En el silencio honesto de la culpabilidad deshecha se encontrarán derretidos los ojos de la vergüenza ajena.

Mis ojos, tus ojos, nuestros ojos.

Y el miedo a quedarnos con la boca cerrada abrirá el camino a escucharnos nuevamente, frente a frente, cara a cara, eternamente. Como una promesa inconclusa, amarrada al dedo meñique de la esperanza.

Hoy volví a sentir que necesitaba callar para entender, respirar para pensar y beber para escribir.

La madera de este vino cruje en cada trago y lleva crujiendo hace rato.

Como una fogata viva al viento. Llenándose de secretos y dolores.

Como un muelle abandonado en temporal. Recibiendo golpes endosados de ira y de sal.

Como un reconocimiento inentendible. Y no saber si mirar al suelo, al cielo o al mar.

Como una garganta seca al despertar. Sin palabras con las cuales intentar perdonar.

Hoy volví a sentir que necesitaba de nuevo observar hacia dentro por esa ventana pequeña, sin cortinas, destartalada, enmarañada.

Y sí, ahí estaba: La imagen cotidiana del vernos pasar.