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Grocio Prado, 24 de marzo 2018.

Querido Jorge:

Los días en este pequeño pueblo son paseos interminablemente largos alrededor de su plaza, pero he encontrado la fórmula para detenerme en cada una de sus esquinas y así recordarte.
No voy a mentirte, la distancia sigue siendo una espina filuda incrustada en mi dedo índice, pero después de ti, la sensación que me produce el apretarla me retorna con blandura a nuestros días en Tacna, me devuelve a cada una de las historias que hemos tejido juntos y a los detalles, que has aprendido a dibujar con mi nombre, tendidos sobre la cama.
Hoy, aún con las señales de la patria desmoronándose sobre mi cabeza y salpicando puñados de tierra sobre cicatrices que dejaron de atormentar mis madrugadas, estoy buscando cómo compensarte los endecasílabos.
Cómo acariciar la tinta que gotea verso por verso entre el papel y tu lápiz hasta hacerte el amor como una hembra poseída y salvaje después de cada punto final.
Y así cabalgarte, una y otra vez hasta reivindicar mi esencia sobre el pecado.
Y ser en ti, hasta la aplacar la sed que habita en todos tus rincones, sosteniéndome de tu hálito agitado y caliente, con fervor desconocido sobre ese amor que me persuade, me invade y se hunde en mi vientre como un loco, mientras el flujo de mi sangre se pasea desesperado por mi torrente y se eleva sobre todos los centros de mi cuerpo, brotando como tulipán sobre el último atisbo de mi conciencia, hasta arrancarme sílaba por sílaba tu nombre; rozándolo y rezándolo entre la lengua y los labios; como una fanática a la que se le desbordan los ojos mientras la posees y a quien haces estallar en línea vertical sobre tu sexo y mi glándula pineal.
Para después morirme en cámara lenta con ese ligero temblor que me produce un orgasmo.
Repensándome,
Repariendome...
Y abrigada por tu piel y tus brazos que se enredan, sin temor, sin cobardía, al pasado y al presente.

Mientras escribo esto, hago intentos por recordar desde cuándo empecé a mirarte de a de veras.
Desde cuándo empecé a quedarme cada noche, un poco más y un poco más...
Intento recordar desde cuándo nuestras historias empezaron a caminar en línea paralela. Y me doy cuenta que contigo el tiempo dejo de ser un caballo indómito y sin sentido galopando en mi desierto.
Y aunque sé que carece de sentido confesarte que los fantasmas y toda la frustración que traían consigo, en estos nueve meses, desfilando de uno en uno, han ido desapareciendo, los kilómetros que nos dividen, aún me saben a estar detenida frente a un abismo...
Y con este otoño haciéndose cada vez se hace más frío: yo, no consigo dejar de extrañarte...



Texto agregado el 24-03-2018, y leído por 124 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-03-2018 Hay poesía en tu trabajo; añadurías de extrañar; de amar; de coger; de ser uno y de comunicarte con el otro, que solo quién lo haya experimentado lo entenderá. Un manejo que da envidia del lenguaje, expresar amor sin caer en clichés lo que es dificil y tu lo logras con una facilidad increible. Excelente. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
 
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