Hoy me he cansado
del ambiente de la capital,
llena de ruidos, llena de estragos,
en las calles, en las casas,
en las ideas, en el corazón.

Me arranqué unas semanas, lejos de la ciudad.
Fui ciego de realidad,
sordo de noticias y de actualidad.
Tomé mi corazón, y aunque un poco roto
me di cuenta
que aún le quedaba algo de amor.

Me obsequié a mis amigos.
Con ellos cantamos y bebimos,
lloramos y nos abrazamos,
y al final de cada día
sonreíamos exhaustos de felicidad.

Les conté que estaba cansado,
que con tan pocos años, me sentía como de muchos,
que los necesitaba y que todo esto me aliviaba.
Me abrazaron nuevamente y me dijeron
que al volver a Santiago
siempre recordara que existían días buenos
y días malos,
pero que los amigos siempre estarían en ambos.

Ya estando de vuelta
siguen las noticias y siguen los estragos.
La luz se corta en el centro,
la gente durmiendo por calle Esperanza.
Yo resfriado, me tomo un descanso.
No quiero ser más un hombre cansado,
Y entre más lo pienso, más lo soy.
Le comento todo esto a un amigo,
Y al final le digo:
“A veces hay días buenos, a veces días malos.
Tomémonos un vino, para pasar el rato”