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Como no estaba acostumbrada a que le dijeran te quiero, la facultativa se tomó aquellas palabras de una manera regulera. De no haber sido el día de los enamorados, hasta habría mandado a la mierda al muchacho. Pero era el día de San Valentín. Bien claro lo ponía al lado de donde habían quedado- calle Preciados debajo de la estatua del oso y el madroño. De no ser por el anuncio de El Corte Inglés, que refrentaba a la vista del lugar de la declaración, no hubiera tenido aquellas palabras por románticas. Pero se veían dos enamorados tumbados sobre un campo de rosas-en la pancarta, me refiero-; bien parecidos; pareciendo-valga la redundancia- indicar que eran como ellos, que todo el mundo era como ellos, y no se ofuscó. En adelante pasó la tarde mirándose al espejo de todos los establecimientos a ver si era también ella la inspiración de El Corte Inglés. O al menos de Galerías; pero alguien, por ver que no le estaban tomando el pelo( tanto los de Galerías como su novio).
Pasaban un tiempo de su vida en que eran felices sólo con encontrarse y dejarse ver juntos, proclamando de alguna manera que eran dos seres enamorados.
Ese día, el muchacho, en lugar de llevarla a lo de las magdalenas, se le ocurrió entrar en gastos. Se dieron una vuelta en las barcas del Retiro. Cuando pensó que era el momento, se sacó de la mochila un ramo de flores. Un ramo un tanto arrugado del traqueteo de toda la tarde. Se estuvieron ya el resto de la tarde descojonándose de la risa. Como remaba enfrente de ella, le descubrió un agujero- al chico- en la planta del zapato. Un agujero que venía a indicar que si llovía mejor quedarse en casa, cuando, precisamente, vino el aguacero. Siguieron riéndose hasta que entraron al zaguán de la casa de la doctora- no distaba mucho del Retiro. Le bajó unos calcetines suyos y unas botas de su hermano- que paraban por aquella casa no sabía de qué manera y razón.
Llevaban un noviazgo de los de antes. No pasaba aún a la casa- un piso compartido con unas compañeras del Hospital.
Cuando lo vio marcharse: mirada baja de tempestad y las manos en las solapas de la cazadora para taparse el pecho( todavía lloviznaba), le dio al hombre un "yo también te quiero".

Texto agregado el 14-02-2018, y leído por 67 visitantes. (1 voto)


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