Ven conmigo y entreguémonos a las estrellas infinitas, dejémonos ser invencibles sólo por esta vez.
Aquí en la completa oscuridad de la noche sin luna, no tenemos que fingir con nosotros mismos… haremos que sean nuestros corazones los que nos proporcionen la luz necesaria para encontrar la salida de este bosque de caminos sinuosos.

Mientras andemos juntos seamos locos, seamos santos, seamos asesinos… que el silencio no aterrorice tu alma, que ella decida empezar a cantar una pícara sonata con el propósito de hacernos más llevadero el trecho.

Que cuando salgamos de aquí ya no seremos los mismos, ya no tan indolentes, ya no tan tercos, ya no tan acostumbrados a andar mordiéndonos las sonrisas…
No nos volveremos a ver, eso lo sabes y lo sé.
Pero que eso no ralentice tus pasos, todo lo contrario: ¡que te sea un incentivo para irte lo más pronto posible!
Porque si nos vemos bajo la luz penetrante del sol ya no seremos los portadores de los misterios del universo, ya no me causarás admiración ni te causaré curiosidad.
¡Seremos simples mortales!
No, no dejaré que me veas así… Conserva mi imagen de ninfa y nunca te preguntes por mi imagen mundana.
Por lo pronto sigamos caminando, te prometo que haremos que los astros suspiren al vernos juntos y que sientan envidia de estar tan lejos que no pueden escuchar lo que nos susurramos al oído.