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Arigato Kawabata entró justo a tiempo en su lujoso departamento en Detroit. Pasó al baño y una vez que descansó la vejiga se lavó el rostro redondo y sombrío como melón descolorido. Luego se vistió bien la camisa y se ajustó el pantalón, hasta que giró la muñeca para confirmar la hora en el reloj de oro donde un samurái señalaba el tiempo con las espadas katana y wakizashi.

Cinco minutos después se escucharon unos golpes discretos en “la otra puerta”, de manera que Arigato se incorporó conteniendo el ajetreo de su corazón y giró la perilla para encontrarse con una hembra sacada de algún calendario de Playboy.

Se trataba de Clarissa, una rubia con un vestido entallado que dejaba traslucir la tanga y la turgencia de los pezones; misma que prácticamente se arrojó a los brazos de Arigato para prodigarle unos besos profundos como para medir la fuerza de su lengua lúbrica ante la tímida incrustación cartilaginosa de Arigato.


Media hora después Clarissa reposaba en el pecho del amante casi en éxtasis místico, y justo cuando sonó la alarma de su diminuto reloj de pulsera, soltó un beso apresurado y se vistió con prisa alegando que tenía que irse de inmediato para llegar a su casa antes que “su esposo”.


El miércoles inmediato Arigato arribó con tiempo suficiente para tomarse una cerveza mientras atestiguaba un encuentro de futbol soccer por cable. Y de nuevo a la misma hora que el lunes anterior, escuchó los golpecitos en “la otra puerta”, de manera que se incorporó nervioso y giró el picaporte para descubrir a Clarissa metida en una falda corta que evidenciaba la perfección de sus piernas largas y tersas como los senos que desbordaban la blusa ajustada.

Cual si fuera una calca de lo ocurrido el lunes, la mujer tomó al hombre de los cachetes desmedidos y lo besó como si en ello le fuese la vida. Lo llevó a la cama y lo desvistió para practicarle una felación previa a un coito animal donde se retorcería como si fuese montada por el propio Dionisos.


Media hora después sonaba la misma alarma que rompía con el encanto, de tal suerte que Clarissa se incorporó haciendo un mohín mientras recorría el rostro beatífico de Arigato con media docena de besitos castos.


Tres agentes entraron a la fuerza en el departamento de un Arigato fuera de sí, luego de las quejas de varios vecinos al escuchar ruidos violentos.

Llegaron dos hombres fornidos de blanco que sacaron al tipo ahora aletargado, mientras los agentes registraban un cuarto minúsculo al que se accedía por la que Arigato llamaba “la otra puerta”.

Para entonces los intrusos ya habían tomado nota de la cantidad excesiva de glamorosa ropa femenina, así como de todo el ajuar que necesita una mujer para consumar la seducción: perfumes, cremas, rímel, bilés, estuche de maquillaje, peines en todas sus mutaciones, shampoos, pasadores, aretes…

Igual se pasmarían al descubrir la lencería fina propia de una top model. Pero nada se comparaba con la visión de la perturbadora cyborg modelo “Venus Afrodita Eos 24IGN” o “Clarissa”, a la que Arigato Kawabata programara “como esposa infiel” al comprarla en miles de euros un año antes.

El cuerpo desnudo de “Clarissa” reposaba como perfecta escultura de Imo Kadrás sobre un banquito frente al tocador. Tenía los ojos abiertos y una sonrisa eterna en el rostro desprovisto para siempre de vida ante la avería de su pila de radioisótopos de litio.

Texto agregado el 27-02-2016, y leído por 214 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
28-02-2016 Mucha creatividad en tu texto. Eso es bueno y que el lector desee que lleguemos a tenerlos,digo los hombres...***** Un abrazo Victoria 6236013
28-02-2016 Muy bueno.5* grilo
27-02-2016 Qué pícaro que habías sido, gatito! jajajaa...Muy bueno! Un beso cariñoso. MujerDiosa
27-02-2016 Con tanto ajetreo,a cualquiera se le "Quema" la pila.Me gusto el cuento. gafer
27-02-2016 Lo dicho, amigo, tus relatos impecables suenan reales. En este caso, en particular, fue necesario llegar al apoteósico final para saber de qué se trataba todo. Eres un experto creando situaciones ficticias que en la mente de tu lector cobran vida para hasta desearlas, como en el caso de nuestro Yar. Genialidad en todo el sentido semántico del vocablo. Soberbio. Delicia en todo su esplendor. Un full abrazo SOFIAMA
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