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Peter abrazó fuertemente a Karen por la espalda, mientras las olas del mar arrojaban insolentemente agua salada sobre sus pies, hundidos en la arena. El sol se desperezaba lentamente entre las blanquecinas nubes sobre el inmenso océano atlántico. Los primeros rayos alumbraron sus rostros, colmados de felicidad. Había nacido un nuevo día en el mundo, algo cotidiano para el común de la gente, pero no para ellos. Los ojos celestes de Karen, perforaron el corazón de Peter, indefenso ante tal ataque demoledor.
-Te amo tanto Karen, que no podría vivir sin ti. Eres el oxígeno que necesito. Cuando no estás conmigo, se me dificulta la respiración. - Le dijo, mientras soltaba un brazo, fuertemente aprisionado a su cadera, y la dirigía a su lacio pelo rubio, acariciándola desde sus raíces hasta el final, cerca de la cintura. Ella se dio vuelta y lo miró a los ojos. Esos ojos de Peter, tan azules como el propio cielo y tan irresistibles como su trabajado cuerpo, propio de una escultura griega, no tuvieron otro destino en ella, que la subyugación.
-Yo también siento lo mismo. Los dos respiramos el mismo aire, el tuyo es el mío y el mío es el tuyo - Ella entornó su cabeza.
Peter la besó tan apasionadamente que el propio sol, con su poderosa fuerza y omnipotencia, no pudo más, y se sonrojó. Eran dos jóvenes amantes fundidos en las arenas de esa playa de ensueño. El la tomó de la mano y juntos, caminaron apaciblemente. El sonido del mar al chocar contra la costa, daba una extraña sensación de inmortalidad, de petrificación de ese instante para la eternidad. Algo que cualquier mortal podría guardar en su corazón para siempre. Luego de un rato, él se detuvo y la tomó del rostro suavemente.
-Quiero casarme contigo Karen. Te amo - le dijo con una voz tan armoniosa y justa, que era irresistible.
Karen levantó su mirada, él era un poco más alto que ella. El reflejo del sol hizo que los ojos celestes de Karen se tornaran más brillantes y transparentes, casi hasta la profundidad de su alma.
- Yo también te amo - le respondió ella, mientras lo tomaba de la nuca con sus manos, revolviendo su pelo; luego agregó - por supuesto que acepto. Te acepto y te amo, Peter.
Nuevamente se fundieron en un beso. Esta vez, sublime. Nada en esta tierra hubiera podido romper esa unión. Karen tenía veinte años y Peter veintitrés.

***

Hace cincuenta años que Peter mi pidió en matrimonio. Ahora tenemos dos hijos. Nuestra vida es tranquila, sin sobresaltos. Todo es normal salvo por lo que tengo dentro mío. Como decirle que no lo amo, que esa pasión que sentía se terminó, que esas mariposas que irrumpían en mí estómago cuando me hablaba, ya no existen. Como decirle que ya no me excita su cuerpo, su mirada. Su escaso pelo, ya casi no lo puedo acariciar.
Me siento miserable; ¡cómo puedo ser así, tan superficial!. Es verdad, él no es lo que era pero yo tampoco lo soy. Mi cintura ha aumentado de tamaño. Mis ojos celestes ya no brillan cuando tenía veinte años. Esas arrugas en el contorno de mis ojos, sé que no me favorecen.
No soy banal. Si bien esas cosas son importantes, no lo es todo. No lo amo pero no es por su aspecto físico. No lo amo porque esa llama prendida en mi corazón se apagó; no sé si fue mi culpa o la de él, no lo sé, solo sé que no existe.
Es un buen hombre, no tengo nada que reprocharle. Jamás me fue infiel, jamás. Es dedicado, siempre está atento a mis necesidades. ¡Porque, Dios mío, por qué…!. Acaso soy un monstruo por no amar a un hombre así. ¿Quien conoce en profundidad la naturaleza del amor, quien puede explicarme lo que me pasa y sobre todo, ayudarme a no sentir esto?. Lo veo como eso, como un gran hombre pero no como mi hombre.
¿Qué me pasa?. ¿Por que soy así?. No quiero sentir esto. Quiero estar enamorada de mi esposo, quiero recuperar esos días de antaño, en que éramos uno para el otro. ¿Donde están esos días ?... ¿Por qué se terminaron?. ¿Soy una mala mujer, una ingrata?. Debe ser eso…sí, debe ser eso… Debo redimirme. Tengo que luchar. No es justo que le haga esto a Peter. Yo debo estar mal, debe ser mi culpa por no amarlo, él no se lo merece. Resistiré, fingiré, diré cosas que no siento en mi corazón; lo haré, solo por él. Soy capaz de hacer todo por él. No podría verlo sufrir. Que el amor se haya terminado para mí no significa que tenga que terminarse para él. ¡ Ah !... que largo camino debo recorrer. Mi corazón está vacio, no existe nada y lo más trágico, es que no sé porque se terminó ese amor por él. La rutina, tal vez; los años, la repetición, el hacer y decir siempre lo mismo, la cotidianidad, el conocerlo hasta en sus más mínimos detalles, fue lo que mató el amor…¿ Será eso ?...

***

Hace cincuenta años que estoy casado con Karen. La amo como el primer día. Es una mujer maravillosa y es tan hermosa, a pesar de esas arrugas que tiene en los ojos y esa falta de cintura. Ella siempre se queja de eso, pero a mí no me importa. La amaría aunque estuviera calva y con una frondosa barba.
Esos ojos celestes que me miraron ese día en aquella playa, me eclipsaron. Fue el día más importante de mi vida porque ella me dijo que sí, que me amaba y que quería ser mi esposa. Tuvimos dos hermosos hijos, tan perfectos como ella. ¡Ah!…si ella me faltara moriría.
No sé qué hacer. Hace un tiempo que siento que es indiferente. Esta triste. Sus ojos me lo dicen, esos mismos ojos de hace cincuenta años no me pueden engañar. Ella no es feliz. He hecho todo pero siento que fracasé: ¿Que he hecho mal, en que me he equivocado ?... No puedo perderla. Mañana es su cumpleaños número setenta, tengo que hacer algo para recuperarla. Algo que le recuerde que la amo…

***

Al otro día, Peter le dijo a Karen:
- Quiero que me acompañes a un lugar muy especial. Por favor. - Los ojos azules de Peter, manchados con amarillo por su avanzada diabetes, le suplicaron.
- Está bien - Le respondió ella con indiferencia.
El la tomó de la mano, como hacia cincuenta años lo había hecho. Fueron caminando hacia esa playa, cosa que no hacían desde esa fecha. Peter la abrazó por la espalda, fuertemente. Acarició su desgastado pelo, continuó por su deformada cintura y luego la dio vuelta por los hombros.
El sol del amanecer reflejó sus ojos, que extrañamente recobraron su brillantez.
- Siempre te he amado. No sé si cometí errores, pero jamás dudes de mi amor por ti - Su ajada mano acarició el rostro de Karen.
Ella no pudo más y soltó algunas lágrimas. Las incertidumbres en su corazón se disiparon. Vio a ese hombre como era antaño, despojado de todo, de la rutina, del tedio diario, de las imperfecciones de su cuerpo; solo vio su alma nuevamente, como esa mañana cuando eran jóvenes. Solo eran dos seres fundidos en un nuevo amor. Un hermoso sentimiento se recuperó de las oscuras cenizas del tiempo y del destino. Karen lo besó con la misma pasión de aquellos años y él respondió igual. Jamás volvió a tener dudas.
“El amor nunca muere; a veces, solo se ausenta, pero siempre regresa”.

Texto agregado el 26-10-2015, y leído por 256 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
30-11-2015 Aunque solo sea una historia creo en el amor que vive y revive... saludos. krisna22z
08-11-2015 Qué hermosa historia de amor... glori
26-10-2015 El amor nunca muere, menos en un apareja que lleva 50 años o mas juntos. La historia está muy bien narrada y los recursos son acertados. Saludos! TuNorte
26-10-2015 Discrepo con NINI y en tu cuento ha demorado mucho. El tiempo destruye el amor de los que NO se aman, de los que sí, es solo el telón de fondo. Un abrazo. Carloscaro
26-10-2015 No todo lo que empieza bien acaba mal, y viceversa. LorenzoGarrido
26-10-2015 Una bella historia! con un hermoso final. El amor es así, se enfría; pero la astucia de él, pudo calentarlo y tener ese final. El tiempo inexorable se encarga de destruir el amor de los que se aman, tu pluma lo ha evitado. Saludos. NINI
 
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