Hay un antiguo letrero junto a la carretera. "Comida china para llevar”, anuncia, entre dos dragones dorados. Martínez y García llevan un tiempo jugando a desensamblar y recomponer esa frase, cuando la vislumbran desde la patrulla. Para comida llevar china: solo atienden a quienes traen una invitada oriental; china para llevar comida: una fuente de porcelana; llevar comida para China: podría haber dificultades en la aduana. Y así, hasta que se cansan.

Al principio era un desafío interesante, pero han pasado semanas desde la última idea nueva, y ya se empiezan a frustrar. Hoy, el veinteañero que están trasladando a la estación puede haber solucionado su bloqueo creativo.

- Comida para llevar a China – sugiere el joven, que encuentra el juego novedoso y también quiere participar.

Martínez y García deliberan. La idea es buena y no puede desecharse fácilmente, pero nunca han usado palabras que no se encuentren en el letrero. Se siente como hacer trampas.

El dilema los tiene pensativos el resto del día.

- Estos chicos no tienen ningún respeto por las reglas – concluye García más tarde –. Pero pueden ser bastante ingeniosos. Tal vez sea eso lo que los mete en problemas.

- Si, tal vez – concuerda Martínez, distraído buscando otros adverbios que pueda utilizar.



Este se lo dedico a mi mamá y sus amigos con un sentido del humor muy especial.