Ven gorgorito mío, a quehacer un gran panquemado de amoroso ardienteagua.
Corre por el camino repleto de patos echando siestas de papel. Ruge como corno francés mecido por tornado en agujero negro con la fuerza de medio millón y medio más de soles. Que te oigan en centímetros a la redonda. Vuelve a las riendas del sapo moteado, que te de las buenas noches-días con alevosía y sadismo. Días nuestros de tus ojos en los míos, de noches magas, de frituras de pescado, chisporroteantes fuegos, días mancos de pausa, huérfanos de penas, preñados de melodías. Días bravos, de aventuras llenos. Nadie te dijo que el fin fue un día principio. Cinco gotas huecas nos separan ya. Difuminadas letras tinta papel odio. Que nadie obstruya tu cuenco de sueños tristes. Que nadie se atreva ni tan siquiera a intentar no permitir evitarte desistir de volar.
Y el amanecer lo dijo todo. En un sombrero cupo tu historia. Aquello te dijo que no. Nada de subir a la montaña de helado con tu amiga Juana. Las despedidas te sientan tan bien. Abejarruco adormecido en nido de papel. Atelarañada fruta. Confesa presa. El Dios de la melena prieta mereció una atención. Ahora se pasó todo. El huracán duerme en viscolástico. El hada va a clases de cupcakes. La madrugada se fue a dormir sin lavarse la dentadura. La niña niña fue tras humo de nube evaporado. Su coleta duerme con la rueda del caballito de madera al otro lado del volcán.
El mundo aún suspira, en vilo lo tienes a tu paso, tus curvas aún recolectan ojos. Tus puños aplastan incipientes ilusiones. Tus ideas mueven molinos adormecidos. La descalabrada paz te muerde la garganta en días tontos. El otoño te sorprendió en bata recordando aquella nariz, aquella nariz.

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