Mis amigas nunca
me llaman por mi nombre.
Inventan apodos,
insultos amorosos,
pro-nombres de recuerdos,
palabras que abrazan
y nos contienen a ambas.

Mis amigas -algunas-
me besan en la boca,
han visto mi cuerpo desnudo
en todas sus aristas,
conocen mis cicatrices
sin necesidad de señalarlas,
suspiran cuando me abrazan
y yo siento que el mundo respira
en su aliento volando
a la altura de mis ojos.

Mis amigas sonríen al divisar
mi cuerpo pequeño de lejos,
y yo lo hago
si me regalan un te quiero
un te he echado de menos,
ven a verme
que aún te estoy esperando,
que estés va a ser mi regalo,
o un qué suerte sentir
que nada ha cambiado.

Mis amigas reparan el daño
que a veces otras...
o yo me hago,
son mi salvavidas y mi osa mayor,
el timón que a veces olvido
pero que siempre -siempre-
están para recordarme
el camino a casa.

Debería hacer más caso
a mis amigas
cuando dicen
que es mejor
que ponga tiempo y olvido
de por medio,
cuando dicen
que no me mereces,
cuando dicen
que si tú...
cuando dicen
que es mejor ahora
que todavía...
cuando dicen,
mis amigas.

Debería hacerles más caso,
al fin y al cabo ellas me quieren
y tú...