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Inicio / Cuenteros Locales / DesRentor / El Azar y Yo.

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Despierto todos los días con el Azar tomándome en sus brazos. Revolviéndome la ropa y agitando mi cuerpo. Un poco desesperado me deja sentado a la orilla de mi cama, esperando que diga algo que se contradiga con la anterior mañana. Todo es una imagen recurrente. Lo tengo más que presente, pero ya me cansa y decidí hacerle frente. Rimando intento vencer con un hechizo milenario el descansar del eterno sueño de esta señal que me trajo el verano.

El Azar me pregunta por qué quise jugar con él a este juego que para él ya es bastante viejo. El juego consiste en lanzar una moneda al aire esperando que cambie a sello, pero siempre cae en cara. Tu cara. Su cara. La de ella. Y yo le contesto que me arriesgo al menor signo de aprecio y esta vez no ha sido la excepción, cuando quise validar la opción. Le digo que todo se ha convertido en un sueño y es por eso que le he pedido acompañarme desde ese día en adelante con el fin de despertarme para vivir en el otro reino.

El Azar es inteligente, sabe que hay un truco y no me lo hace fácil ni clemente. Decide lanzar la moneda por mí esa tarde y lo único que hago es mirarlo como un cobarde. La cara se repite nuevamente. Me acerca la moneda y la reviso por ambos lados, sabiendo que no estoy demente. Hay un sello, ya lo viste, no te estoy engañando. Le digo depositando la moneda dentro de un paño. Lo he visto, asiente dudando. La trampa no está en la moneda. Está en tu cabeza. Me haces despertarte para salir del sueño donde aún la visitas aunque esté distante, y para recordarla creaste esta almeja temporal, donde se repiten los días sin verlos pasar. El Destino está detrás de esto. Me apunta con el dedo y me acuesto de nuevo. Por tus largas dormidas no sanarás nada, me dice, pero despierto lo único que haces es abrazar esas caras. Y eso es lo que no te entiendo.

Muchos días pasan. Hasta que el Azar me quita la moneda con rabia. Está cansado de esperar ver mi rostro lleno de esperanza cuando la moneda cambie de imagen su lado interior ligado a mi alma. Revisa el peso y las acuñadas de ambos extremos y finalmente la raspa. Mirándome directamente la lanza con furia al cielo. Tan fuerte que sus túnicas se levantan dejando ver sus piernas ancianas como un velo, pero fuertes, llenas de canciones, sueños y trueques. La moneda cae y cruza nuestros rostros girando impávida. Ninguno de los dos reacciona al reflejo que la ilumina. Un sonido seco de tierra indica el fin de la jugada y todo termina. Es cara otra vez. Me dice angustiado casi resignado a perder el juego, así lo ve él. Nuevamente recojo la pieza metálica y la limpio del barro antes de llevármela de vuelta a la túnica.

Azar, le digo, esto no es una apuesta. Es una realidad compuesta. La moneda dará siempre en mi razón, sea sueño, sea verdad o sea ficción. Es ella, entiéndelo. Tú la pusiste en el camino, ahora arréglalo y déjame seguirlo tranquilo. Juega con alguien más y deja ya de seguirme el hilo. El día en que la moneda marque sello lo sabrás, pero no te sorprendas cuando al recibir la moneda mi alma por fin se encuentre en paz.

Seré yo el portador de tu osada alma, viejo amante. Contestó el Azar imponente. No sufrirás más cuando el sello de la moneda se vea apuntando al cielo del sol creciente. Te dejaré caminar por ahora previo a llevarte al Hades. Pero no vuelvas a pedirme que te despierte nunca más o te arrepentirás mucho antes. En honor a tu triunfo sobre mi poder, te entrego esta otra moneda que no se puede roer. Así tendrás el pago hecho a Caronte al servicio de sus remos en un intento y tus ojos quedarán cuidados para verle la cara también a los señores y señoras del infierno. Recuérdalo bien y quizás la otra moneda te de sello. Hasta ese día entonces, no nos veremos.

Agradezo el aprecio y el respeto, Azar del buen andar y escueto, le dije. La moneda que me otorgas tomará un nuevo lugar y cuando quieras también, podemos volver a jugar. Si el Destino intercede nuevamente, ya lo sabrás de antemano. Porque es el sueño recurrente lo que no dejaré de creer en vano. Azar, que la velocidad y las hierbas guíen tu espíritu canino. Así te lo digo. Y que de noche las estrellas usen sus tonos más alvinos para iluminarte en tu camino. Hasta ese día entonces, cuando el sello venza a las caras de estos dos doblones.

Me volví a mi cama y me recosté para emprender la vuelta del infinito sueño que recordé. Navegué durante años y en algunas jornadas también caminé. Hasta el día en que vi deslizarse mi moneda del pañuelo donde estaba y en un intento de agarrarla, caí de un gran árbol golpeándome desde la cabeza a los pies. Ahí aparecía el Azar saltando sobre el pasto produciendo llamas. El sello me miraba entre las ramas mientras unas lágrimas también brotaban. El Azar ganaba el juego en la última jugada, pero por respeto a la espera de aquel sueño, me despertó una última vez para poder verla.

Tu cara. Su cara. La de ella.

Texto agregado el 06-06-2018, y leído por 38 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-06-2018 Ludópata que dijéramos... sheisan
 
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