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SOBRE PUERTAS Y JABONERAS. Tenía uno la manía de que aquel recinto tenía que estar dotado de puertas automáticas, pues la expresión Universidad me parecía el súmmun al que se podía aspirar. Y en cierto modo así fue pues las habitaciones tenían las mejores puertas automáticas que se podía imaginar: no había. Te levantabas por la mañana y salías al mundo sin tener que empujar nada. Mientras, por megafonía, ponían el paint it black de los Stones. Eso era levantarse con categoría. Pero antes, en pijama todavía, había que acudir a los lavabos a realizar las abluciones matinales. Manos, cara, peinado con raya, lavado de dientes y otra vez a la habitación. Dejar la bolsa de aseo ( en la que no era lo menos importante la jabonera de plástico), ponerse la ropa, coger las carpetas y raudos hacia el exterior. Entre los recuerdos que ahora afloran me viene a la cabeza el lugar exacto donde acostumbraba, de no estar ocupado,( en los lavabos) a situarme. Se le daba al grifo y, misterios de la vida- lo que ahora parece normal- salía agua caliente al instante. A parte de no tener puertas automáticas tampoco hay que decir que estuviera exenta de las instalaciones necesarias para el desenvolvimiento educacional a que se dedicaba. Me resultaba hipnótico observar que, pese a las prevenciones, el fondo de la bolsa de aseo- de la mía y de la de cualquier otro- estuviera inevitablemente surcada de pedazos de un jabón reseco que se filtraba a través del imperfecto cierre de las jaboneras de la época; en lo que yo creía ver una representación de la vida en general. Ésto y que las puertas no obedecieran a un ábrete sésamo me ponía sobre aviso de que detrás de los más resplandecientes escenarios había una pobre tramoya de jaboneras que goteaban. Pese a todo, me gustaba aquella imperfección, el aroma que desprendía y el hecho de que cerrada la bolsa no se notara. Todo marchaba bien; mirabas en el fondo, de soslayo, de las bolsas de aseo de los otros y también estaban adornadas por los deschurreos del jabón de las jaboneras; metáfora de todas las cosas sin sentido y de todas las prevenciones desgraciadas. Cuando me analizo en la actualidad, alarmado por mi destino, me pregunto sorprendido hasta qué lugar del averno uno no habría descendido sin todas aquellas jaboneras de plástico.

Texto agregado el 14-12-2016, y leído por 172 visitantes. (2 votos)


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