BENDITO ADAGIO PARTE XIV

“Se despierta mi piel, cuando suspiro tu nombre”

El fin de semana fue tan agobiante que necesitaba endulzarme, urgía de chocolates, no encontré en los cajones, salí a comprar, respire aire, disfruté la noche, disfruté de las sombras que llegan y se pierden en el silencio de los adoquines que embellecen las calles. Disfruté de la magia de las estrellas que palpitaban en el cielo, palpitaban al ritmo de mi corazón cuando mencionaba su nombre.

¡Augusto! Ya no salía de mi mente.

¡Y eso me gustaba!

Quería que Javier me cuente más y más sobre él, en nuestros almuerzos, en nuestros espacios libres. El tema principal y final, era “Augusto”

-Andrea hoy salgo temprano ¿Te quedas?

-Si Javier un rato, en una hora.

-Está bien cariño, te cuidas - un gran beso, nos vemos.

Habría pasado aproximadamente una hora, estaba tan concentrada que me asustó el timbre del móvil, era Javier.

-Hola Javier ¿qué pasó?

-Andrea ¿aún sigues en la oficina?, si Javier, ¿necesitas algo?

-Necesito que salgas ¡Ya!

-¿Cómo?

-Sí, termina ahora, hay alguien que te espera.

-¡No!, no me digas.

-¡Sí! es mi galán e insistente primo, que quería verte, así que había coordinado una hora de salida, pero tú te excediste una hora más y no sales.

-Javier estoy como un loco, porque no me avisaste.

-Andrea no lo hagas esperar, te va a llamar le di tu número, disfruta - ¡espera!

Yo no sé qué tipo de nerviosismo me embargó, pero en vez de cerrar fácilmente todo se complicaba, en unos minutos sonó el móvil.

-¡Aló!
-Andrea hola soy Augusto – titubee.

¡Ambos titubeamos!

Después de unas cortas palabras, le dije que me esperara un momento- aceptó.

Guardé, cerré, me miré en la pantalla del computador tomándolo como espejo arreglé mi desordenado cabello.

Acercándome a la puerta de salida y al notar Jorge mi alegría - ¡Uhm! la respuesta estaba al alcance de sus ojos.

Y allí estaba, con el hermoso perfil que la noche realzaba.

Sonreímos, nos dimos un abrazo como si el tiempo nos hubiese negado uno, fue tan tibio, tan estremecedor. Estaba rendida delante de él.

Caminamos un momento, decidiendo donde iríamos, pregunté.

- ¿Qué deseas comer?

- A tu lado Andrea cualquier platillo es perfecto.
- Me gustó oír, me sedujo en el acto.

Había despertado todas mis ansias, unos segundos antes me había envuelto en su perfume y me había perdido en su mirada.

Esa noche sucedió el saludo de dos amigos que de lo contrario, nuestras mejillas no hubieran sido el límite para perdernos en un beso.

Luego de un breve y dulce caminar, se me ocurrió sugerir.

- Si deseas cenamos frente a la playa, conozco un restaurante donde preparan delicias nocturnas.

- Su respuesta inmediata “Sí”

- Llegamos a la playa, brillaba el mar, era una noche cálida.

Yo pedí causa de pulpa de cangrejo, él unas brochetas mixtas, como entrada, a nuestra “primera cita”

Caminamos un momento por la arena, no era la noche, que de pronto se tornó fría quien erizaba mi piel, era su cercanía, eran los pasos que juntos estábamos marcando para asentar nuestras huellas en un mismo segundo.

¡Habría sido el vino, la emoción! Quizá la mistura del sabor marino.

Habría sido el amor que en mí despertaba después de un gran letargo, teníamos unidas las manos y nuestro sonreír sostenía la armonía que en ese momento nos detuvo.

Lo miré, se dejó mirar, delinee cada parte de su rostro, cada cabello frágil que el viento acariciaba, cada brillo que la luz de luna lo otorgaba.
Oí cada latido, cada respiro que emanaba de nuestro ser.

Me miró, me dejé mirar, sus dedos trabajaron mis cabellos, sus labios intentaban una palabra, pero nuestras miradas ya habían alzado su voz.

Las olas ovacionaban nuestro encuentro, la brisa nos envolvía, la luna iluminaba nuestra silueta y el misterio de la noche cantaba una melodía, mientras nos mirábamos, mientras nos entregábamos a una primera caricia de rostro, a un primer sabor, a nuestra primera sombra unida y a nuestras manos que entretejían nuestra historia de Amor.

Continúa…

Krisna