Me habían regalado una linterna- boligrafo aquel día en un mercadillo callejero, un vendedor ambulante al que le había hecho gasto. Hemos entablado conversación. Le he preguntado varias cosas, como si tenían patrón y cuál era.
- San Judas Iscariote- me ha respondido en broma.

He reflexionado por el camino de vuelta que todos o muchos entramos en la denominación. No dar por precio cierto pero qué no es la vida sino comerciar un poco con las amistades que se nos acercan. Va un incauto y se le ocurre escribirnos una carta, o incauta. Craso error, pues a la vuelta de la esquina le estamos poniendo la puntilla. Por eso admiro a los que no tienen a nadie. No hay nadie tan íntegro como quien es objeto de chanzas de la mayoría.
Se ha hecho de noche y he empezado a usar la linterna. Va de maravilla. De pronto me ha empezado a parecer mi casa una caverna. Con el sonido de mis tripas y sin más reflejos que los del aparato lumínico, me he retrotraído a los tiempos prehistóricos de las tabernas; digo de las cavernas.