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Las vueltas de la vida.
Todos los días lo veía pasar, sentía rencor e impotencia, nos mirábamos y él bajaba la vista, yo solía observarlo desde mi ventana.
Joaquín era un niño de diez años, igual que yo, era hijo de un hombre y una mujer de esos que juntan la basura y viven de ella, hurgadores de basura es el término correcto, y se veía a las claras que eso lo avergonzaba, más tarde me enteré de que vivían en la periferia, en uno de los Cantegriles a la entrada de Montevideo, ciudad a la que hace muchos años se le denominaba “Tacita de plata” por su pulcritud pero que ahora, por lo menos en esos lugares, deja mucho que desear. Así transcurrieron los meses y Joaquín continuaba día tras día con su trabajo, mientras sus padres iban adelante con un triste caballo muerto de hambre, él juntaba los paquetes de basura y los depositaba en la parte trasera del improvisado vehículo.
Siempre ocurría lo mismo, me miraba y bajaba la vista y yo lo entendía, alguna vez me sonrió y hasta llegó a saludarme con la mano.
Pero un día, no vi a Joaquín, ni al siguiente, ni al otro y me sentí preocupada, quizá estaba enfermo o había sufrido un accidente, al cuarto día me animé, sin que me vieran en casa, salí al jardín y al ver pasar el carro me acerqué y le hablé al hombre que lo manejaba.
___Se, perdone mi atrevimiento pero hace días que no veo a Joaquín (Sabía su nombre debido a que su madre siempre lo nombraba) y pensé que quizá le pasaba algo.
___Joaquín ya no vive con nosotros, me contestó aquél hombre, sin dientes y con un “pucho” en la boca y además maloliente debido al cargamento que llevaba y sobre el cual, se sentaba.
___Y ¿Con quién vive? Pregunté.
___Se lo llevó una familia para criarlo y educarlo, tenemos cinco hijos y él… él no es como nosotros.
___¿Qué quiere decir con eso?
Joaquín no nació para hurgador, él tiene inteligencia, me lo dijo la maestra, siempre es el primero en su clase.
___Y ¿No los extraña?
___Claro que sí, pero es lo mejor para él, nosotros no podemos darle una educación y a veces no tenemos ni para alimentar a los demás chicos, con su nueva familia va a estar mejor.
Le di las gracias a aquél hombre, notando su tristeza, antes jamás lo había visto de esa manera y sentí mucha pena por ellos.
Y los d
Ias siguieron pasando y veía a los padres de Joaquín, sin volver a hablarles, ellos tampoco lo hacían conmigo, pero sí, me sonreían y alguno de sus pequeños, los más chiquitos, me saludaban con sus sucias manitos.
Varios años transcurrieron hasta que un día no los volví a ver, claro, yo ya no estaba tras la ventana, cada mañana iba a la facultad y por la tarde trabajaba, pero nunca los olvidé aunque jamás se lo mencioné a mis padres, quizá por temor a lo que pudieran decirme, no era correcto que una niña hablara con personas desconocidas y de bajo nivel social, la sociedad tiene sus reglas, lo sé muy bien y hay que respetarlas aunque nos duela.
Y la vida siguió su curso hasta el día que me recibí de escribana, ese mismo día un apuesto joven se me acercó, lo había visto muchas veces en la facultad pero nunca nos habíamos hablado, él también ese día, recibía su diploma de escribano, me miró y me dijo:
___Estoy seguro de que usted no se acuerda de mi, nos conocimos siendo aún unos niños, mi nombre es Joaquín Bermúdez.
No podía creerlo, aquél elegante joven de rizos dorados y ojos grises era sin lugar a dudas Joaquín el hijo de los hurgadores.
Mi cuerpo comenzó a temblar, no puedo explicar lo que sentí en ese momento, Joaquín, aquél humilde niño de mirada furtiva se había convertido en un escribano, no es que el título en sí sea algo de otro mundo, pero para él, sí que lo era, le había costado una vida de sufrimiento, de angustia por vivir lejos de su familia a la cual quería demasiado, pero lo había logrado, también quería a su otra familia, la que lo crió, siempre supe que algún día llegaría a ser alguien especial, tenía la certeza de que llegaría lejos y ahora la que bajaba la vista era yo.
Al poco rato de estar conversando como grandes amigos y contarme que nunca antes se había acercado a mí por temor a que lo rechazara al saber quién era, llegaron sus padres, muy cambiados y con una sonrisa de felicidad por el logro de su hijo mayor que me hicieron llorar al abrazarlos.
Joaquín y yo ahora somos socios, trabajamos juntos en nuestra propia oficina y ¿Quién sabe? La vida da tantas vueltas que quizá muy pronto pasaré a llamarme Sra. De Bermúdez y les aseguro que jamás estaré más orgullosa.

Omenia.

Texto agregado el 27-04-2018, y leído por 115 visitantes. (18 votos)


Lectores Opinan
01-05-2018 Una vida de sufrimiento plasmada con arte por tu pluma certera. Me gustan tus historias, suenan reales; y no importa si no lo son, si tu no haces creer que sí. Besitos, corazón de mujer. SOFIAMA
30-04-2018 Qué emocionante!! me encantó y si por que no? sería un término aún más feliz. Un abrazo, sheisan
28-04-2018 Un trabajo bastante bien narrado con una historia tierna que cautiva. Muy bien logrado. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
28-04-2018 Ojalá fuese una historia real. Me encantó infinitamente!!! Un beso tierno. MujerDiosa
28-04-2018 Qué linda historia, me conmovió... me quedo pensando en las normas sociales y en el poder del dinero, tal vez cuando sea grande voy a entender. Me encantó tu historia Ome querida. Un abrazo dulce. Gsap
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