Anoche me dormí muy tarde aunque me acosté temprano. Me quedé en la cama varias horas, esperando a que me diera sueño. A las dos de la mañana empezó el silencio: o todos dormían o todos esperaban. Cansado de pensar en dormirme pensé en no pensar en nada. No fui capaz. Con la madrugada en silencio mis pensamientos empezaron a hablar en voz alta. Me rodeé la cabeza con la almohada para cubrirme de mí. Y el silencio se hizo más fuerte. Se redujo a mi respiración aumentada, un pálpito y algún insecto. Entonces me di cuenta de que en realidad nunca había escuchado el silencio. Que debajo o detrás del silencio siempre hay algo. Y ese algo que queda tiene un ritmo. Áspero y fluido como una inhalación y una exhalación. O como ese tambor constante que es un pálpito. O como el sonido agudo de un insecto lejano. Todavía no sé a qué suena el silencio. Pero sé que suena a algo. Que tiene ritmo. Y se parece a mí.