DE RÍOS Y OTRAS COSAS




Hay ríos por cuyos cauces podemos ir hacia arriba o hacía bajo según nuestro deseo, son ríos de cauce seco, esos donde también te puedes ahogar pero de polvo, de coraje impotente ante el desprecio manifestado por nuestros congéneres y nosotros mismos al ser pusilánimes ante su degradación paulatina.

Existen ríos caudalosos los cuales inventamos en un lapsus de extravío para asustarnos a nosotros mismos, esos que copiamos de las aventuras de Indiana Jones o del primitivo Tarzán, aquel personaje ficticio creado por Edgar Rice Burroughs. Esos ríos caudalosos soterrados nacidos y alimentados por nuestra imaginación aterrorizada son los más peligrosos, nos dan escalofríos porque siempre están a nuestro alcance por tratarse de nuestros miedos. Están allí mientras no nos atrevamos a cruzar hasta la otra orilla, están para recordarnos lo blandengue de nuestro espíritu o como un desafío autoimpuesto al remedo de valor conservado hasta nuestra senectud o bien como un recurso de la imaginación para al menos en un espejismo soez llegar a realizar de mentiritas nuestro acto heroico soñado.

Conozco otros ríos, cercanos, dolorosos, infames. Son ríos de sangre los cuales no se consumen ni en todos los surcos del campo de mi patria ni en todas las alcantarillas de mis ciudades. Esos ríos de sangre jamás llegan al mar, se cuajan en los lodazales del anonimato y en la rada de la indiferencia gubernamental. Esos ríos también de corrientes inextinguibles porque a la sangre que los forman se agregan todas las lágrimas de madres y padres, familiares, amigos y conocidos de aquellos quienes con su vida los alimentaron hasta formar una creciente terrorífica.

Sin embargo como la vida tiene sus polaridades, conozco de otros ríos, no los mencionaré a todos, pero hay uno en especial que me es entrañable, un caudal de aguas cambiantes, a veces tranquilas, otras turbulentas. Un río de letras azules de caudal perenne donde muchos se zambullen desnudos, desprovistos de falsos ropajes como la egolatría y el halago mentiroso. Otros nadan de a “muertito” cuidando de no chapalear fuerte por temor a las pirañas, hembras y machos quienes tienen su hábitat entre sus corrientes. Esos animalitos aterradores a mordiscos terribles arrancan parte de lo nuestro como aseguran algunos… ¿será?

Otros usuarios de ese río solo se deslizan indiferentes entre los remolinos, muy campantes en medio del lodo arrastrado por su caudal, cuidando no enardecer a la terrible anaconda azul, monstruo mítico quien ya se ha tragado junto con su pareja a varios inocentes usuarios de aquellas aguas azules.

Hay de ríos a ríos, de los aquí mencionados, sólo en el último continuo braceando, a veces calmo, otras desesperado, pero manteniéndome a flote extremando precauciones, no es por el gusto de inventarme miedos ni por reprimirme actos heroicos, simplemente como ha dicho Woody Allen: No tengo miedo a morirme, es solo que no quiero estar allí cuando suceda.