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En el cielo.
Los ángeles, igual que las personas tienen sentimientos, aún más que nosotros, por eso hay ángeles buenos y ángeles no tan buenos y los llamo así porque no es que sean malos lo que pasa es que son juguetones y les gusta, como a los niños hacer “diabluras”.
Querubín era un ángel de rulos dorados y mirada penetrante, era el más sabio de los ángeles niños, era muy inteligente y le gustaba ayudar a los humanos, grandes y chicos, por eso, todas las noches, antes de ir a dormir, daba una mirada a la tierra para escuchar las penas de ellos y ver si con su ayuda podía hacer algo para aliviar el dolor de los que pedían ayuda.
Esa era una noche particularmente fría, tan fría que hasta los ángeles debían abrigarse con sus alas para no sentirlo.
Aladín, era el ángel pillo, de esos que andaban siempre molestando a los humanos y a los propios ángeles, era aún un niñito que soñaba con ser el jefe de los ángeles pero que del cual todos se reían.
En un callejón, en la tierra, una madre trata de abrigar a sus hijos mientras pide limosnas para poder darles de comer, sabiendo que era muy difícil que pasaran la noche al aire libre, no esa noche que estaba empezando a nevar.
Esa madre rezaba y bendecía a quienes le tendían una moneda, varios eran los transeúntes que al pasar le daban algo pero también era cierto que otros tantos y más aun los que verdaderamente podían, miraban hacia otro lado al pasar frente a esa familia.
Aladin no podía estar quieto y mandaba un poco más de viento, soplando y tratando de hacer caer más nieve, sin conseguirlo porque el tiempo no es cosa de niños y así se lo decían los ángeles mayores.
Pero tanto sopló y sopló hasta que una rama de un árbol cayó a los pies de uno de los niños, lastimándolo.
La madre a gritos pidió ayuda hasta que un hombre que manejaba un taxi, se detuvo y los llevó al hospital.
La mujer estaba tan agradecida que bendijo al taxista diciéndole que rezaría por su bienestar y prosperidad y la de los suyos y que jamás olvidaría ese noble gesto.
Tan conmovido estaba el hombre que le dejó dinero para que esa noche no pasaran en la calle, fueran a algún refugio y comieran algo.
Mientras esto sucedía en la tierra, Querubín que había visto todo, desde su ventanita del cielo, pensó que era tiempo de que esa gente recibiera ayuda.
Fue así que el taximetrista volvió a su trabajo, le esperaba una larga noche, en su casa también había problemas, su esposa estaba a punto de dar a luz a su primer hijo y el parto se estaba atrasando pero él igual debía salir a trabajar, la familia se agrandaba y el dinero… bueno, el dinero siempre hace falta.
A las tres de la madrugada lo llaman al conductor del taxi para decirle que su esposa estaba dando a luz y que el parto se había complicado un poco.
Más que volando condujo hasta el hospital donde se encontraba su mujer y al llegar va a la sala donde una joven mujer lo está esperando con un pequeñín tan bonito que su padre pensó, gracias Dios mío, me devolviste la Fe.
Como por milagro, minutos antes el niño se dio vuelta y el parto fue completamente normal y nació un bebote regordete de mejillas tan rosadas que tanto el padre como la madre al unísono dijeron:
___Parece un querubín!
Esa noche, la mujer y sus hijos fueron atendidos por el médico y después de vendarle el pie a uno de los niños, los llevó personalmente hasta el refugio más cercano ya que era la hora de salida para él.
Mientras tanto en el cielo, unos minutos antes Dios hablaba con Aladín, lo reprendía por lo que hacía pero a la vez le dio otras tareas diciéndole que de ahí en más él ocuparía el lugar de Querubín ya que él por muchos años iba a estar con una familia que lo querían más que a nada en el mundo y que harían un hombre de bien de él, ya que habían sido bendecidos por una madre que tenía verdadera Fe y como todos sabemos…La Fe puede mover montañas!
Y fue así que todos vivieron felices, la madre al recuperar la Fe, el chófer con su esposa y su pequeño Querubín, enviado del cielo, el propio Querubín, feliz de haber regresado a la tierra con una familia que tanto lo deseaba y Aladín, el nuevo ángel, que ahora había dejado de ser tan juguetón para convertirse en lo que él quería, un verdadero ángel y poder así ayudar a los demás.
Y la vida continuó y llegó el día en que aquella madre, luego de tanto orar y luchar, tuvo la recompensa que Dios le mandó, uno de sus hijos había estudiado y era un buen maestro mientras que el otro era carpintero, los dos trabajaban y mantenían a su madre que no cesaba de dar las gracias al cielo.
La vida tiene muchas vueltas, pruebas a las que somos sometidos los mortales pero tiene también recompensas, hoy podemos estar en lo más alto para, mañana bajar o viceversa.
Para eso están los ángeles, ayudantes de Dios para poner el equilibrio en esta tierra bendita que tanto amamos y que a la vez destruimos sin darnos cuenta.
Omenia 2015


Texto agregado el 05-01-2016, y leído por 320 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
07-01-2016 Yo sigo encantada con tus cuentos.5* bishujoo
05-01-2016 Tierno, dulce y mágico. Me ha conmovido, Omenia querida. Bello, muy bello tu cuento. Un abrazo refull. SOFIAMA
05-01-2016 bella historia. blasebo
05-01-2016 Bonito querubín grilo
05-01-2016 Bella historia, bella historia de ángeles que saben que lo son y así ha de ser siempre, para mantener el candor de quienes nos negamos a vendernos al materialismo que no cree ni en las fantasías, esas que alimentan el espíritu y producen felicidad. Bello tu relato.+++++ crazymouse
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