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El día que mi editorial me dijo que debía ir a la televisión para hablar de mi libro estuve muy inquieto. Aquello no me gustaba en absoluto. De normal no soy partidario de los medios televisivos que lo único que quieren es de todo menos hablar del libro de uno.
Allí estaba yo, delante de una joven y guapa presentadora, tan artificial como el nombre del programa. Luego de las consabidas presentaciones y alguna que otra broma para romper el hielo. La chica empezó con su pactada y previo pago de mi editorial con la típica pregunta a la que sin duda habrán ustedes escuchado una infinidad de veces:
—Y dígame, Sr. Martínez, ¿qué fue lo que le inspiró para escribir esta novela?
Mi mente empezó a trabajar a destajo, riñendo con mis bajos instintos, así que perdónenme si me evadí de mi entorno. Pensaba que estas cadenas televisivas lo hacían adrede para despistar y turbar al entrevistado. Me pusieron delante de una hembra de armas tomar, completa de curvas, que me quitaba el sentido. Por si fuera poco para mi turbado cerebro, en el que sin duda fracasaría cualquier intento de explicar mi novela, por eso las palabras de la ninfa me turbaban de tal manera que no podía atender a sus preguntas, sin pensar en lo que le haría a ella a solas: con un par de copas de buen licor, una estupenda música, una tenue luz y unas sábanas de seda de las que te erizan el vello. Para luego acabar la velada comiéndonos la oreja con empalagosas palabras de amor. Cada vez que movía las piernas, descubriendo algo de color de rosa, mi imaginación manipulaba mis sentidos, y no digamos del generoso escote que hacía que mis ojos estuvieran pendientes de cualquier movimiento que pudiera enseñarme algo más. La verdad es que mucha falta no me hacía, ya que lo que no conseguía ver lo rellenaba con mi calenturienta fantasía.
—En realidad, no la he escrito yo —por una vez y que no sirva de precedente, le contesté mirándola directamente a los ojos. Ella quedó algo sorprendida, pero quién dijo que las rubias son tontas, se repuso con una celeridad digna de una profesional, respondiéndome con un cierto aire de autosuficiencia:
—¿Dice usted que no ha escrito la novela?
—Bueno, sí. Físicamente la he escrito yo, pero me fue dictada en sueños... —la verdad es que hasta a mí me suena algo raro, pero es la pura verdad.

Fragmento de mi libro: Desventuras de un Imbécil 1

Texto agregado el 25-01-2018, y leído por 49 visitantes. (0 votos)


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