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REENCUENTRO…















Reencuentro...
– Sr. Nicolás, lo solicita la señora Manuela Méndez al teléfono...
–Gracias pásemela por favor.
–Hola Nicolás, soy Manuela ¿Te recuerdas de mí?
–¡Eres tú! no pudo creerlo... ¡Manuela! la misma Manuela…la chica más deseada de la escuela, la de pelo largo, castaño, suelto sobre los hombros, dos esmeraldas por ojos, senos duros y aterciopelados como duraznos, nariz puntiaguda, labios finos sensuales.
– ¿Sorprendido? Si soy yo, pero los años me han cambiado un poco, la misma a la que mirabas desde lejos, nunca tuviste el coraje de acercarte y dirigirme una palabra. Me mirabas y enmudecías.
–Es verdad, tenia temor de acercarme y hablarte ¿Y tú lo sabías?
–Claro, todas en la escuela sabíamos que ¨El Nerd¨ del instituto me deseaba, no obstante eras tímido y nos reíamos de ti.
Cuantos recuerdo llegaron de pronto a mi memoria como el de aquella tarde calurosa, en el patio, en la que: tragando saliva, los lentes empañados por el sudor, las manos húmedas por los nervios, un nudo en la garganta, decidí acercarme para pedirle si alguna tarde quería salir a comer helado; caminé casi arrastrando mis pies que no querían obedecer, y cuando me paré frente a esos ojos verdes, empecé a tartamudear…llego el Chico Pérez, ( El centro delantero del equipo de fútbol, el héroe del liceo) y la beso en la mejilla tomándola por la cintura, riéndose, se la llevó lejos de mí
–Improvisamente desapareciste, no supe más nada de ti.
La verdad es que los dos desaparecimos, tú no hiciste muchos intentos por buscarme.
–En realidad no, cuando vi que salías con el Chico entendí que yo nunca hubiera logrado nada…me dedique a estudiar y luego a tratar de hacer algo útil con mi vida ¿A propósito qué pasó con Pérez, todavía se ven?
–Hiciste más que algo útil con tu vida, eres uno de los empresarios más importante de la ciudad, de vez en cuando te veo en los periódicos y noticieros. Sobre el amigo Pérez, es tiempo que no lo veo, se que continuaba con futbol. Cuando nos dejamos ya jugaba en un equipo de segunda división, pero nada especial, le interesaban más las chicas y las fiestas que estudiar y entrenar.
–Lo siento por él ¿Dónde vives ahora, que haces?
– Me mudé lejos, estoy en la provincia, en el llano.
– ¿Tan lejos te mudaste?
–Sí, hace unos días llegue a la ciudad y me encontré con Ana ¿la recuerdas?
–Claro, Ana tu amiga, eran inseparables; la veo a menudo trabaja cerca de mi oficina.
–Ella me dio tu teléfono. Deseaba saludarte. Han pasado muchos años, pero nunca te olvide, tú no lo sabías, pero yo también me sentía atraída por ti. Era la manera que tenias de mirarme que hacia latir fuerte mi corazón. A todas las jóvenes les encanta ser cortejadas y deseadas.
–Deseo verte ¿Qué haces hoy tienes compromisos?
–Ninguno también, me gustaría verte
–Almorzamos juntos, te busco en una hora ¿dime dónde?
–Estoy hospedándome en el Hotel Plaza.
–Bien, a las doce pasaré por ti.
–Te espero.
–A más tarde linda.
Desde aquel día que él se la llevó riéndose de, no quise volver a verla y juré que mas nunca un cretino con físico de atleta y cerebro de mosca se reiría de mi. La quería en silencio, la deseaba pero si prefería el gorila que lo disfrutara. ¿Cómo iba a competir con él, yo que era la antítesis del atleta? Era un flaco casi transparente, usaba unos lentes que parecían culos de botella, vestía como niño rico, el pelo corto el verdadero Nerd. Lo último que supe de ella es que se había ido a vivir con él.
–Carla, voy a salir, si preguntan por mí no regreso. (Tan eficiente esta chica lastima sea tan fea.)

Está bien señor ¿Qué va a hacer con las citas que tenía para esta tarde, recuerda? el Sr. Farías a las 15 y el director del Banco a las 17?
–Llámalos diles que tuve que salir de emergencia para la planta y aplázalas para mañana. A las doce en punto llegue al hotel, me gusta ser puntual y esta vez tenía una razón más para correr a la cita. Recién había entrado en la hall vi una exuberante Manuela que venia caminando hacia mi sin prisa, con un ondulante movimiento felino , dándose todo el tiempo necesario para que mis ojos acariciaran sus curvas, su cabellera suelta sobre los hombros, una sonrisa radiante iluminaba su cara. Nada había cambiado en ella, continuaba siendo la misma chica voluptuosa con algunos años más, años que según veía habían mejorado enormemente su sensualidad. La tome de las manos, intercambiamos besos en las mejillas, como dos viejos amigos, mientras le murmuraba a su oído:
–Esta más bella que nunca
–Gracias, eres muy galante, estoy feliz de verte.
–Permíteme abrazarte de nuevo, tantos años sin verte...
–Ya no eres el chico tímido, cambiaste mucho.
–No creas, algo de timidez queda, lo que estás viendo es una fachada de protección... vamos con mi auto, no muy lejos está el restaurante de Alfredo, cocina muy bien y es discreto.
– ¿No estaré interfiriendo con tu trabajo? Ana me dijo que eres un dirigente sumamente ocupado.
–No, no hay problema, hoy será nuestro día para recordar…
Alfredo, atento como siempre, nos dio una mesa apartada, fuera de la vista y oídos inoportunos. Pepino, el hijo de Alfredo, que atendía las mesas en función de mesonero se mantenía discretamente alejado, sólo esperando un gesto para acercarse y servir el vino o tomar una orden.
–¿No sabía que te habías separado del Chico?
–Ese error duró poco, sólo un año; luego me mudé con mis padres en el campo donde vivo todavía.
–¿Qué pasó, estabas tan enamorada? No, no contestes, estoy siendo indiscreto...
–No te preocupes, no hay secretos, ¿el problema? muy sencillo, el Chico únicamente era capaz de amarse a el mismo, sólo existía él, sus putas y su hermoso cuerpo de atleta, yo y los demás éramos objetos para venerarlo y alegrar su vida.
¿Tan Narcisista el Pérez? Increíble tan hombre y tan pendejo.
–La culpa no fue toda suya, en el fondo yo nunca lo ame, fue la locura de una niña que se creía mujer. Como entenderás esa unión no podía durar mucho. Ahora dime de ti, sé que te casaste, me lo dijo Ana.
–¿Qué puedo decirte de mí? terminé los estudios, comencé a trabajar con mi viejo hasta hacerme cargo de la empresa, me casé, dos hijos y esto es todo. –Lo dices como si te faltara algo ¿no estás conforme?
La hice señas a Pepino, que se acercó y nos sirvió una copa más de vino, luego retiro los platos vacíos y preguntó si deseábamos un postre. Manuela hizo señas de no y yo pedí un café. Mientras hablábamos nuestras manos se encontraron en la mesa, la miré a los ojos y vi un destello de aceptación, de placer, su mano se cerró sobre la mía...En aquel momento me di cuenta que quería a mi mujer, pero toda mi vida, a cada instante, sólo había pensado en Manuela, sólo la deseaba a ella...
–Ha sido una tarde muy bella Alejandro, quisiera que no terminara nunca –No tiene por qué terminar ahora...
Ella bajo sus ojos, por un instante vi pasar por su rostro cierta expresión de tristeza, soltó mi mano…
–Es tarde, mejor me acompañas al Hotel.
–Imposible la tarde recién comienza y no te voy a soltar, daremos una vuelta a ver como quedo nuestro antigua casa de estudios, el bar donde la pandilla se reunía a comer helados...A menos tu prefieras ir a otros lugares…– Volvió a tomar mi mano y sonriendo de nuevo dijo que yo era el Guía encargado de llevarla por el camino de los recuerdos.
–Cambiaste mucho Alejandro, donde dejaste el Nerd que escondido detrás de un libro, me miraba y te ruborizaba...
– No creas, queda mucho de él, solo que ahora aprendió a defenderse y esconder la timidez. ¿Te dabas cuenta que no lograba dejar de mirarte aunque estuvieras con él? Lo que no podías imaginar era cuánto te amaba y hasta dónde me llevaban mis fantasías amorosas.
–Sí, me daba cuenta y en el fondo te quería, sólo que en aquel momento ser la novia de la estrella del equipo me hacía sentir importante delante de las otras chicas... Al final la estrella y todo lo demás resultó un fraude...
Dimos vueltas y más vueltas con el auto, hablando y recordando, ninguno de los dos deseaba terminar la tarde. La tenia sentada a mi lado, el vestido un poco más arriba de sus rodillas redondas, su perfume me envolvía turbando mis sentidos y despertando extraños apetitos. Unos pequeños temblores de sus piernas revelaban cierto nerviosismo. Tenía unas ganas irresistibles de para el auto, y tomarla entre mis brazos, besar su labios rojos, hacerla mía, amarla hasta desfallecer…Ella me hablaba de nuestra juventud, su vida después del liceo, la odisea con el Chico Pérez, su separación, de nuevo al campo con los padres. Luego me llenaba de preguntas, deseaba saber todo de mí... Mi mano tocó la suya, me sonrió...Es posible en una sola tarde recordad una vida y encontrar partes de felicidad olvidadas. Sin darnos cuenta se había presentado la noche y ya la luna brillaba alta en el cielo. Pensé que la hora de la separación se aproximaba, sin desearlo me dirigí hacia su hotel.
–Llegamos linda, ha sido una tarde inolvidable, te buscare mañana en la tarde cenaremos y luego iremos a bailar. – Mirándome a los ojos acerco su cara ofreciendo sus labios; la abrace con ternura, la bese con pasión – ¿Quieres subamos a tomamos algo en mi habitación?
Entramos en el ascensor tomados de la mano, ella con su mejor sonrisa se dirigió al ascensorista, un chico alto, narizón, con la cara llena de barros, uniforme marrón, en la cabeza un gorrito redondo trataba de cubrir su mal peinada melena. – Tercer piso por favor, el joven devolvió la sonrisa cómplice y volteo la cara al frente para no mirarnos, cosa que aprovecho Manuela para pegar su cuerpo al mío; su aroma me envolvió creando en mi un fuerte deseo de tomarla allí mismo, no sé cómo pude contener mis ganas hasta llegar al cuarto.
–En el bar están las bebidas ¿quieres servirlas?
No fui capaz de contestar, cerré la puerta de un empujón , la tomé en mis brazos, busqué su boca, su lengua se enredó, en un juego de caricias, con la mía, mientras tanto mis manos buscaban desesperadas el cierre de su vestido, ella con un ligero movimiento de caderas dejó caer el vestido al suelo, al tiempo que sus manos me desvestían: el cinturón, el cierre, mis pantalones se fueron a descansar sobre su vestido...la corbata voló con el sostén de ella, mi camisa, sus medias panty; nuestras bocas sedientas, ávidas, no dejaban de besar ...la levante y la deposité en la inmensa cama acariciándola: desnuda , frágil, hermosa...tomé unos segundos para mirar su deslumbrante belleza que penetro en mi mente: senos firmes, melocotones primaverales,

Jugosos, un neo marrón en la parte inferior de su mama izquierda, estaba ahí como dibujado por una mano coqueta. El vientre aterciopelado, el musgo húmedo del pubis donde iniciaban las largas piernas. Cuantos años esperé este instante. Me atrajo a si, entré en ella con ternura, con amor: el vaivén infinito, nuestros cuerpos unidos, una sola alma, estrellas fugaces, el paraíso, gemidos de placer, ronroneos...Risas, besos el desfallecer después del paraíso…
Caímos uno al lado del otro. Ni una palabra entre los dos, sólo nuestros ojos y nuestras manos hablaron…
Me levanté, llego el momento de servir aquellos tragos que, impacientes, nos esperaban en el bar. Llené dos copas, brindamos por el amor, por la felicidad de un reencuentro. Dejé la copa vacía en la mesita y nuevamente la tomé entre mis brazos, por segunda vez nos amamos con todo el deseo de tantos años, esta vez el placer fue más consciente, más prolongado, las caricias más tiernas, el movimiento infinito, hasta rendirnos.
–Amor mío, te llamare mañana.
– ¡No! Nicolás, me voy temprano, regreso al campo.
– ¿Por qué te vas tan pronto ahora que al fin nos encontramos? –
Ella bajo la vista, mientras secaba una lagrima, luego volvió a mirarme y me anunció:
–Me caso en una semana, sí, me caso con un Hacendado del sitio, nos conocimos hace un par de años, es buena persona, me quiere y sé que me dará una vida tranquila.
– ¿Por qué, por qué?
–También yo te deseé… cuando sentía tus ojos recorrer mi cuerpo, desde aquellas veces, siempre quise darnos este regalo…No puedo quedarme, estás casado, tienes familia, piénsalo, tú no los dejarías y yo no quiero ser la amante del Sr. Nicolás.
Ella tenía razón, nunca dejaría mi mujer, mi familia, por un capricho, aparté mi mano de su seno, sin decir palabra me levanté, un peso enorme oprimía mi corazón; al salir voltee hacia ella, lagrimas amargas corrían por sus mejillas, Cerré la puerta y caminé hacia el ascensor.

Fredo Nedi ©
21/05/2012

Texto agregado el 11-01-2017, y leído por 341 visitantes. (0 votos)


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