Mirando las caras y las piernas de la vida pasar como un cienpiés acelerando el paso, apurando su muerte al destino de una madriguera de tejones y musarañas hambrientas, siento el efecto de esta sensación seca, vaga y muda que transmite a través de mis dedos estas palabras completamente llenas de nada. Una nada que crece, que se expande al igual que el universo y engloba el pensamiento más remoto de mis recuerdos al encontrarte en cada imagen, cada sonido y cada olor encerrado en este cuarto sin pestillo. Una contradicción vacía de todo. Una cadena de eslabones sordos y oxidados del afecto. Un soplo de fuego que hace dormir al animal que llevo dentro, listo para las pesadillas de tu ego y tus canciones arremetidas y robustas que empujan el cielo al infierno y lo traen todo de vuelta a la tierra.

Furioso me llevo las escenas a la cama, respiro, bebo y escribo en un fondo negro.
Estoy atorado de tanta mierda, tanta primavera y tanto asco de seguir queriendo.

Cierro los ojos para escuchar el metalófono que deja el eco de las palabras que no dijimos.
Las discusiones que no tuvimos y las oportunidades que destruimos.

Estoy ciego y aún así puedo verte a lo lejos.
Estoy cansado y aún así tengo ganas de levantarme y plasmar todo esto.

Ésta será la última vez que te escribo.