobernador de Barataria ninive
17-09-2015 Me agrado mucho de leer tu ensayo que aparece fluido e informativo. Estoy totalmente de acuerdo en que Don Quijote, es y será por muchos miles de años, una de las mejores obras escritas. rhcastro
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