El recolector de sueños pasa todas las noches. Con su bolsa llena de fantasías se dirige al centro general de sueños que se encarga de reciclarlos una y otra vez.
Descubrí su tarea por casualidad; es que hay cosas que solo pueden verse si se presta mucha atención. Además hace falta cierta capacidad de creer en aquello que los demás se niegan a ver.

Lo vi por primera vez unos días antes de navidad. Al principio creí que era Papá Noel. Me explicó los motivos de su visita y ese día se llevó un sueño muy especial. Yo soñaba que el abuelo Ricardo, que se había ido al cielo, venía a visitarme el día de navidad.

Cuando me dijo que había niños que no tenían sueños comprendí por qué era importante reciclarlos.

Me entusiasmó tanto su trabajo que durante las noches que siguieron estuve tan pendiente de su llegada que no podía dormir. Y tampoco soñar.
Entonces ocurrió algo muy extraño. Me quedé dormido en la mesa justo en nochebuena, y soñé con un niño que reía feliz. Cuando desperté, el abuelo Ricardo estaba sentado a mi lado.

El recolector de sueños me miraba sonriendo, mientras guardaba en su bolsa mi sueño nuevo.