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MARÍA SUSPIROS



“María Suspiros” la llamaban por el eterno estado melancólico en el que vivía. Nadie, ni ella misma, estaba enterada de la razón de esa forma de vivir. Del porqué de esa tristeza, de ese padecimiento exento de dolor, como el desasosiego infiltrado hasta los huesos provocado por la neblina compañera incomoda cuando llega la lluvia.

Los padres de María suspiros imaginaron una y muchas causas probables para justificar aquel estado de animo de su hija: Tal vez era una reacción psicológica ante algún evento de los tiempos idos. Luego les dio por imaginar la melancolía de María como una formula virtuosa para acercarse al pasado o relacionarse con el futuro. Porque No hay melancolía sin memoria ni memoria sin melancolía. Lo dijo Will Rogers. Un filtro quizás fuera, como autodefensa ante las vicisitudes de la vida, también lo pensaron.

Sea como fuere el estado melancólico de María se volvió persistente hasta su edad adulta. Quienes pensaron se debía a la ausencia de Pablo Albarrán, su novio de juventud, se equivocaron por completo. Pablo regresó a los pocos años y volvió a cortejar a María, el hombre se topó con un muro de suspiros y terminó por irse definitivamente del pueblo aquel. Dando al traste con el diagnóstico del abuelo de María, quien solía gritar: “Lo que esta mujer quiere es un marido, que la enseñe a reír en la cama.”

Ah la melancolía: Es la sombra, lejos de la luz del día, la melancolía suspira sobre la cama triste, el dolor a su lado, y la migraña en su cabeza. como lo apuntó Alexander Pope. También es la desdicha emanada de la observación, el cansancio vital manifestado en suspiros. Heraldo de la vejez, presunción de que el pretérito era mejor, un pasadizo hacia el aislamiento o posiblemente una coraza contra el incierto porvenir. Todo esto y más es la melancolía.

A quien menos preocupaba aquel estado de ánimo, esa dolencia del alma era a María, pues encontró la forma de desahogarla en cada uno de sus suspiros. Se acostumbró a vivir con esos ataques intermitentes de melancolía y tristeza. Para ella era igual a vivir con una vieja herida de bala muy cerca del corazón, que duele cuando hay humedad. Después de todo la vida puede ser una fiesta o un velorio. Uno es quien decide. Pensaba María.

Hasta aquella noche cuando María se soñó apenas una doncella de trece años quien en estado de Gracia escuchaba la voz de Dios, de santa Catalina de Alejandría y de santa Margarita de Antioquía, quienes la indujeron a enarbolar la espada y una bandera en una cruzada político-religiosa que duró más de cien años, lo hizo en defensa de un país lejano. Entonces María por fin se vio plena de felicidad encarnando el cuerpo de otra mujer. En su sueño se sintió vigorosa, llena de optimismo, liderando a cientos de hombres que obedecían fielmente sus órdenes.

María soñando galopó victoriosa por las campiñas francesas. Liberó ciudades, fue vitoreada, premiada por la realeza y finalmente capturada. En este punto despertó a la realidad. Ya no había melancolía en su rostro ahora sonriente. Sus familiares al verla se llenaron de asombro y luego de felicidad. Al atardecer de aquel día María suspiraba, pero de cansancio. Toda la jornada fue de un trajín extraordinario. Idas y venidas al almacén donde adquirió una serie de implementos sin explicárselo a nadie. Al siguiente día muy de mañana, por cierto un treinta de mayo, María asistió al confesionario, luego comulgó bajo el ritual católico. De regreso a casa se vistió con una túnica. En el patio de su casa, siempre sonriendo, ante la mirada extrañada de su familia se roció profusamente el cuerpo con queroseno, prendió una cerilla y se inmoló con una amplia sonrisa dibujada en su rostro, gesto difuminado luego entre los atroces dolores que después la invadieron.

Sus padres juran haber visto cuando las llamas alcanzaron la mayor intensidad, el semblante de María volverse a cuajar de nostalgia. Probablemente porque imaginaba a la melancolía como su única compañera en los interminables caminos de la muerte donde recordaría con tristeza a esos seres a quienes ahora dejaba. Tal vez solo es una leyenda o habladurías de la gente, pero cuentan quienes presenciaron la inmolación, que al final, cuando todo se había consumado, de aquel montón de cenizas… se elevó un lastimero suspiro.




Texto agregado el 26-02-2016, y leído por 363 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
01-03-2016 El exceso de melancolía suele ponerme de mal humor, pero la forma en que expones ésta "patología" en tu relato; puede ser disfrutado de forma meramente literaria. Saludos! TuNorte
27-02-2016 Una apología al sentimiento de melancolía. Fuerte tufo a García Márquez - lo cual me agrado- y la vida es una fiesta por supuesto. Cinco aullidos aprendiendo Yar
27-02-2016 Es una triste historia, donde se manifiesta el sacrificio de un ser humano. La mente del ser humano, es muy difícil de comprender, esa actitud es de descontento, brutalidad y desconocimiento del mundo que nos rodea. Finalmente es una gran historia. Saludos. NINI
27-02-2016 ××××× estrellas para Maria Suspiros. grilo
27-02-2016 La mujer soltera es mirada con desconfianza. Tu relato tomó fuerza, al recrear en María, la vida de Juana de Arcos. Un abrazo. girouette-
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