La roca que apoya la raíz del limón en el olvido, dibuja la línea de tiza y hierro que separa la diferencia entre los rostros felices y las ganas de aprender de sus recuerdos, verdades, mensajes, palabras de cabeza y puño, que con el pasar del tiempo, hoy no me convencen de tomar una picota y sacarla a golpes.

Hacer añicos la piedra sagrada del poder de la memoria. Destruir la fuerza de las inmensas imágenes guardadas y grabadas en la puerta oscura de la razón y el infante pensamiento eterno que invade el hogar de este iluso ruiseñor obrero, que recitando canciones piensa revivir las sonrisas, piensa reanimar la enseñanza, amarrando el corazón y el diafragma.

Retumban sonoros los gatillos amenazadores del metal que saca chispa en el mineral del cerebro. Palpitan las venas de las plumas cansadas y fuertes del ave que canta. Arden las yemas del fuego que con sus manos quema la pena al roce del llanto. Hoy, se hace un camino de barro en la mejilla del tiempo por donde los mismos brazos enterrados del árbol pasaron.