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¿LECCIÓN JUSTIFICADA?


Hasta la finca utilizada como refugio por el célebre pintor y escultor Antonioni Brussino, llegó aquel potentado a solicitarle sus servicios. Con el desdén acostumbrado en aquellos a quienes la fortuna les ha sonreído, Federico Diardelli colocó sobre una mesa que estaba frente del artista una bolsa con monedas de oro y le dijo:

—Maestro, pago por adelantado tus servicios—

—Habrás de pintar un cuadro de mi hija Caterina, en donde se exprese lo que más impacte de su persona a tu exquisita sensibilidad de artista—

—Estoy seguro será una obra maestra que habrá de hacer inmortal al pintor como a la modelo—

Sin agregar más el personaje dio media vuelta y salió del estudio del artista seguido de un séquito de sirvientes, dejando tras de sí la energía negativa de su desagradable presencia. Antonioni sin perder la calma siguió en la tarea de limpiar sus pinceles y preparar el lienzo que para él era como un ritual sagrado.

Algunos días después se presentó Caterina Diardelli, era una hermosa joven como de unos veinte años de edad, la naturaleza había sido pródiga con ella, poseía un rostro angelical, de facciones clásicas, eran el marco perfecto para unos ojos de un intenso azul que cobraban matices seductores cuando la sonrisa aparecía en sus labios semejantes a un botón de rosa roja al abrirse a la vida. Y el cuerpo, ¡qué cuerpo!, níveo, sensual, vigoroso, los ropajes de la época no lograban ocultar la morbidez de sus carnes que eran para la imaginación como pulpa del fruto prohibido.

Desde el primer encuentro Caterina se mostró tal cual era, exigió al artista pintara su cuerpo en un desnudo total, pues deseaba que su imagen sensual fuera admirada por hombres y mujeres, quería hacer de su desnudez motivo de contemplación, de envidia y un pretexto para despertar la libido de cualquiera.

A medida que la obra avanzaba Antonioni iba enamorándose apasionadamente de su hermosa modelo a pesar de casi no cruzar palabra con ella. Dejaba a su pincel deslizarse sobre el lienzo, primero suavemente, luego con un ritmo más vivo, para después contenerse mortificado, febril, porque imaginaba eran sus manos ansiosas quienes recorrían el lienzo terso de la piel femenina que a unos metros mostraba su excitante desnudez. Imaginaba pintar sobre ese lienzo desnudo, pero no con pinturas comunes... ¡Él lo haría con una mezcla de sudor, saliva, lágrimas y semen!

— ¡Maldito oficio el mío!, me muestra la entrada al Paraíso, pero me niega su acceso— —Pensaba abrumado.

Finalmente, no resistió más, el artista tomó una decisión, convocó a Federico Diardelli y le anunció no poder terminar la pintura, le devolvió las monedas de oro y no le dio más explicaciones confiado en su fama de excelente pintor y posición privilegiada dentro de los grupos de poder de esa época fueran suficientes para contener la ira del potentado. Sólo se quedaría con la amarga experiencia de una bellísima obra inconclusa y sus deseos mórbidos insatisfechos.

Algunas semanas después, un amanecer tibio de octubre fue testigo silente de la llegada de Caterina a la casa del artista, iba cubierta totalmente por una capa que remataba en una capucha que le daba total discreción a su cuerpo y al rostro. No iba acompañada de sus criados como era la costumbre. Fue recibida por un sorprendido Antonioni a quien de inmediato la bella mujer le increpó:

— ¿Prefieres dejar sin terminar tu obra maestra, tan solo por cobardía? —

— ¡Nunca me pediste nada de lo que tanto deseabas, me fue fácil imaginarlo en el brillo lujurioso de tu mirada!—

Luego continuó hablando sin darle oportunidad al hombre ni siquiera de balbucear alguna palabra.

— ¿Pensabas que iba a ofrecerme? —

—No lo creí necesario, imaginé que terminarías por vencer tu estúpido miedo y al final me harías con tu genio, famosa para siempre—

De improviso, de frente al pintor quien la escuchaba boquiabierto desabotonó la capa dejando a la vista su espléndido cuerpo desnudo…

— ¡Vamos, cobra por tu arte!, es más grande mi vanidad que mi recato. Y la mujer se abandonó a los deseos del artista.

Lo que sucedió ahí sólo lo saben los amantes. Debió haber sido algo grandioso porque los suspiros y los gemidos de placer viajaron a grandes distancias llevados por la fuerza indiscreta del viento de aquella mañana apasionada. Al atardecer, cuando el sol palidecía en lontananza, una figura femenina cubierta con capa y capucha abandonó la casa del artista sin volver siquiera para esbozar una sonrisa de despedida, se alejaba para no regresar jamás, partía dejando tras de sí a un hombre tan enamorado como decepcionado, el artista la vio irse como una brizna de hierba perdida en la llanura, envuelta en el loco juego del viento otoñal.

Cuando el cuadro del famoso pintor se dio a conocer al público en una apoteótica presentación, críticos y admiradores se encontraron ante una pintura digna del arte de un genio, el cuadro mostraba la belleza extraordinaria de un cuerpo de mujer desnuda que apenas disimulaba su hermoso rostro, lo suficiente para no ser reconocida la identidad de la modelo. Era una figura enigmática y arrebatadora. La forma femenina se mostraba en medio de un paisaje sombrío pero magnifico, lleno de claroscuros que se iluminaban con los fulgores cegadores de unos ojos azul intenso.

Poco después, Antonioni Brussino fue apartado violentamente de entre sus admiradores quienes lo felicitaban por su obra de arte, como ya empezaban a llamarla los conocedores. Era Caterina Diardelli, quien como la última vez que se vieron, de inmediato le increpó con el bello rostro desencajado:

— ¿Qué has pintado miserable? —

— ¿Por qué no se distingue en la pintura mi rostro con toda claridad? —

— ¡Nadie me reconoce! —

— ¡Contéstame maldito! — — le gritó, mientras los murmullos de desaprobación por la ofensa al artista empezaron a escucharse.

Elevando su voz por encima de las de los demás Antonioni contestó:
— ¡He pintado tu alma Caterina! ¡Es tu alma al desnudo!



Texto agregado el 30-01-2016, y leído por 328 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
31-01-2016 Mucho no puedo agregar sobre la crítica meramente literaria, sin embargo, puedo decir que ésto del pintor aventurado al duro trabajo de retratar la tortuosa figura de una mujer puede llevar al desquicio a cualquiera solo de imaginarlo, bien por el personaje que ha sabido buscar el mejor perfil de su modelo (el alma). He disfrutado de la lectura como disfruta el pintor de sus musas. Excelente! Saludos! TuNorte
30-01-2016 Gran intensidad en tu relato y una leccion para la bella Caterina al final, totalmente justificada. Cinco aullidos azules Yar
30-01-2016 Que pintura... julianga
30-01-2016 estupendo relato, adhiero comentario de gsap...***** blasebo
30-01-2016 Narrativa de sobresaliente, te atrapa hasta el final y deja su moraleja. Que más se puede pedir? 10×. grilo
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