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Wilson Huenchullán, cansado de la monotonía de su vida real, así la llamaba, decidió un día de fuerte lluvia escribir en un cuaderno su nueva experiencia mental, la cual apareció en su vida a consecuencia de un terrible porrazo, con perdida momentánea de la conciencia. Hecho ocurrido al llevar a su caballo a saltar una varas más altas de lo acostumbrado, mientras recorría los potreros de su campo.
Este hecho de escribir en uno que ya estaba embocando la vía del analfabetismo por regresión, por falta de práctica y ausencia total de lecturas, era una rara curiosidad en la vida de un individuo como Wilson H., hábil en el manejo del lazo, de la pala o el martillo, pero no con la escritura, donde sus fuertes manos de hombre silvestre se sentían muy incómodas.
De este modo nos encontramos con Wilson abocado a la dura actividad de mover un lápiz sobre una hoja en blanco, hecho que le resultaba con abundancia más complicado que aferrar la mancera de un arado para abrir el surco, respirar el perfume de vida de la tierra, botar la semilla del cereal: la harina y el pan del mañana.
Letra a letra, línea a línea, frase a frase las hojas del cuaderno, de tapas verde arveja, se fue llenando de imperfecciones sinceras, donde se podían coger confusos esbozos de exaltadas sensibilidades verdaderas, de esas que no destilan bálsamos irritantes en la perfección de la frase, en lo caprichos morbosos, en la depravación extrema de la lengua de los escritores mayores, esos que dominan técnica, ritmo, sentido, adjetivo y sintaxis, exageración de ideas y sensaciones de triturar o exaltar en el vacío del tedio de quien ya se estrelló con sus límites.
No, en las hojas de Huenchullán había exudaciones de linfa vegetal, de rayitos de luz que se cuelan por pequeños intersticios de la mente y que le hablaban confusamente de mundos nuevos. Esto le sucedía con escasa frecuencia, pero sucedía, sobretodo en los escasos momentos en que los callos de sus fuertes manos de hombre de campo reposaban.
Entonces aparecían esas felices extravagancias mentales que Wilson no lograba decodificar, pero que anotaba con método y meticulosidad en su cuaderno, ya transformado en una ventana hacia una realidad nueva, donde extrañas formas aparecían como dentro a una espesa niebla y poco a poco, día a día, mostraban contornos, puentes, conexiones hacia esa nueva realidad que pareciera materializarse en las páginas de su cuaderno. Le parecía a Wilson algo sin sentido, pero que le traía una felicidad nueva, una nota, un trino, una compañía.
Se fue habituando a esperar que su monótono pensamiento se fragmentara de improviso, que perdiera continuidad, que diera extraños corcoveos: era el aviso que los intersticios que se abrían en su mente, algo le traían.

Texto agregado el 19-04-2017, y leído por 394 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
23-04-2017 Eres tan especial. rhcastro
21-04-2017 Perfecto. La temática,la escritura. Los comentarios ya lo han mencionado todo. Excelente trabajo. Estrellas***** Un abrazo Victoria 6236013
20-04-2017 Excelente trabajo Lucrezio, le felicito a usted, buen vocabulario, sofistico pero pragmático. Personalmente opino que es difícil aceptar que hom peón de la tierra de manos duras y vida extrema pudiese escribir una sola palabra, pero bueno, he aquí Lucrezio sus 5 estrellas. hippie80
20-04-2017 Tremendo trabajo, Lucrezio, y cuánta enseñanza guarda! Exquisitez en el vocabulario tan selecto. Me encantó. Te felicito. Un abrazo. SOFIAMA
19-04-2017 Estupendo texto. Felicidades ***** grilo
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