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Mi tío, el de Inglaterra.

El día que cumplí catorce años, marcó mi vida para siempre.
El cartero le entregó a mi madre una carta por la cual hasta tuvo que firmar recibo porque venía de muy lejos, Inglaterra.
Tal fue nuestra sorpresa, la de mi hermano y la mía al enterarnos que teníamos un tío que allí vivía desde por lo menos veinticinco años.
Mi madre no podía ocultar la alegría y las lágrimas al contarnos que era la carta de su hermano al que no veía desde que era una niña.
Era una carta extensa, prolija donde nuestro tío nos decía que quería conocernos y que nunca antes había escrito porque nadie sabía nuestra dirección actual.
Y eso era verdad, nos habíamos mudado a otro pueblo cuando era muy pequeña y como no teníamos más familia que nosotros mismos y al no tener noticias de su hermano, mi madre nunca pudo enviarle nuestra dirección.
Luego de leer y releer la carta por lo menos diez veces, nos contó la gran odisea de nuestro tío al irse de su casa.
A mi tío le agradaba mucho la caza y fue ahí, cazando donde conoció a una perfecta amazona, hija del dueño de una estancia que la había comprado para pasar los veranos en nuestro país, para poder cazar y cabalgar.
Este hombre, acaudalado, se encariñó con mi tío y lo invitó a ir con ellos a Inglaterra en calidad de secretario ya que mi tío era un hombre instruído y sabía perfectamente el idioma inglés.
Fueron pasando los años y Federico, que así se llama mi tío y Lucía, su esposa, se enamoraron y con la aprobación de los padres de ella, se casaron y de la unión, nacieron tres hijos, Ana Laura, de quince años, Anahí de diecisiete y Andrés de veinte.
Todo eso y mucho más nos fue leyendo nuestra madre mientras su pañuelo se mojaba más y más.
Cuando hubo terminado de leer la carta, parecía otra persona, pues desde la muerte de nuestro padre no era la misma.
La vimos sonreír y perderse en el pasado y sin dejar de mirarnos nos mostró una fotografía donde se veía una hermosa casa tan grande que los que estaban posando se veían pequeñitos y que luego supe, era un pequeño castillo el cual fue heredado por Lucía al morir sus padres.
Y lo mejor viene ahora…
Federico le rogaba a mi madre que fuéramos a visitarlos, a conocerlos y a pasar nuestras vacaciones con ellos.
Hasta nos mandaba los pasajes cosa que nos alegró muchísimo ya que de otra manera nos hubiera sido imposible ir.
Así llegó el día tan esperado, faltaba poco para Navidad, nuestras vacaciones habían comenzado y partimos los tres hacia Inglaterra.
Fue el viaje más hermoso de mi vida, nosotros nunca habíamos ido más allá de nuestro pueblo, salvo el pueblo vecino pero de eso hacía muchos años.
Es difícil escribir y sobre todo describir la hermosura de Inglaterra, la campiña inglesa con árboles dorados y el castillo que tenía hasta su propio lago!
La familia nos esperaba, tan impacientes como nosotros todos nos queríamos conocer y hablábamos al mismo tiempo hasta que mi madre y nuestro tío con lágrimas en los ojos, hicieron las presentaciones.
Nos condujeron adentro del castillo y como estábamos muy cansados del viaje fuimos a descansar, a mi me tocó compartir el dormitorio de mis primas que tenían su habitación en el segundo piso del castillo mientras que mi hermano compartía el cuarto de Andrés.
Mi madre tenía una habitación grande para ella sola.
No es que no hubiera más habitaciones pero mi tío no quiso que nos sintiéramos solos.
Los primeros días los pasábamos paseando en el auto de mi primo que nos llevó a conocer otras ciudades, jamás imaginadas por nosotros, simples pueblerinos.
Cierta noche, luego de cenar nos reunimos todos en el salón principal donde Lucía nos cantó canciones en español ya que tenía una voz privilegiada y luego nos retiramos a dormir cerca de la media noche.
Esa noche no pude pegar los ojos pero no quise decir nada por temor a que pensaran que era una miedosa pero toda la noche sentí pasos y voces en el salón.
Al día siguiente no me sentía muy bien y preferí quedarme en casa.
Hacía mucho frío y me senté sola en el salón donde había una gran chimenea y un piano de cola, como los de antes.
De pronto, algo pasó, el piano comenzó a sonar sin que nadie lo tocara.
No podía creer lo que escuchaba y menos aún que no hubiera nadie tocando.
Ese fue el principio de todo lo que pasó después.
A la hora de la cena, Lucía nos contó que el castillo pertenecía a su familia desde hacía más de doscientos años, todos escuchábamos muy atentos los relatos de hechos ocurridos en el castillo y que pasaron de generación el generación.
Uno de los relatos fue lo que le ocurrió a una joven, hacía muchos años, parienta muy lejana de Lucía, hija del dueño del castillo Lord Mathius.
La muchacha se enamoró del hijo de un pobre hombre que cuidaba los caballos de la familia.
Al enterarse Lord Mathius, mandó encerrar al muchacho en el sótano del castillo sin dejarlo salir por el resto de su vida que a pesar de tanto sufrimiento, fue demasiado larga pues murió a la edad de ochenta y seis años sin haber vuelto a ver la luz del sol.
Nos contó que a pesar de estar encerrado, la muchacha sobornaba a los guardias conseguía llegar al sótano y ver a su amado, día tras día hasta que murió de pena cuando apenas tenía veintiún años.
Cuando el joven se enteró de la muerte de su amada, juró que luego de su muerte se vengaría de Lord Mathius por ser el responsable de su encierro y de la muerte de su hija.
Aún se puede observar en el sótano del castillo, las marcas de las cadenas que dejaba al caminar y las cruces con las que marcaba cada día de su vida en los muros.
Dicen que el atormentado hombre no solo juró vengarse del padre de su amada sino que lo hizo extensivo a cada descendiente suyo.
Muchas generaciones han pasado desde ese entonces, seguía contando Lucía.
Teo, que así se llama mi hermano, estaba tan impresionado con el relato que esa noche casi no durmió.
Mamá nos miraba bastante inquieta también.
Sólo mi tío se encontraba sereno.
A la mañana siguiente, en el desayuno, vi a Teo, blanco como la leche, al preguntarle qué le ocurría, no quiso hablar pero noté que tartamudeaba, algo que hacía años había dejado de hacer.
Más tarde, mi primo me contó que Teo no había dormido y que estaba muy asustado a pesar de que él le había dicho que no creyera demasiado en esos cuentos familiares pero mi hermano juró y re juró que había visto a un hombre caminando por el pasillo y que llevaba cadenas en los pies.
Luego de esto los días siguientes fueron tranquilos y los pasábamos entre juegos y paseos y recorriendo lugares que aún no conocíamos.
Un día fuimos al sótano pues estábamos aún muy impresionados con el relato de nuestra tía y no puedo olvidar la emoción que sentí al ver en el suelo, las marcas de las cadenas como en el relato y las cruces en los muros apenas visibles por los años transcurridos.
Pero, como todo lo bueno, algún día termina, llegó lo que no queríamos, regresar a casa!
No porque en casa no la pasáramos bien sino porque no queríamos dejar a nuestros primos y tíos, sabíamos que los extrañaríamos mucho.
Teníamos todo pronto cuando nuestro tío nos dijo que era hora de marcharnos para no perder el avión.
La tristeza se apoderó de todos pero nuestro tío nos prometió que al año siguiente volveríamos.
Al despedirnos vi cuando mi madre guardaba una carta en su cartera, no le di importancia, sabía que era de su hermano.
Así partimos por primera vez de Inglaterra, desde entonces vamos todos los años a visitarlos y a veces cuando volvemos a Uruguay, ellos vienen con nosotros.
Han pasado veinte años desde que viajamos por primera vez a ese hermoso país y recién hoy, por casualidad pude leer la carta que mi tío le diera a mi madre cuando nos íbamos y dice así.
‘ Querida hermana Walkiria, he pasado los momentos más felices de mi vida contigo y con tus hijos quienes son los seres más cariñosos que he conocido, espero que guardes esta carta y que no se la muestres a los muchachos pues en ella voy a revelarte un pequeño secreto que quisiera que quedara entre nosotros.
Lucía y yo sabíamos igual que nuestros hijos que toda persona que viene a este país y va a un castillo, sueña con ver un fantasma, es casi una tradición en esta Inglaterra moderna pero que guarda como tesoros todo lo del pasado.
Quiera Dios que si algún día se enteran de la verdad, tus hijos sepan perdonarnos pero quisimos hacer más emocionante vuestra estadía en nuestra casa, fabricando, por decirlo así, de alguna manera, una pequeña comedia donde no faltaran, fantasmas, ni cadenas ni muros escritos ni pianos que tocan solos, igual que una triste historia de amor.
Estoy seguro de que mis sobrinos, por mucho tiempo van a tener algo emocionante que contar a sus amigos de Uruguay.
Tú me conoces muy bien y sabes que soy bromista y que a pesar de los años no he podido perder el hábito, no les cuentes a los chicos, déjalos con la ilusión de esta comedia sin fin.
Te quiere, tu hermano Federico.
Luego de leerla, llamé a mi madre y a mi hermano y cuando les conté lo que había encontrado se pusieron a reir de mi pues mi hermano que es más curioso que yo ya estaba enterado.
Al quedarme sola y a pesar de no ser más una niña ingenua no pude contener una lágrima recordando aquella época en la que más de una vez, en el castillo, me sentí un poco, la hija de Lord Mathius.

Omenia
Les cuento que éste fue el primer cuento que escribí hace de esto muchos años, gracias por leerlo.


Texto agregado el 16-05-2017, y leído por 204 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
17-05-2017 Bien por ese tío avecindado en Inglaterra y además cariñoso y bromista. Te ha dado pie para escribir un hermoso y disfrutable cuento. Saludos, Ome. maparo55
16-05-2017 Sabrás que este tipo de género es de mis favoritos, así que me ha deleitado. Un beso. MujerDiosa
16-05-2017 Excelente narración muy bien hilvanada que nos muestra un encuentro de familia matizado con una leyenda de castillo inglés medieval, que aunque inventada me parece justificada, para darle un tinte y un final especial a la historia.— Me gustó y me cautivó el deasrrollo de este cuento. vicenterreramarquez
16-05-2017 Oh que hermoso cuento, querida Ome, tiene todos los ingredientes que se requieren para lograr un gran relato. Me encantó... me quedé pensando en volver a ver a un hermano después de no tener noticias de él por 25 años, en el reencuentro, en los primos que recién se conocen. Tal vez te animes a escribir una segunda parte, tan brillante como ésta. Un abrazo dulce. gsap
16-05-2017 Un final triste porque no se debería jugar jamás con la inocencia de los niños, pero sí, el tío tenía razón: no hay castillos sin fantasmas; y en Inglaterra son imprescindibles. Muy buena historia, la disfruté tanto como la narradora. Un abrazo eterno. SOFIAMA
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