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Carmen se despierta a la seis de la mañana. Apenas ha podido dormir un par de horas. La insistente claridad que penetra por la ventana la obliga a entrecerrar los ojos. Hubiera querido dormir más, pero no es fácil cuando las preocupaciones aparecen hasta en los sueños convirtiéndolos en pesadillas.
Siente tanto cansancio que no consigue pensar con claridad. La horrible pesadilla que se repite todas las noches todavía la perturba, y un confuso recuerdo de la noche anterior le provoca incertidumbre.

Al levantarse roza la piel de su marido. La nota demasiado fría. Entonces comprende que la pesadilla esta vez es real.
Piensa en sus hijos que duermen tranquilamente en el dormitorio contiguo. ¿Cómo hará para decirles lo que pasó?
Debe llamar al médico de la familia, pero no puede moverse. Mira el rostro de su esposo; entonces los recuerdos llegan con la verdad más atroz. Decide alejarlos de un manotazo, y al mismo tiempo barre las lágrimas que se deslizan por su rostro. Quiere ir hasta el teléfono y llamar a alguien.
Su hermana vive a solo dos cuadras. Nunca la ha necesitado tanto...
Vuelve a pensar en los niños; no es momento para compadecerse de sí misma.
La separan unos pocos pasos del teléfono, pero sus piernas están inmóviles.
-Es el shock- dice su mente desesperada por tomar el control. -Los sentimientos deben esperar- ordena su cerebro con una voz desconocida.
Al mismo tiempo esa voz le susurra que Carlos ha dejado de sufrir. Durante meses padeció una enfermedad que lo mantuvo postrado y dependiente de otros.

Por fin toma el teléfono y hace las llamadas necesarias.

Su hermana tarda cinco interminables minutos en llegar.
Entonces se permite llorar unos instantes sobre su hombro, y luego ambas toman una taza de té mientras esperan al médico.

A las siete y treinta, Carmen recibe las condolencias del médico que firma imperturbable el certificado de defunción.
Solo falta dar la noticia a los niños. Y también los penosos detalles del funeral.

Clara se ofrece para realizar los arreglos pertinentes con la casa funeraria.

Los niños...
Carmen respira con dificultad; está al borde de perder el control de sus emociones.
Otra vez interviene la razón. -Solo un poco más
Se tranquiliza, va hacia el dormitorio de sus hijos. Los gemelos duermen en brazos de la inocencia.
Antes de despertarlos busca las palabras adecuadas; no las encuentra.
Cierra la puerta; ya habrá tiempo después.
Hace un esfuerzo para no desmoronarse.
Se niega a dar rienda suelta a la culpa o el arrepentimiento
Después de todo, ella solo hizo lo que él le pidió.

Texto agregado el 07-02-2017, y leído por 199 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
07-02-2017 Hay mucha impotencia en esa espera llena de dolor. Se atropella la dignidad de las personas y en algunos casos la vida es una verdadera tortura en espera de la muerte cargando una enfermedad con diagnóstico fatal... No hay como morir dignamente. Muy bueno tu texto. Un abrazo sheisan
07-02-2017 Un texto completo donde se muestran los temores las culpas y la razón de una muerte que al final sera un mero consuelo de verlo partir sin dolor ,me encanto por su desarrollo en un tema que duele despues de haber compartido toda una vida gracia amigas--he podido despues de mucho tiempo agasajar tus bellas letras, gracias a dios un abrazo rolandofa
07-02-2017 Un dilema moral el que se plantea en tu relato.Buen manejo del lenguaje y de la trama.UN ABRAZO. gafer
07-02-2017 Un texto con un buen final, y excelente manejo del lenguaje. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
07-02-2017 Muy bueno, muy bien escrito ***** grilo
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