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Cuando ingresaron al crucero Raquel y Ana no pensaron jamás que sería una inversión en amistad y que los recuerdos perdurarían para toda la vida.
Entre los tres mil pasajeros y mil tripulantes que navegarían en el MSC Poesía por el océano atlántico hasta las costas de Rio de Janeiro, se encontraban personas de distintas latitudes, países idiosincrasias y lenguas.
El plantel de tripulantes de a bordo, era de origen africano y pensó cuán grande es el séquito de negros que friegan los bronces del dichoso barquito para que ninguna bacteria y virus infectara a los demás tripulantes que gozaban de las excelentes instalaciones.
Cuando se lo comentó a sus circunstanciales compañeros de cena a las 11,45 que tendrían que redistribuir los goces y placeres,(durante cuatro días tendríamos que agasajar a los tripulantes como ellos nos agasajan a nosotros), sintió como si la quisieran tirar al mar, porque para eso habían pagado y querían que los atendiesen como reyes con dinero.
La comida transitaba los estómagos, las pizzas amasadas al estilo italiano los tiramirasúes de postre y el singular baile que coquetamente hicieron los mozos con sus bandejas en alto y las banderas italianas aleteando.
Todo fue jolgorio, algarabía, olvido de los días rutinarios. Caminar por el MSC Poesía desde las cinco de la mañana era sumergirse en otro mundo de cristal, donde no tenían lugar las injusticias humanas, donde refulgía el bronce y el oropel, las fachadas y los suntuosos decorados con las arañas que colgaban iluminándolo todo.
Su hija ya se lo había vaticinado.
- Mamá , esto no es para vos
- ¿Por?
- Es para gente aristocrática, pudiente esa, que merece lo mejor…
¿Pero eso era cierto?
Para los tripulantes ciertamente no. Tenían que soportar a turistas obcecados en querer engullir alimentos a cualquier hora y no hacer colas interminables para un vasito de agua con hielo.
Fue una fiesta para los sentidos ver a los delfines en el mar, contoneándose en un baile de espuma y sal.
Raquel que por entonces ya había sido elegida Reina del Mar, por bailar hasta horas interminables de la noche, se había quedado en tierra comprando las ojotitas para sus nietitos. Mientras Ana discutía en hebreo, con una encargada de la puerta de acceso al crucero, que su compañera de viaje no poesía la credencial, y dijo:
- Sot Beaia shelal ( ese es su problema)
- Gam shelaj (también tuyo) le respondió.
Y gentilmente le aviso en ese idioma a los otros encargados de las entradas que la dejaran subir al barquito.
Fueron los ocho días más excelsos de su vida, inolvidables, y ciertamente le correspondería a toda la humanidad si es posible disfrutar de ello.
Al ir con su bandejita, cuando había terminado de comer y llevarla donde lo mozos, con eso trajes blancos impecables destruían y sacaban de la vista todo lo que molestase el confort, la miraban con ganas de tirarla al océano. Así que no se dio por aludida y siguió disfrutando de la maravilla ilusoria.
Si, existen los paraísos, pero para quien pueda pagarlos.

Texto agregado el 21-07-2016, y leído por 269 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
03-01-2024 Buen argumento que le dan el toque mágico para tan buena obra literaria. 5***** John-adams
23-05-2017 Cuándo ha sido distinto? Pero son paraísos sensuales, no el Paraíso. Un abrazo FerdiCartago
29-09-2016 ¿lujuriosos? satini
 
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