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Inicio / Cuenteros Locales / vaya_vaya_las_palabras / La guitarra de Liliana

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El escritorio es laqueado. Lo compré porque su madera es brillosa y eso me evoca los buenos recuerdos. Es el único escritorio que ahora tengo en mi casa. Mi casa es grande. Las habitaciones pocas. Es la misma austeridad con que vivieron mis padres (que en paz descansen), algo que heredé de ellos.

De ellos también tengo el carácter, solitario, nocturno, aunque hubo veces que me llamaron simpático. Nunca me casé pero la época más feliz de mi vida la pasé con Liliana. Viví con ella unos hermosos años. Nuestra convivencia coincidió con el inicio de una primavera y yo no quise pensar en la vulgaridad de una casualidad, más bien en un auspicioso significado. Por aquella misma puerta entró Liliana con sus antiguas valijas de cuero. Las flores del jardín le sirvieron de marco. Traía todo en esas tres valijas que no parecían ofrecer más espacio.

La guitarra también vino con ella. Contrario a su estuche raído, el instrumento era de una calidad extraordinaria, sumamente vibrante, como el sonido que cada tarde ella le sacaba. Pero yo tuve miedo de decírselo, una confesión semejante podía hacer que a los ojos de Liliana yo pareciera menos frívolo que perverso; me había enamorado por su guitarra.

Esa guitarra llegó por primera vez a mis oídos en una reunión de amigos. De repente todo estuvo en silencio y sólo la guitarra y la voz de Liliana sonaron, convertidas en el centro de la fiesta. Mi carácter distraído hizo que yo no reparara en su presencia hasta ese momento. Toda la noche solamente había dado vueltas como un trompo torpe y desmañado, mirando un poco aquí, un poco allá. Pero de verdaderas miradas, nada. Liliana fue la primera. Tal vez la única.

Pronto nos gustamos. Y al mes, creo, nos enamoramos.

«Enamoramos...». «Amor...» Esas palabras...

Porque desde el principio tuve la sensación de que mi amor por Liliana llegaba a ser inconmensurable sólo cuando ella tocaba su guitarra. Y mucho más cuando la escuchaba cantar, siempre en las tardes. Recuerdo mis regresos del trabajo en el centro, ya desde el jardín podía oir la voz y las notas de la guitarra en las ventanas. En esos momentos preferí siempre hacer el menor ruido posible, para que la guitarra y la voz continuaran. En ocasiones fue mi sombra la que sorprendió a Liliana. Entonces ella se interrumpía y me buscaba con ojos un tanto azorados. Después sonreía y me decía: «Así no vale, me estabas escuchando».

En esos momentos mi amor por ella fue más grande.

Una vez, mientras ella entonaba una canción de nostalgia, a la guitarra se le rompieron dos cuerdas. Ocurrió un día domingo. Yo había estado escuchándola sentado en el sillón más lejano. Liliana se puso a llorar. Yo pensé que sus dedos se habían lastimado con el furioso chicotazo de las cuerdas. Me acerqué a Liliana. Le tomé las manos con cautela, imaginando encontrar sangre y dolor. Pero no había nada de eso.

Entonces ella me preguntó (tenía los ojos muy aguados):
—¿Vas a seguir amándome como antes?
Yo sentí una gran conmoción a nivel del cuerpo y alma. Inmediatamente le respondí:
—Por supuesto que sí, Liliana.

Después de partir, ella me dejó su guitarra. Largos años intenté dominarla. Comprendí que jamás podría. Un día yo caminaba por una avenida famosa por sus muchas mueblerías. Ahí encontré el escritorio de madera laqueada. Su brillo me hizo recordar la brillantez de la guitarra. Sobre ese escritorio ahora escribo mis cuentos.

Texto agregado el 29-08-2016, y leído por 395 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
07-01-2021 Me gustaría escribir así. Seguramente podría si tuviese talento, si encontrara una Liliana, una guitarra, y sobre todo, un alma. Cinco estrellas. HermanoProximo
18-10-2019 Excelente historia! Siempre he pensado que la guitarra es un instrumento que en manos de una mujer es capaz de irradiar los más puros sentimientos. Mis 5* R3f
01-07-2019 Lograste imantarme con tus líneas, poeta. MIS FELICITACIONES!!! Shalom amigazo Abunayelma
10-06-2019 Un nostálgico relato sobre el amor y sus complejidades, unas cuerdas que tañen y que equivalen a un sonrisa o a un encuentro amoroso. Situaciones en que hasta la persona es un accesorio al objeto de deseo. Abrazos grandotes. guidos
13-05-2018 Puedes unir ideas aparentemente inconexas y te queda bien. Tienes un sentido muy interior de hilar ideas. Te felicito. peco
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