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El HMS Bounty debía zarpar hacia Tahití en busca de los frutos de los árboles del pan. El capitán Willian Bligh y el maestre Fletcher Christian estaban entusiasmados ante esta aventura. El barco abandonó el puerto de Londres en 1787 y desde el comienzo del viaje, Bligh mantuvo en la nave una férrea disciplina. Cualquier acto de insubordinación era sancionado con severos castigos físicos. Esta decisión del capitán hizo que perdiera la simpatía de la tripulación. Finalmente, después de una larga travesía, la nave llegó a Tahití. Los marineros fueron muy bien recibidos por los nativos que se aproximaron al buque en embarcaciones de remos.
Ya en tierra, el capitán Bligh dio a entender al jefe de la aldea que venían de Inglaterra y le mostró un retrato de Jorge III. Christian, deslumbrado por la belleza de las nativas, se entregó a los placeres del amor. El capitán lo reprendió duramente por esto, ya que según él al entregarse a los excesos sensuales podría quebrantar la moral de la tripulación. Fletcher guardó silencio mientras su capitán lo reprendía pero su enojo lo carcomía por dentro. El objetivo mercantil del viaje se cumplió parcialmente ya que la mayor parte de los tripulantes se entregó a la molicie.
Durante el viaje de regreso, Bligh continuó comandando la nave con excesivo rigor lo cual aumentó el malestar de la tripulación. Muchos hombres, cansados, comenzaron a complotarse. Se rumoreaba que Christian tomaría el control del barco. Finalmente, el 28 de abril de 1789 se produjo el motín y los conjurados entraron en el camarote del capitán, lo redujeron y en compañía de otros dieciocho marineros leales a su superior, fue dejado a la deriva en chalupas con provisiones.
Fletcher Christian, nostálgico, regresó a las nativas de Tahití. El jefe de la aldea, extrañado, preguntó por el capitán.
— Lo dejamos a la deriva -fue la respuesta de Christian.
El jefe nativo le reprochó su traición. Entretanto, Bligh pudo regresar a Inglaterra. Apenas llegó, denunció los hechos como actos de piratería.
Christian y sus hombres se refugiaron en la isla Pitcairn donde procedieron a incendiar la nave. Desde inglaterra se fletó un barco para aprehender a los insurrectos. El HMS Pandora, al mando de Edward Edwards, llevó de regreso a los bandidos para ser juzgados. Cuatro de ellos condenados a muerte, tres tres indultados y cuatro absueltos. De Fletcher Christian, nada se supo. No se sabe si fue muerto por los nativo o cuál fue su destino.
Los actuales habitantes de la isla son descendientes de los amotinados del Bounty.

Texto agregado el 06-08-2018, y leído por 39 visitantes. (0 votos)


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