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Inicio / Cuenteros Locales / Hectorfari / Cuentos de Calma Chicha presenta: Óxido

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La claridad que anuncia al amanecer me guiaba por el camino cubierto de pinocha. Su olor inconfundible me hacía recordar aquellos veranos adolescentes tan intensos. Tan deseados. Mientras caminaba por el sendero entre las dunas, entendí cuánto extrañaba este frescor de brisa marina. Cuánto había tardado en volver.
En la arena blanda de la playa alguien había instalado un columpio y el cuadro que formaban sus caños enmarcaba nubes y trozos de mar que, incansablemente, dejaba espuma en la orilla y volvía por más.
El asiento de madera estaba casi destrozado; me senté sin poder resistir la tentación.
Arriba.
Abajo.
Atrás.
Adelante.
El metal abandonado se quejaba a cada movimiento. Sonaba tan parecido a aquella vieja y desvencijada bicicleta de nuestra vecina…
—¿Me presta la bici, Doña Eulalia? —preguntaba respetuosamente cada día, sabedor de su mal carácter.
—¿Sabés andar? —contestaba siempre ella.
—No…
—Aprendé. Mientras, ni lo sueñes —repetía ella, terminando con sequedad la conversación.
A pesar que conocía su respuesta, no podía evitar enojarme, desearle que se le quemara la comida o que se fuera al infierno de los malos vecinos. Algo que castigara su egoísmo.
Esa tarde y a pesar de la charla anterior, esperé la quietud de la hora de la siesta para, como un ladrón, atreverme a sacarla con cuidado.
Todavía recuerdo la calcomanía con los colores de Italia, lo que me tenía que estirar para hacer llegar la punta de mis pies a los pedales y, sobre todo, los golpes. No encontraba la forma de dar dos pedaleadas seguidas sin caerme.
Hasta aquella mañana gloriosa en la que apenas despertarme me dije: ¡Sé andar en bicicleta!
Quedó grabada en mi memoria la expresión de Doña Eulalia cuando con total seguridad y seguro de no fallar, respondí a su repetida pregunta, que sí. Que sabía.

Ese verano terminó muy rápido.
Ahora, luego de tanto tiempo, comprendo que todo pasa muy rápido.
Empujé la hamaca con fuerza y comencé a desandar el camino.
El quejido de las cadenas se escuchaba cada vez más lento y lejano mientras el sol acariciaba las copas de los pinos.


Texto agregado el 02-05-2018, y leído por 173 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
16-06-2021 Hermoso texto,me encanta leer y que me hagan ver,sentir.Felicitaciones!! plumi
23-11-2018 El hecho que narras, es contable. En mi caso mentí, pero la pregunta fue otra. Y el dueño no creía: verificaba. Te felicito. peco
18-05-2018 Me gustó mucho. MarceloArrizabalaga
04-05-2018 Me hizo recordar en parte mi infancia,cuando le sacaba la bici a una hermana de maná. Claro no era como ese bello paisaje del mar, que es un paisaje apasionante. Me encanta correr en dos ruedas y mi tia me quería llevar afirmada cosa que me incomodaba demasiado. Me encantó tu forma de escribir y describir porque siento hasta el aroma del lugar. Bello,muy bello y atrapante. Bienvenido***** Victoria 6236013
03-05-2018 Bellísimo. Tiene dulzura, sentimiento y una redacción brillante. Fascinada de leerte. Abrazos. SOFIAMA
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